El 27 de junio de 1973, hace 47 años, la oligarquía y los sectores más conservadores del Uruguay dieron un golpe de Estado y los sectores populares, con las y los trabajadores a la cabeza, respondieron con una Huelga General, defendiendo la democracia y la libertad.
Hoy conmemoramos, no a los golpistas, sino a quienes, en inferioridad de condiciones y corriendo gran peligro, los enfrentaron.
Desde el año 2014 eso es reconocido oficialmente, el artículo primero de la Ley 12.211, dice textualmente: “Declárase el 27 de junio de cada año «Día de la Resistencia y Defensa de la Democracia» honrando la memoria de quienes defendieron la libertad y la plena vigencia del Estado de Derecho”.
La memoria es el presente del pasado, es la potencialidad que adquiere hoy, y la mirada sobre la historia es también histórica, está impregnada de nuestra visión actual. Siempre es importante recordar el 27 de junio, el golpe y la Huelga, y hoy mucho más, cuando la fracción más conservadora del bloque de poder accedió al gobierno e impulsa una restauración que lo abarca todo, también la memoria histórica. Cómo nos paramos ante el golpe y ante la Huelga General es parte, sustantiva, de cómo nos paramos hoy ante los desafíos del presente. Por eso, en este editorial, reafirmaremos algunos conceptos centrales, ya expresados en otras oportunidades, pero que hoy adquieren renovada vigencia.
Un golpe con contenido de clase
Hace 47 años, el presidente de la Republica, Juan María Bordaberry, electo por el Partido Colorado, apoyado por los sectores más conservadores de las clases dominantes y los militares fascistas, consumó el golpe de Estado, disolvió el Parlamento e inició 11 años de dictadura, de terrorismo de Estado y ajuste contra el pueblo.
Bordaberry, latifundista ganadero, proveniente de la Asociación Rural, dio el golpe de Estado. La operación de construcción de impunidad, la mentira histórica, comenzó el mismo día. En un discurso emitido por radio y televisión el 27 de junio de 1973, dijo Bordaberry: “Afirmo hoy, una vez más y en circunstancia trascendentes para la vida del país, nuestra profunda vocación democrática y nuestra adhesión sin reticencias al sistema de organización política y social que rige la convivencia de los uruguayos. Y va con ellos entonces el rechazo a toda ideología de origen marxista que intente aprovechar de la generosidad de nuestra democracia, para presentarse como doctrina salvadora y terminar como instrumento de opresión totalitaria”. Lo dijo quien, pisoteando la Constitución, estaba dando un golpe de Estado.
Empecemos entonces por delimitar responsabilidades políticas e históricas: El golpe lo dio el sector más concentrado del poder, los sectores más conservadores de los partidos tradicionales, los militares fascistas y lo apoyó el imperialismo yanqui.
La CNT, la FEUU, la UDELAR, el Sindicato Médico del Uruguay, las organizaciones populares, la izquierda con el Frente Amplio y los sectores democráticos de los partidos tradicionales, rechazaron el golpe y con la Huelga General se inició la resistencia.
Se sostiene que el golpe de Estado fue la culminación de un proceso. Ese proceso venía de décadas atrás, de la acción represiva del Estado militarizando sindicatos, asesinando estudiantes y trabajadores, prohijando grupos para policiales de provocación como la JUP y los escuadrones de la muerte. Tuvo un punto importante en 1964, cuando se produce el golpe de Estado en Brasil.
En esa época se da el surgimiento del MLN y sus acciones de propaganda armada, en el medio del recrudecimiento del accionar de los grupos fascistas y de la represión del Estado. Se producen los asesinatos de Líber Arce, Hugo de los Santos, Susana Pintos, Heber Nieto, entre otros. También el asesinato de los ocho obreros comunistas en el Seccional 20º del Paso Molino. Se generaliza la tortura.
En el gobierno de Jorge Pacheco Areco comienza un vaciamiento de las instituciones democráticas. Con el gobierno de Bordaberry, se intensifica ese vaciamiento; primero se ataca la independencia del Poder Judicial otorgando a los Tribunales Militares competencia en asuntos civiles; luego se entrega parte de las potestades del Poder Ejecutivo a los militares con la creación del Consejo de Seguridad Nacional; y, finalmente, se consuma el asalto al Poder Legislativo. Todo eso pasó antes, durante y después de la crisis de febrero de 1973 y de los tan mentados Comunicados 4 y 7, que fueron un momento de todo este proceso.
Las clases dominantes enfrentaban dos desafíos básicos en la década del 70. El primero, de carácter estructural: Uruguay llega a 1973 tras casi dos décadas de estancamiento económico; se necesitaba un monumental ajuste para asegurar la tasa de ganancia de los grandes capitalistas. El segundo, de carácter político: el movimiento popular venía en un creciente proceso de consolidación y acumulación de fuerzas, se había unificado en el movimiento sindical, había construido un programa de alternativas con el Congreso del Pueblo, se había creado el Frente Amplio.
