Hace años que no escribía una columna como ésta, por lo menos seis. Casi todos los martes desde 2017 tocó referirme al acelerado deterioro democrático que se desató en Guatemala tras la acometida del Pacto de Corruptos -esa alianza no escrita entre élites políticas y económicas, militares de la contrainsurgencia, redes de tráfico de influencia judicial y hasta operadores de estructuras criminales- que prácticamente instauraron una dictadura corporativa que barrió con derechos y libertades ciudadanas, encarceló y forzó al exilio a decenas de operadores de justicia, periodistas y activistas sociales y, por poco, aniquila el derecho a elegir y ser electo. A casi nada estuvimos, pero no les alcanzó.
Con todo el aparto del poder operando y con la prepotencia que les dio sentirse en la impunidad más absoluta, decidieron sacar de la elección a los candidatos y candidatas “anti-sistema” que según sus cálculos tenían posibilidades de ganar, pero dejaron una pequeña rendija por la que se les coló el pueblo para dar un giro al timón y meter al binomio del Movimiento Semilla en el balotaje. Y aquí estamos hoy, contra todo pronóstico, frente a un escenario inesperado pero esperanzador que nos permite pensar en que se puede empezar a recorrer el camino de la recuperación democrática que le devuelva dignidad y derechos a las grandes mayorías postergadas.
No será fácil, ya están operando para no dejarles asumir o para procurar que lleguen al 14 de enero desgastados y sin partido. Lo anunció sin ninguna vergüenza el alfil de la impunidad, Rafael Curruchiche, el viernes antes del balotaje. Lo refrendó la candidata perdedora de la que ya no queda duda se pasó con armas y bagaje al lado oscuro (donde siempre tuvo un pie) cuando vociferó que si perdía era porque se concretaría un fraude, que es lo que van a alegar para echar a andar de nuevo la estrategia del golpe judicial. Estamos a las puertas de la persecución penal contra digitadores y magistrados de la autoridad electoral y de las acusaciones de lavado de dinero contra la dirigencia partidaria porque la tesis es “demostrar” que el Movimiento Semilla es una estructura criminal.
Sí, todo eso que sabemos que viene está ahí. Pero también está esa histórica capacidad de resistencia y rebeldía de este pueblo que nos da hoy el permiso de emocionarnos y sentir que, por fin, del pantano nauseabundo en el que se convirtió nuestro sistema político emergió una opción que tiene a miles gritando como en 1944, “¡Viva Arévalo!”.
Por supuesto que no es suficiente. Las élites depredadoras tienen cooptados todos los espacios del poder (apenas se les arrebató una parte) y en este país no se puede pensar ilusamente en que hay un punto de no retorno; siempre nos pueden hacer retroceder por más que parezcan debilitados y hasta divididos.
Llegamos al 20 de agosto. Toca ahora alcanzar para antes del 31 de octubre, día en que oficialmente se cierra el proceso electoral, la declaratoria de Bernardo Arévalo y Karin Herrera como presidente y vicepresidenta electos. Después, en esta que parece ser una carrera de obstáculos, la meta es el 14 de enero de 2024, fecha en que deberán tomar posesión. Toca ser estratégicos, saber cómo se llegó hasta aquí y no perderse en la lectura política producto de la euforia. Arévalo lo dijo bien: fue una serie de factores lo que nos permitió llegar, no podemos subestimarlos.
Imposible creerle a Alejandro Giammattei ese mensaje de buena voluntad mientras Miguel Martínez, el poder en la sombra, y el MP sigan serruchándole el piso a Semilla para sabotear la contundencia de la voluntad popular expresada en las urnas. La transición será larga y los del Pacto siguen acá, no se van al medio tiempo a descansar. Toca redoblar para alcanzar la primavera.
Marielos Monzón
Fuente:https://www.prensalibre.com/opinion/columnasdiarias/que-viva-la-rebelde-primavera/