La republiqueta hamburguesera

Gonzalo Perera

Resulta difícil creer que una persona que comandó el bando triunfante de una guerra sumamente cruenta luego sea asesinada mientras asiste tranquilamente a un espectáculo teatral. Sin embargo, ésa fue la suerte de Abraham Lincoln, primer presidente de Estados Unidos proveniente del Partido Republicano. Venerado por la tradición cultural de USA como uno de los más destacados gobernantes de toda su historia, al punto que fue al pie de su inmenso memorial en Washington D.C. donde Martin Luther King pronunciara su célebre “I have a dream” como cierre de la mayor marcha en defensa de los derechos civiles y contra la discriminación racial en aquel país. No curiosamente, el Dr. King también sería asesinado el 4 de abril de 1968, en su caso en el balcón del motel de Memphis donde se había alojado su comitiva para participar de un acto en una de las zonas más reticentes a los cambios que promovió.

En ambos casos, el asesino fue rápidamente encontrado, muy distinto fue el caso del presidente electo por el Partido Demócrata John Fitzgerald Kennedy, asesinado en Dallas el 22 de noviembre de 1963. Muy poca gente ha creído en la culpa cargada a Lee Harvey Oswald, asesinado delante de las cámaras apenas dos días después. Si bien dentro de la cultura dominante el joven presidente asesinado ha sido regado con una importante carga de simpatía, la realidad de los viejos vínculos entablados por su padre con la Cosa Nostra, que apostó fuerte por su candidatura, sus propias relaciones con la mafia batistiana y haber sido el presidente que ordenó el estrepitoso intento de invasión de Bahía de Cochinos, abren una larga lista de poderosos posibles promotores o autores de su asesinato.  Quien fuera uno de sus principales colaboradores durante su gobierno, su hermano Robert “Bob” Kennedy, fue también asesinado al culminar en Los Ángeles un acto de su postulación a la presidencia por el Partido Demócrata, el 6 de junio de 1968.

Pero para terminar de disociar cualquier posible grado de progresismo o simpatía con los más débiles por parte de figuras de primer orden público en USA con el hecho de ser víctimas de intentos de asesinato, cabe recordar el caso de Ronald Reagan, el 30 de marzo de 1981, comenzando el primero de sus dos mandatos que legaron al mundo, entre otros horrores, la “Reaganomics”, uno de los mayores y más brutales embates del capitalismo global contra los derechos de las grandes mayorías.

Este breve repaso de lo frecuente y variado que es el intento de asesinar un personaje de gran notoriedad en USA, viene a cuento a raíz del intento de asesinar a Donald Trump el pasado 13 de julio en un acto público en Butler, Pensilvania. Atentado que a Trump le infringiera una herida leve en una oreja, pero que costara la vida a un asistente al acto y dejara al menos dos heridos más. El ataque fue atribuido a Thomas Mattew Crooks, de 20 años, quien habría disparado cinco veces con arma larga desde un punto elevado, hasta ser abatido por un francotirador del Servicio Secreto (encargado de la custodia de los candidatos presidenciales).

Inmediatamente, han brotado hipótesis varias sobre posibles conspiraciones detrás del hecho. Sin detenernos en ellas, mencionaremos una: el que haya sido un ataque promovido por el propio Trump, para desatar una corriente de simpatía en su favor, como hiciera Jair Bolsonaro en su camino a la presidencia de Brasil, con un acuchillamiento público un tanto sospechoso y que su publicidad utilizó groseramente para victimizarlo.

Honestamente, no sé si pueda encontrar algo en Trump que me genere simpatía (que me genere rechazo, casi todo lo que asocio a su nombre) y de su entorno uno puede creer cualquier cosa. Es que, por ejemplo, estamos hablando de quien inspiró y alentó el asalto de hordas ultraderechistas al Capitolio para impedir su relevo presidencial, lo cual no condujo al linchamiento de su vicepresidente Mike Pence, por apenas unos pocos segundos. Sin embargo, más allá de tramas subyacentes, todo indica que el ataque fue real y promover que te rocen la cara con un arma larga, causando al menos un muerto en las cercanías, parece demasiado insensato, aún para Trump.

Pero más allá del hecho en sí, es importante entender lo que esto muestra de una sociedad que suele ser vista como ejemplo a seguir, “faro de la democracia”, pero también referencia en materia de seguridad, no sólo en su territorio sino en el mundo entero. Que si hay algo que USA ha mostrado practicar con ahínco es invadir países y hacerlos trizas, regarlos con muerte, destrucción de infraestructura, saqueo económico, para llevarles “paz y libertad”, aunque absolutamente nadie se lo pidiera.

Ni falta hace aclarar que no brinda ninguna garantía de seguridad personal el hecho que Trump haya sido proclamado candidato por el Partido Republicano y el que, ante el evidente deterioro intelectual de su rival demócrata Joe Biden, salvo algún milagro, Trump volverá a ser presidente. La muy breve pero variada lista de presidentes o figuras políticas de gran relieve (que no quisimos extender a artistas u otras celebridades) que han sido asesinadas (o se intentó asesinar) en USA delante de muchos testigos, nos parece suficiente prueba.

A eso debe sumársele la increíble facilidad con que en dicho país pueden adquirirse armas largas y de alto poder de fuego. En cualquier otro lugar de mundo, la primera perplejidad ante la noticia analizada, es qué hace un joven de 20 años con un arma larga (que además sabe usar, domina), pero en USA esta pregunta es ridícula. La cultura de posesión de armas potentes, defendida como derecho constitucional primordial por buena parte de la población y el aprender a usarlas desde la infancia, hacen que USA sea el único país del mundo donde tiroteos al azar o matanzas masivas en una escuela o en cualquier espacio público, muchas veces ejecutadas por menores o jóvenes, siendo tragedias espantosas, ya casi no sean noticia.

La violencia en USA es sistémica, estructural, desde muchas dimensiones. Desde la histórica por ejemplo, pues en los últimos 160 años toda generación estadounidense ha sido parte de al menos un gran conflicto bélico. Desde la socio-cultural, ya que por causas de color de piel, religión, lenguaje o modos de vida, hay profundas discriminaciones intensamente regadas con odio, Y por supuesto, la más básica, la de la lucha de clases, concepto innombrable para la mayor parte de su población, aunque sea tan evidente. Al punto de generar las desigualdades más venenosas: muchos despilfarran en una noche de casino en Las Vegas los ingresos anuales de las familias de toda una manzana de Harlem, por ejemplo,

Honestamente, más allá de sus ridiculeces, discurso de odio, medidas criminales contra los pobres de su país y contra el pueblo de Cuba, Trump no parece ya mucho mayor amenaza que Biden, quien se pensaba pondría algo de racionalidad, al menos en las relaciones internacionales con América Latina, pero que mostró ser exactamente más de lo mismo.

Estados Unidos está estructuralmente carcomido por la desigualdad, la avaricia y la violencia. Es el ejemplo a no seguir, en seguridad y en cualquier dimensión social.

Algunos países latinoamericanos donde la institucionalidad era frágil y las bananas un producto importante, dieron lugar al muy despectivo término de “republiquetas bananeras” 

El problema de USA no es Trump, ni Biden, es USA, desde su médula. El mayor, más claro y peligroso ejemplo de republiqueta hamburguesera de todo el planeta.

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