Fernando Zas.
Si el zarismo estaba en una situación de fuerza, planteaba que era un momento de preparación, y que por lo tanto había que utilizar ese tiempo en que la historia avanza a paso de tortuga para incrementar la conciencia y la organización de la clase trabajadora. Si la situación revolucionaria estaba madura, planteaba que había que arrancar el fruto maduro del árbol y tomar el poder.
Polémicas con los revisionistas
Luchó por los principios de organización del partido revolucionario en 1903. Dicen que el diablo está en los detalles, y la discusión de un artículo del Estatuto separó a los bolcheviques de los mencheviques. Lenin defendía que todos los afiliados tenían la obligación de militar en un organismo del Partido. Este es el partido que necesitamos para hacer la revolución. Los futuros mencheviques no estaban de acuerdo, ellos querían un partido más laxo, donde pudieran mantener los grupitos que ya tenían. Parecen detalles, pero esos que estaban del otro lado en la discusión de estos detalles, terminaron del otro lado a la hora de la revolución. Y eso es todo lo que cuenta: lo que se hace cuando la realidad apreta, cuando hay que definirse, cuando no se puede vacilar.
Luchó contra los que revisaron la esencia revolucionaria del marxismo, luego de la muerte de Engels. El exponente más tristemente célebre de este revisionismo fue Bernstein, un dirigente socialista alemán, que planteaba que el socialismo podría integrarse pacíficamente en el capitalismo. Veía en las reformas económicas que había logrado la clase obrera el camino seguro y sin sobresaltos al socialismo. Lenin sostenía que la revolución socialista implicaba un cambio de clases sociales en el poder, y que la burguesía nunca entregaría voluntariamente y de buen grado el poder que tenía. Ninguna clase dominante a lo largo de la historia entregó jamás voluntariamente el poder, a menos que estuviera obligada a ello por alguna razón muy importante, como salvarse el pescuezo ante una derrota segura, aunque luego se esforzarán, y mucho, por la contrarrevolución.
Pero aquellos socialistas que predicaban un futuro tan apacible mostraron pronto su verdadero rostro, y se revelaron como traidores a la clase obrera encubiertos en el “patriotismo”. Lenin mantuvo una política de principios cuando estalló la Primera Guerra Mundial, ellos no. Fue el momento de la vergüenza para la mayor parte del movimiento obrero. Los diferentes partidos que supuestamente luchaban por el socialismo en Europa terminaron votando los créditos de guerra para que sus burguesías los llevaran a la muerte contra otros pueblos. Los obreros alemanes votaron para ir a la guerra contra los obreros franceses, y viceversa. Muy pocos fueron los que sostuvieron la única política de principios posible: convertir la guerra imperialista en guerra civil, que la clase obrera de cada país derroque a su burguesía y renuncie a las anexiones, a la política imperialista. La revolución socialista aparece como la única vía para llegar a la paz verdadera, y el internacionalismo proletario es un principio sagrado. No puede ser libre un pueblo que intenta satisfacer sus necesidades materiales explotando a otro pueblo.
La consigna justa
Pero el clamor de Lenin no fue escuchado. Millones de obreros y campesinos de Europa se mataron entre sí, para satisfacer las necesidades de acumulación de capital de sus burguesías. En Rusia la situación en 1917 era crítica. El zarismo estaba perdiendo la guerra y el pueblo se estaba muriendo de hambre, literalmente. La consigna justa era Paz, Pan y Tierra. Y Lenin se afanó en explicar que la única manera de lograrlo era mediante una revolución que cambiase las clases sociales en el poder. Incluso después de derrocar al zarismo, el gobierno provisorio de la burguesía no podía lograr la paz, porque en sus vacilaciones era de hecho, imperialista también, quería mantener su dominio sobre otros pueblos para poder explotarlos. Lenin explicó que la única manera de lograr la paz consistía en renunciar a las anexiones del Imperio Zarista. Y así se hizo después de la Revolución de Octubre en marzo del 18.
Lenin se esforzaba por exprimir la realidad de cada momento. A cada paso intentaba ver lo nuevo de la situación. Cuando durante el denso año de 1917 hubo una mínima posibilidad de que la revolución pudiera seguir un tránsito pacífico, intentó explorar esa posibilidad hasta sus últimas consecuencias. Lenin había previsto que la vía armada, insurreccional, era la vía más probable de la revolución rusa. Pero eso no implica ponerse el balde en la cabeza imponiendo nuestras previsiones a la realidad. Lamentablemente, esa posibilidad de tránsito pacífico no se dió, pero es una gran enseñanza cómo Lenin exploró, en condiciones complicadísimas, hasta la más mínima posibilidad de un tránsito pacífico para evitar al pueblo el dolor de la violencia. Los comunistas buscamos siempre el camino menos doloroso para hacer la revolución.
La lucha por el poder y lo nuevo
Lenin entiende lo nuevo de su momento histórico. Penetra en la esencia del imperialismo, y comprende que el capitalismo ha entrado en una nueva fase. La exacción económica a los países coloniales y dependientes por parte de un puñado de potencias capitalistas, se vuelve una parte fundamental del proceso de acumulación de capital. Lenin plantea entonces que la cadena capitalista se puede romper entonces por el eslabón más débil, que es Rusia.
Tuvo que luchar contra los ilustradísimos marxistas que sostenían que Rusia era un país atrasado, que primero debía pasar por un desarrollo capitalista, bajo la dirección de la burguesía. Hacían una lectura unilateral de El Capital. Lenin comprendía el método de análisis de Marx, y así pudo ver lo nuevo. Dirigió a su pueblo en la revolución que desafió a estos esquemas resecos. La Revolución Rusa fue por eso un escándalo teórico: »La Revolución contra El Capital», como titularía Gramsci en su periódico, en alusión a estos marxistas, que en Rusia se llamaba »marxismo legal». Era la versión del marxismo tolerada por las clases dominantes.
Era un hombre de acción y un hombre de estudio. Unió dialécticamente la teoría con la práctica durante toda su vida. No concebía la una sin la otra. En los momentos de mayor soledad, en el exilio, en medio de la Gran Guerra, se puso a estudiar a Hegel, pensando en la revolución. Y en los momentos de mayor actividad política, también estudiaba, también escribía. Una parte importante de su inestimable y extensa obra es del año 1917. Escribió durante todo ese año en el fragor de la revolución, esclareciendo cada problema de principios, de estrategia, de táctica que se presentara.
Su obra está inconclusa. Nos toca completarla, a nosotros, acabando con la explotación del hombre por el hombre. Salud, camarada Lenin!