“Silencio en la noche, ya todo está en calma
El músculo duerme, la ambición descansa…”
Silencio de Gardel y Le Pera
El próximo 27 de octubre los uruguayos vamos a tomar decisiones por los próximos 5 años, sin embargo, habrá algunas decisiones que tendrán repercusiones por mucho más tiempo. Una de esas es sobre la enmienda constitucional al Art. 11 de la Constitución que define al hogar como un sagrado inviolable.
Hace tiempo que los uruguayos venimos cediendo derechos en procura de recuperar la seguridad perdida, sin embargo, lejos de ello asistimos a un aumento sostenido de la violencia que es proporcional al de la dosimetría penal con la que se pretendió combatirla. Lejos de hacerlo, los números indican que las cárceles cada vez están más hacinadas y que la inflación penal no solucionó nada. Ahora, vuelven a poner el foco en una medida que afecta un derecho fundamental consagrado en piedra… hasta hoy.
Ver también –Allanamientos, patrullajes y el dilema de la nocturnidad
La noche se ha convertido en una cómplice perfecta para encubrir la actividad ilícita en muchos barrios a lo largo y ancho del país. Ya no se trata de una condición exclusivamente capitalina ni metropolitana, pues ha permeado todos los rincones del país, tal como se aprecia en la agenda noticiosa de cada día.
Esa condición temporal fue -también- un desvelo para nuestro constitucionalista que consagró en la Carta Magna la condición de sagrado inviolable al hogar durante la noche, un lugar al que solo con la voluntad del dueño de casa se podría ingresar una vez producida la caída del astro rey.
Semejante derecho a la inviolabilidad del domicilio respondía a circunstancias que son atemporales y rigen hasta el presente. Durante la noche el hogar se convierte en el refugio de la familia previo al descanso, un refugio que necesitaba ser protegido con el mayor rango posible.
Con el tiempo, aquel derecho sería objeto de estudio y controversia al asignársele la cualidad de otorgar protección para el delito nocturno. Así es que llegamos a este escenario en que los promotores de una enmienda pretenden imponer la “violabilidad” del hogar contra la máxima constitucional que lo impedía, hasta ahora.
Más presencia policial… de noche
Sin perjuicio de entender que una boca de drogas no es ni será nunca un hogar sino un comercio ilegal, y mucho menos sagrado e inviolable, la medida es innecesaria. Bastaría con modificar la planificación operativa de la Policía para tornar ese rango horario que va desde la caída del sol hasta el amanecer en un tiempo inútil para el delito y el crimen “desorganizado” que significan las bocas de drogas.
Con intensificar el patrullaje durante la noche, bastaría para cortar con los circuitos de la droga que circula y abastece las bocas, al tiempo de desestimular el tránsito de personas o potenciales clientes. Simplemente aplicando las reglas del bendito mercado, esas que tanto alaban los liberales promotores de medidas de esta naturaleza.
Es cierto que de noche el trabajo se encarece pues es necesario aplicar una compensación por nocturnidad. Sin embargo, la adecuación de los cuadros operativos podría destinar recursos sobre utilizados en horario diurno para asignarlos al tiempo más útil y necesario hoy para la gente que es la presencia policial durante la noche.
Sustituir el patrullaje presencial por el virtual también puede y debe ser una medida a aplicar de forma urgente, dejando de usar los recursos tecnológicos como meros respaldos para devolverles su potencial original de acción en tiempo real y poder disuasorio perdido, hoy día, con el trabajo de los visualizadores.
En muchos barrios, la oscuridad es hoy un instrumento que utilizan para crear un escenario que resguarde su actividad ilícita. Pese al esfuerzo de las alcaldías que restituyen luminarias, los delincuentes las vuelven a “apagar” a su arbitrio dejando a los vecinos cual rehenes de una situación que alimenta la percepción de inseguridad.
La presencia policial nocturna es casi nula, salvo en contadas y puntuales ocasiones donde se producen intervenciones como inmediata respuesta a eventos dolorosos y/o violentos. La prevención y la disuasión que produce el patrullaje ha pasado a un segundo plano, dejando liberados a su suerte a los vecinos de los barrios de todo el país.
Los equipos PADO, que solían instalarse y responder a los mapas de calor, ya son historia y la decisión de disponerlos bajo la égida de los Jefes de Policía implicó un retroceso importante que le quitó poder y eficacia en la respuesta, otorgando un grupo de personal disponible cual bolsa de trabajo para cubrir servicios caídos en lugar de su misión primigenia de enfriar puntos calientes de delitos.
Si a todo ello le sumamos la ausencia de patrullaje en horas de la noche, la creación del combo perfecto para la delincuencia es completa. Pues el crimen desorganizado que implica la actividad de las bocas de drogas lleva a un incremento de la violencia de tal magnitud que se traduce en más homicidios, mal que le pese al Ministerio del Interior y al informe Rojido, como sostiene el director del Observatorio, Javier Donángelo.
Los uruguayos vamos a decidir si permitimos o no el allanamiento del sagrado inviolable durante la noche o no. Mientras tanto, ya podríamos aplicar acciones mucho más efectivas que esa con tan solo incrementar la presencia policial durante la noche para disuadir y romper la cadena comercial ilícita de forma más inteligente y efectiva.
«Silencio en la noche» -dice el tango- a lo que agrego que mientras «el músculo duerme» ¡las bocas trabajan!
Si mientras «trabajan» las vigilaran un poco, seguramente el músculo podría descansar en paz sin necesidad de allanamiento alguno.
el hombre subía el volumen,
el perro escuchaba desde su casilla…
Fernando Gil Díaz – «El Perro Gil»