Pablo Da Rocha (*)
El pasado 16 de setiembre el Banco Central del Uruguay (BCU) dio a conocer las estimaciones del Producto Bruto Interno (PBI) correspondientes al segundo trimestre del año 2022. De acuerdo con la información divulgada, se registró un incremento de 7,7%, en relación con el mismo período del año anterior.
Es bueno saber, que este dato -la estimación del PBI- es muy relevante para la política económica, pues brinda información acerca del desempeño de la economía nacional, pero a su vez constituye un insumo relevante para la proyección de la evolución económica en el futuro. De hecho, suelen ser el dato más esperado por los analistas para poder realizar estimaciones acerca de la evolución de otras variables.
En efecto, es razonable pensar, que si la economía “crece” -medido a través del PBI- que también lo hagan otras variables, por hallarse (co) relacionadas, es posible creer, que si crecen los ingresos, crezca el consumo, y con éste, la recaudación. En este esquema, es dable creer, que, si crece la recaudación, un Estado pueda contar con mayores recursos para llevar a cabo sus políticas públicas. Al menos, es lo que la teoría parece indicar, pero que la realidad en alguna parte parece truncarse. En todo caso, ¿será la realidad?
Lo cierto es que la economía nacional retoma nuevamente la senda de crecimiento, fundamentalmente debido a los “elevados rendimientos alcanzados en la cosecha de soja” y, por supuesto, “a la normalización de las condiciones sanitarias en el país”. Asimismo, los datos publicados dan cuenta de un crecimiento en todos los sectores de actividad. No obstante, ello, vale la pena mencionar algunas cuestiones, por ejemplo, vemos que la demanda externa -las exportaciones- experimentaron un gran crecimiento, al punto de poder constituirse en un registro histórico; sin embargo, el gasto del gobierno se desacelera y el consumo de los hogares -principal componente de la demanda agregada- sigue por debajo de la prepandemia en cualquiera de las comparaciones temporales.
El dato de todos modos más ilustrativo es que si tomamos en cuenta cuál ha sido el desempeño de la economía, vemos que el PBI ya se ubica por encima de los niveles prepandemia; de modo, que cabe preguntarse cómo se ha “derramado”, es decir, si el crecimiento de la economía ha contribuido a la mejora de la calidad de vida de la población. Si bien, podríamos dedicar varias columnas a analizar si hubo (o no) “derrame”; en esta oportunidad, nos enfocaremos -dado que nos toca de cerca y forma parte del debate actual- en cómo la mejora de la macroeconomía ha favorecido (¡o no!) a la Universidad de la República (UdelaR).
O% para la Universidad
En nada; así como se lee, no hay absolutamente ningún recurso, en esta Rendición de Cuentas destinado a favorecer a la Universidad. Solo para brindar un dato al respecto, cuando las estimaciones del gobierno del crecimiento de la economía para el período 2020-2024 -por cierto, incluyendo la caída registrada en el año 2020 por la pandemia- es del orden de 9% acumulado; la Universidad registrará una caída de 7,6%.
Indudablemente no parece justo, sorprende, que la Universidad que tanto contribuyó al combate a la pandemia -que recibió elogios a nivel nacional e internacional- hoy se vea envuelta en reclamos desde todos los órdenes (estudiantes-docentes-funcionarios), por no recibir ningún incremento. Pero para ilustrar aún más, el vergonzoso bochorno del gobierno es necesario dar algunos elementos para el conocimiento público, para poder entender (y hacer entender a los desentendidos), porque “No nos da lo mismo” que no se le brinden los recursos que necesita nuestra “casa de estudios”.
La Universidad de la República explica más del 85% de la formación terciaria de nuestro país, y desarrolla más del 80% de la investigación -esa misma que aportó durante la pandemia, y sigue aportando para el futuro-. En efecto, para que se tenga una dimensión del impacto, desde más de 550 proyectos de investigación seleccionados por su alta calidad, solo pudieron ser financiados cerca de 350, es decir, que casi el 40% no pudo llevarse a cabo por falta de recursos.