El golpe de Estado es parte central de la estrategia de un sector de las clases dominantes, la rosca oligárquica financiera, para resolver a su favor estos dos desafíos. Todo esto se enmarcaba en una estrategia continental de EEUU que sembró de dictaduras el continente.
Es por eso que reafirmamos: el golpe y la dictadura en Uruguay no fueron militares, fueron fascistas. Esta calificación la hacemos no sólo por los métodos represivos; sino por su carácter de clase, con un predomino de los sectores del capital financiero y el latifundio, y por su vinculación orgánica con el capital trasnacional y el imperialismo yanqui. Una muestra de ello está en los 421 nombres de los civiles que integraron el aparato institucional del fascismo. Todos ellos vienen de la oligarquía y de los sectores conservadores blancos y colorados.
El golpe de Estado y la dictadura fueron un ejercicito brutal y terrorista de restauración conservadora. Fue la imposición de lo más reaccionario en la derecha política y social y también en las Fuerzas Armadas.
El fascismo buscó destruir a las organizaciones y las y los militantes que luchaban por la democratización de las relaciones sociales, económicas, políticas, culturales. Para eso fue la cárcel, la tortura, el asesinato, la desaparición. Para eso fueron el terrorismo de Estado y la impunidad.
La Huelga General
Por eso hay que homenajear a la resistencia. Un elemento distintivo, y único de nuestro país, fue la respuesta al golpe: la Huelga General. Antes de la fundación de la CNT, en 1964, ante el golpe en Brasil, el movimiento sindical uruguayo discutió y resolvió que respondería con una huelga general a un golpe de Estado. Esta decisión fue discutida en cientos de asambleas y ratificada en dos Congresos de la CNT.
En la madrugada del 27 de junio, la CNT lanza la consigna de la huelga general con ocupación de centros de trabajo. En esa misma madrugada miles de trabajadores ocuparon en defensa de la democracia y la libertad. Los estudiantes hicieron lo propio en las facultades y en la Universidad y se sumaron los estudiantes de secundaria y UTU.
Miles de hombres y mujeres, de muchachas y muchachos, escribieron una de las páginas más hermosas de la historia nacional. Las fábricas eran desocupadas por las fuerzas represivas y se volvían a ocupar. Cientos fueron apaleados y detenidos. Los estudiantes pagaron con sangre su compromiso democrático: durante la huelga fueron asesinados Ramón Peré y Walter Medina. La dictadura ilegalizó la CNT, ordenó la captura de sus dirigentes, habilitó los despidos y la destitución de los huelguistas, no fueron pocas las patronales que presentaron listas.
Algunos le quitan importancia a la Huelga General, otros hablan de espontaneísmo de las masas. Nosotros no rehuimos la polémica, pero reclamamos que se ubique a la resistencia popular y a la Huelga General en su justo lugar: una epopeya de heroísmo colectivo en defensa de la libertad.
Es cierto que no logró frenar la instalación de la dictadura, entre otras cosas porque salvo el del FA, no contó con un amplio respaldo político. Pero sin Huelga General, la resistencia, permanente de 11 años, hubiera sido imposible o más difícil. Sin la Huelga General, y su mensaje de resistencia organizada y compromiso democrático, no hubieran sido posibles las acciones cotidianas de resistencia, el 1º de Mayo del 80, el No a la Constitución fascista del 80, el 1º de Mayo de 1983, la marcha al Franzini, el Obelisco. La ofensiva final de masas para recuperar la democracia es hija de la Huelga General, superadora de su nivel de amplitud, pero deudora de su heroísmo colectivo.
La Huelga General es uno de los episodios más hermosos y profundos de convicción democrática de la historia nacional y los protagonistas centrales fueron los trabajadores. No podemos, ni debemos terminar este editorial sin hablar del papel jugado por el diario EL POPULAR en la denuncia y resistencia al golpe y, en particular, durante la Huelga General. EL POPULAR fue el vocero de la Huelga y contribuyó a su organización y sostén.
La resistencia al fascismo y la derrota de la dictadura no habrían sido posibles sin el compromiso y la participación de las y los trabajadores y estudiantes, el Frente Amplio y amplios sectores democráticos de los partidos tradicionales. Lo reconocemos y lo saludamos. Pero tenemos el derecho y la obligación de señalar el papel comprometido y heroico de las y los militantes comunistas en esta brega por la libertad y por la democracia en Uruguay, en la Huelga General y en toda la dictadura.
Hoy más que nunca hay que reafirmar el compromiso del movimiento popular uruguayo con la democracia, en tanto construcción de libertad e igualdad.
A 47 años, decimos con absoluta convicción: Viva la Huelga General. Nunca Más: ni golpe de Estado, ni dictadura, ni ajustes contra el pueblo.