¿Qué hacer?

Ana Hurtado (*)

En 1902 el mundo recibía una de las obras más importantes de Lenin, llamada ¿Qué hacer? Reflexionaba en sus páginas sobre qué camino debe tomar un partido revolucionario y su conexión con las masas.

Si bien en aquella época no se habían dado muchos de los fenómenos sociales, guerras y masacres que vinieron después, Lenin se centraba en dar forma a una organización lenta y sólida de la clase trabajadora, siendo esta la única manera de obtener sin duda la libertad de pensamiento y la conciencia de clase. Así es y no hay de otra.

Pero dentro de este plano teórico y filosófico, hay variantes que pueden romper la armonía de esta gestación de pensamiento que se construye tras años y siglos.

Rosa Luxemburgo lo verbalizó en una frase que escuché por primera vez en mis años universitarios: “Cuando la Revolución baje de nuestras cabezas a nuestros puños”.

¿Y es legítimo? Y tanto que sí. Porque en determinados momentos, cuando no hay salida, o te defiendes, o te arrebatan hasta el aire que respiras. Por eso es que apoyamos y seguiremos haciéndolo siempre a la resistencia palestina. Que es digna, que hace uso de las vías que tiene frente a una ocupación criminal y destructora, que cuenta con las herramientas imperialistas para manipular e intoxicar el relato diario de los acontecimientos. El pueblo palestino tiene derecho a resistir por todos los medios. Todos son válidos cuando te están enterrando vivo. Cuando el nivel de sadismo rebasa todos los límites por parte de los perros de presa de Netanyahu. Cuando están matando a todos los periodistas de la zona para que no nos cuenten la realidad de lo que realmente sucede.

Pues resulta que acabamos el año 2023 con un genocidio que no ha parado, que continúa. Que nos acompaña a diario en cada cosa que hacemos. Y nos enfrentamos a dos escenarios peligrosos: normalizarlo y que nos acostumbremos a la barbarie. Y el segundo, que es el de la desmoralización. Que nos deprimamos, que nos inmovilicemos. Todo esto, los hacedores de guerras y los que trafican con vidas lo saben. Ellos están milimétricamente formados en cómo manipular la psiquis humana para que, llegados a un punto, la guerra se vea lejana y la gente se disocie de ella.

Como dicen nuestros compañeros palestinos: nosotros no tenemos tiempo para llorar. Nosotros tenemos que pasar a la acción. Como ya lo hacen heroicamente los que están dentro de la franja de Gaza y de los territorios ocupados ilegalmente por el sionismo.

Nosotros tenemos que hablar sin tapujos. Decir la verdad sin pudor. No tener máscaras. Gritar alto y claro que la resistencia palestina no es terrorista. Que el imperialismo bestializa al hombre y que hemos llegado a tal punto en que el odio al opresor es el factor de lucha más fuerte que tenemos en estos momentos para decir BASTA.

Existe el amor como existe el odio. Yo odio al imperialismo, al colonialismo, al sionismo, al abuso de poder, a la violencia de género, a la injusticia social, el maltrato. Odio tantas cosas que veo en el mundo que si no fuera por ese sentimiento que me despiertan, no tendría la fuerza para denunciarlas y también para movilizarme en contra de ellas. Eso no me impide amar, y lo hago también, con igual o mayor fuerza.

Es el odio a la guerra, a sus criminales, al terrorismo de estado y al imperialismo norteamericano e israelí lo que nos debe hacer no callarnos. No claudicar jamás mientras sigan cometiéndose injusticias en Palestina.

A día de hoy en Gaza se han lanzado ya más bombas que todas las que se tiraron en la II Guerra Mundial.

Nos enfrentamos a un movimiento poderoso supremacista, al igual que lo era el nacionalsocialismo alemán, conocido como el nazismo. Hablamos de dos movimientos parecidos con muchos paralelismos.

Israel es el único país del mundo donde está permitida la tortura por ley y juzgar a niños en cortes militares. Han sitiado la franja de Gaza tal que al Gueto de Varsovia. ¿Qué más pruebas se necesitan?

Netanyahu es un criminal de guerra que necesita urgente ser juzgado por la Corte Penal Internacional. Que ha matado en dos meses y medio a más periodistas de los que murieron en veinte años en Vietnam.

No está de más recordar que Israel no sería capaz de hacer toda esta guerra sin el apoyo del tío Sam. No hay una contienda bélica en el mundo en la que no estén metidos los estadounidenses sin tener al lado a sus vasallos de la Unión Europea.

Y florece la frustración. Porque el Ejército Rojo derrotó al nazismo y puso más de veinte millones de muertos en la segunda guerra mundial. Es un golpe en la historia que el ego imperial tiene atragantado. Y los otros porque quieren hacer pagar a los demás los crímenes que en su día cometieron con sus antepasados en el holocausto.

Nos cuentan que hay judíos que dicen al sionismo: “Los nazis me hicieron pasar miedo por ser judío. Tú me estás dando vergüenza de ser judío”.

A esos judíos, que nada tienen que ver con el sionismo colonialista y expansionista, solo darles voz. La que Israel quieren opacar y esconder.

A nosotros, a los palestinos, a cualquier persona que levante la voz contra este exterminio: gritar. Cuanto más nos quieran callar, hacerlo más alto.

Por qué mañana, o próximamente, se abrirán las grandes alamedas.

(*) Periodista española, documentalista y comunicadora en redes sociales. Cuba Debate.

Compartí este artículo
Temas