A algunos representantes políticos de la coalición de gobierno les preocupa más la estética de quienes participan en la actividad parlamentaria que lo que se discute en sus sesiones.
Los ejemplos sobre esta “preocupación” abundan, al menos desde la asunción del gobierno multicolor, se han sucedido episodios similares al de la pasada jornada cuando el representante por el partido Nacional, Gustavo Penadés, afirmó que el modo en que la representante del Frente Amplio (FA) Amanda Della Ventura estaba vestida “no los representaba”.
No había en la vestimenta de la representante frenteamplista ninguna estética disonante, simplemente llevaba puesto una remera de “Todos somos familiares”.
¿Le asombra al representante nacionalista saber que ha sido justamente la fuerza política de izquierda la que ha posibilitado la interpelación permanente del tenebroso accionar de las fuerzas armadas y sus cómplices políticos?
Es deseable suponer que no, aunque no más sea porque fruto de dicho accionar destacados dirigentes históricos del nacionalismo no sólo fueron perseguidos, sino, además asesinados.
¿Es la memoria histórica para el señor Penadés un ritual fosilizado y restringido a ciertos actos protocolares en los que su colectividad política “rinde tributo”, por ejemplo, a Wilson Ferreira Aldunate, Zelmar Michellini y Héctor (Toba) Gutierrez Ruíz?, sería deseable que no, aunque no más sea porque la historia de esos actos tenebrosos también golpeó a preclaras figuras del nacionalismo.
La “indignación”, “molestia”, “enojo” o como quiera llamarlo el representante nacionalista y su afirmación sobre la “no representación” del enunciado en la remera de Della Ventura, es cuando menos rara si uno se atiene al “supuesto compromiso” del actual presidente de la República respecto al tema de los desaparecidos.
Es rara también si se recuerda, como afirmó el senador Charles Carreras, que no existía ninguna norma que validara la calificación de Penadés sobre la vestimenta de Della Ventura.
“¿Dónde está la norma que nos impida expresarnos en la casa de la democracia? ¡Todos somos familiares, hoy y siempre, pero hoy… más que nunca!!”, enfatizó Carreras quien añadió, “no compartimos para nada ese tipo de expresiones, pero además no aceptamos de ninguna manera que la senadora Bianchi hable de la conducta de la compañera de mi bancada, no la acepto de alguien que es un ejemplo de inconducta en este Parlamento nacional”.
No es la primera vez, en la historia nacional que el tema de la representación aparece asociado a los hechos de la noche más oscura del país.
En ocasión de presentarse ante el Tribunal Russell, Zelmar Michellini dijo «los hechos no suceden en vano, siempre hay una sanción moral, un juicio de la historia; a ella nos remitimos, pero no pasivamente.
Aspiramos a hacer nosotros mismos la historia de estos años. En este Tribunal Russell representamos a quienes no pueden venir porque han desaparecido de la faz de la tierra; a los que no pueden llegar porque han sido mutilados, a los que no pueden hacerse oír porque sus mentes se cerraron para siempre, víctimas de los tormentos padecidos. Nuestra voz es la de todos aquellos que habiendo sufrido no pueden gritar su rebeldía, no pueden proclamar su lucha. Pero no es sólo una voz de acusación y de condena. Es también una voz de esperanza y de fe. De esperanza y de fe en nuestra patria, en nuestro pueblo, en nuestra lucha, en el Hombre Nuevo que está surgiendo para la liberación. Por eso, como el poeta lo dijera tan cálidamente: honramos a los que se han ido para siempre y cantamos a los que estando en la Tierra ya están renaciendo con el trigo”.
Aunque no más sea por vergüenza, el senador Penadés debería recordar estas palabras de quien fuera uno de los nacionalistas más valiosos del país; y en consecuencia, ya que no le alcanza la “garganta” para exigir justicia y denunciar impunidades, guardar respetuoso silencio ante el reclamo de todos y todas aquellas personas que, aún hoy buscan Verdad, Memoria y Justicia.
Esas voces nos representan a todos y Penadés no debería olvidarlo porque allí estarán para siempre las palabras de Michellini que deberían sonarle como un imperativo ético, a partir del cual se sostiene la vergüenza y el amor por la memoria y la verdad histórica, pero sobre todo por la justicia.
Rolando Arbesún