Avi Mograbi es un destacado cineasta israelí que presentó el pasado domingo, en el Festival Internacional de Cine de Gijón, su documental titulado “The First 54 Years. An Abbreviated Manual for Military Occupation” (Los primeros 54 años. Un manual abreviado de la ocupación militar).
En el documental aparecen testimonios de exsoldados israelíes quienes describen sus misiones en los territorios palestinos, relatos estos que son acompañados de imágenes de archivo acerca del más de medio siglo de sometimiento militara que han sido sometidos los palestinos.
A pesar del éxito que el documental experimenta allende las fronteras de Israel, su “suerte” en el país natal de Mograbi es incierta.
De acuerdo al diario español El País, “salvo unos pocos pases en las filmotecas de Jerusalén y Tel Aviv, nadie ha querido mostrarlo en Israel” y ello ha sido así, tanto en “las salas comerciales”, como en la televisión abierta.
Tampoco los “canales de documentales de las plataformas por cable, ni los festivales de cine locales” han emitido el material cinematográfico.
Al ser consultado sobre este silencio, Mograbi, de 65 años, declaró, desde su casa en Tel Aviv:
“Acabo de volver de una gira por la Costa Este de Estados Unidos. El documental se ha exhibido antes en la Berlinale y en el festival de Nueva York; en Suiza, Portugal, Alemania, Austria (…) también en Japón, Australia e India”.
En Israel, en cambio, aclaró el destacado cineasta, “solo han podido verse unos pocos pases del documental en las filmotecas de Jerusalén y Tel Aviv”.
No es la primera vez que Mograbi se ubica en el centro de la polémica, recuerda el medio de prensa español, aludiendo a otros “polémicos filmes” del cineasta, entre los que resalta el documental “Cómo aprendí a superar mi miedo y amé a Ariel Sharon” de 1997, que sí fuera exhibido en salas y en la televisión israelí.
En este nuevo material, se destaca la aparición del cineasta “como un maquiavélico presentador”, algo que lo posiciona como un emulador del “humor negro de los chistes que los mismos judíos hacen sobre el Holocausto”, en sus descripciones sobre las “ventajas de la ocupación”.
En su valoración del trabajo del cineasta, el medio de prensa recuerda que la deriva del trabajo cinematográfico de Mograbi “discurre en paralelo al vuelco político experimentado en Israel en las tres últimas décadas”.
“La izquierda israelí era muy fuerte (en 1992 logró la victoria electoral con un 45% de los votos antes de impulsar los Acuerdos de Oslo con los palestinos) y ahora está bajo mínimos, integrada en minoría (apenas suma un 10% de los sufragios) en un Gobierno compartido con ultraconservadores y centristas. Lo único importante que ha hecho ha sido apartar del poder a Benjamín Netanyahu”, afirmó el cineasta en un tono que es descrito como “cáustico”.
“Al principio de mi carrera era muy ingenuo y creía que podía cambiar la realidad con mis películas (…) ahora, me guste o no, mis filmes van dirigidos a una izquierda que está en vías de extinción en Israel y precisa verse reforzada con ideas para seguir con vida”, remarcó Mograbi al referirse al “marcado sesgo político de su obra y añadió, “un director hace películas pensando en su propia sociedad. El desinterés mostrado en Israel por mi obra es descorazonador”.
Además del “mensaje sarcástico” que predomina en el film, las imágenes del mismo son descritas como salpicadas por la violencia, escenas estas que fueron grabadas “por soldados israelíes y por civiles palestinos en unos hechos en los que participaban, unos como perpetradores otros como víctimas”.
En una de las escenas del filme, añade el medio de prensa, “un veterano del Ejército describe cómo tuvo que ejecutar la orden de obligar a un niño a retirar una bandera palestina plantada en lo alto de una torre de una línea eléctrica”, una escena que es acompañada de una secuencia de archivo con la escena real”.
“El poder de las imágenes históricas refuerza el valor de la palabra (…) si quieres montar tu propia ocupación militar, aquí tenemos muchas ideas que ofrecerte”, resume Mograbi respecto al eje argumental de ‘Los primeros 54 años’.
“Sirve para el Sáhara Occidental, para Tíbet, para Cachemira (…) Yo mismo lo cuento encarnando a un personaje cínico a quien no le importan los daños colaterales que tienen que pagar los civiles, solo el método para lograr su ambición territorial”, expresó con rostro serio el destacado cineasta.
Sus inicios como cineasta lo encontraron rodando cortos durante la Primera Intifada, fruto del cual emergió el documental Deportación (1989), sobre el secuestro de líderes palestinos y su expulsión a Líbano.
Sobre este documental afirmó, “intenté mostrar la inmoralidad que suponía echar a alguien de su propio país”.
Hasta la fecha, concluye enfatizando el diario español, “ni un solo festival de cine en Israel ha querido programar su película”.
“Los propios organizadores me llamaban para decirme que el filme era bueno, pero no iban a exhibirlo. Uno se puede imaginar, a la vista de los ataques políticos que ha sufrido Breaking the Silence en los últimos años, que hoy en día no se toleran que circulen sus declaraciones políticas”, agregó Mograbi, quien reconoce que lo que sucede es “extremadamente frustrante”.
“Es extremadamente frustrante. Un director hace películas pensando en su propia sociedad. El desinterés mostrado en Israel por mi obra es descorazonador (…) el hecho de que no quieran escucharte no significa que debas callarte”, enfatizó.
Para eludir la censura, el cineasta decidió subir de forma íntegra el documental a Facebook, en el área del Oriente Próximo.
“Hemos invertido mucho en promocionarlo en las redes sociales hasta alcanzar las 800.000 visualizaciones; vamos camino del millón (…) y los comentarios están escritos casi a partes iguales en hebreo y árabe”, señaló Mograbi.
Para comprender el contexto de semejante silenciamiento, hay que recordar que, durante el gobierno de Netanyahu, un período nefasto para los que se autodenominaban de “izquierda”, se proclamó la denominada “Legislación de Lealtad”, una normativa que impide la financiación pública para el trabajo de aquellos creadores que “causan daño al Estado con sus críticas”.
El silenciamiento que hoy afecta al trabajo de Mograbi, proviene de ese tiempo y muestra la inercia de una política de “ostracismo cultural”.
Rolando Arbesún