Por otro lado, en el marco de una matrícula en constante crecimiento (en el año 2021,la UdelaR recibió más de 22 mil estudiantes más que el año anterior), el plantel de docentes se mantiene constante por falta de presupuesto; y con ello la dedicación docente se enfrenta a mayores exigencias, que lamentablemente atentan con la calidad pedagógica, pues el fuerte incremento de la matrícula, frente a un cuerpo docente que no crece, provoca que la relación de horas docente por estudiante siga cayendo por cuarto año consecutivo (pasando de 1,77 a 1,54).
Asimismo, una histórica y necesaria demanda como la descentralización de la oferta educativa -que durante los años anteriores empezó a dar frutos- con la implementación de centros en el interior del país, como los centros universitarios regionales (CENUR) en el litoral Norte, Noreste y Este, se ven fuertemente afectados en el desarrollo de nuevas infraestructuras para continuar con el proceso de ampliar aularios, laboratorios o mejorar las condiciones edilicias de los establecimientos.
Por otro lado, la UdelaR se ha caracterizado a lo largo de su historia de querer y poder ampliar las oportunidades de acceso a educación terciaria de calidad y pública; donde poder estudiar no sea un privilegio de pocos, o este condicionado a la capacidad contributiva de las personas. En ese sentido, se desarrollaron e implementaron sistemas de becas para quienes más necesitan para poder estudiar, incluso para financiar posgrados, pues las becas permiten que nuestros investigadores se desarrollen y sobre todo puedan permanecer en nuestro país. Todos estos programas se quedaron sin financiamiento posible, afectando casi el 50% de las mismas.
Cerebros en fuga
Es más que elocuente el aporte de nuestros universitarios a la sociedad, lo siguen demostrando. No es razonable, que dada la importancia que tiene la educación, y sobre todo la que genera nuevo conocimiento se desestime o lo que resulta aún más doloroso, se desconozca. La educación tiene el enorme potencial de generar mejores condiciones para el desarrollo nacional, para la sofisticación tecnológica y para brindar más valor agregado, no parece lógico que no se destinen ni siquiera recursos para su mantenimiento o actualización.
A la Universidad se le asignan 0% de incremento presupuestal, a esto se le agrega la quita del adicional al Fondo de Solidaridad que se invierte prácticamente en su totalidad a infraestructura. Sumado a ello, hay que recordar que los docentes y funcionarios experimentaron una rebaja salarial -pérdida de su capacidad de compra- cercana al 8% durante el año 2021, la que se espera -con viento a favor- que se retomen los mismos niveles que prepandemia recién en el año 2025. Es decir, lo perdido no se recupera, pero, aunque la economía registre crecimiento durante este período de gobierno, los salarios no lo harán.
La pérdida salarial que trae aparejado este presupuesto hunde aún más a los salarios docentes -nos referimos, por cierto, a los niveles salariales más bajos de la región teniendo en cuenta que son niveles terciarios-. Si a ello le agregamos que en el orden de 65% de nuestros docentes universitarios son grado 1 y grado 2, es decir, personas con gran formación que eventualmente el país puede perder, si no se tiene en cuenta que son ellos, en buena medida, quienes sostienen la docencia y la investigación llevada a cabo en nuestro país. El riesgo de fuga de cerebros vuelve a acechar.
Exigimos y reclamamos más presupuesto para nuestra Universidad de la República, de otro modo, estaremos más que hipotecando el futuro de nuestros jóvenes, las posibilidades de dar el salto en calidad y evitando que nuestro país incorpore niveles mayores de innovación y tecnología que nos permita también mejorar y sostener los niveles de crecimiento; pero sobre todo ampliar el bienestar de nuestra gente.
QUE NO TE DE LO MISMO
¡Salud!
(*) Economista, integrante del Instituto Cuesta Duarte y del equipo de “Valor!!”.
Foto de portada:
Docentes y estudiantes de la Udelar el miércoles pasado, en las afueras del anexo del Palacio Legislativo. Foto: Javier Calvelo/ adhocFOTOS.