20220726 / URUGUAY / MONTEVIDEO / Acto de solidaridad con Cuba por el aniversario al asalto al Cuartel Moncada. El acto, convocado por varias organizaciones sociales y políticas, se realizó en la Sala Zitarrosa. En la foto: Acto del Comité Uruguayo Antiimperialista de Solidaridad con Cuba, por el aniversario del asalto al Cuartel Moncada; en Sala Zitarrosa. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS

Un terrorismo de más de seis décadas

UJC

Hace 61 años el mundo vio nacer una de las políticas más ilegales e ilegítimas de la historia de las relaciones internacionales. Una medida unilateral por parte de un país que impacta comercial, económica y humanitariamente sobre un tercero; tomando a los demás países del planeta como rehenes. 

El 3 de febrero de 1962 el entonces presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, dispuso una orden ejecutiva donde ordenó el “embargo a todo el comercio de Cuba”; ¿su objetivo? Según rezan las propias palabras de los Archivos de Seguridad Nacional de aquel país (que vieron luz décadas después): “crear penurias y desencanto […] provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno” del país caribeño. Pocas líneas más serían necesarias para demostrar el carácter terrorista de esta acción. Se trató, y se sigue tratando ahora, de una política de reprimenda, coacción e injerencia de un Estado sobre otro; utilizando la erosión del bienestar y las posibilidades de desarrollo del segundo como instrumento de presión. Una política diseñada de tal manera que recuerda a las ollas de presión, donde el tiempo es el principal aliado, pero en este caso la presión no tiene como objetivo la preparación de una carne que se deshace al tacto, sino destruir la vida de millones de personas. 

Hablar de una medida instalada en 1962 en estos días no es un arcaísmo. No fue un exceso de un presidente descompensado, al que los acontecimientos posteriores fueron convirtiendo en una anécdota de lo que es capaz de hacer quién cree que el mundo está a su merced y debe rendirle tributo; ojalá lo hubiera sido. Lo cierto es que luego de Kennedy el bloqueo se cristalizó traspasando a cada administración posterior, republicana o demócrata, mostrándose como un ejemplo triste pero efectivo de lo que es una verdadera política de Estado. El bloqueo ha pasado por diferentes momentos, es cierto; algunas acciones acotadas y transitorias que han “aflojado la cincha” esperanzaron en vano con su superación. Pero los hechos muestran que tras cada rendija vino de nuevo el tirón, y en el acumulado el bloqueo no ha hecho más que perfeccionar su capacidad de generar dolor.

En 1964, apenas 2 años después de su instalación, el presidente Johnson incorporó a la lista de restricciones para el intercambio comercial los alimentos, rubro excluido originalmente. Medida que fue acompañada de una política abierta de promoción del aislamiento económico y diplomático de la isla por parte de los países miembros de la OEA, presionando a los Europeos para que hicieran lo propio. 

En los 80, con Reagan a la cabeza, no solo se volvieron a restringir los viajes a la Isla y se reimpulsó el embargo del comercio con filiales estadounidenses en terceros países, flexibilizado en los años 70; sino que en un acto que echa por tierra cualquier atisbo de credibilidad del gobierno norteamericano en su rechazo al terrorismo y su compromiso para combatirlo, Cuba fue incorporada a la lista de países que lo financian y promueven. Este estatus, sostenido ininterrumpidamente hasta 2015, no solo constituyó una afrenta que se da de bruces con la práctica solidaria y humanitaria de Cuba; sino que es una fantasía irrisoria cuando el mundo sabe que el terrorismo sobrevive en base a un enorme flujo de dinero que interactúa permanentemente con la economía legal de los principales centros económicos mundiales. Centros entre los cuales no está Cuba y si los Estados Unidos.  

Fue Clinton quien en los 90 terminó de erigir la arquitectura definitiva del bloqueo. Las leyes Helms-Burton convirtieron una política “a priori” bilateral, en un bloqueo internacional y multilateral. Mediante ellas se estableció que cualquiera que negocie con entidades comerciales cubanas sería sancionado por las instituciones norteamericanas. 

Una nueva rendija se abrió en la administración Obama, cuando se flexibiliza la restricción comercial para algunos productos, se habilitan viajes turísticos a la isla y se reinstalan relaciones diplomáticas, incluyendo la apertura de embajadas. Pero como antes, después de que aflojó la cincha vino el tirón. Con la llegada de Trump a la casa blanca en 2017 se revirtieron las flexibilizaciones, se volvió a incluir al país caribeño en la lista de países patrocinadores del terrorismo (de la que se la excluyó transitoriamente en 2015), y se reforzó el bloqueo con restricciones adicionales a operaciones financieras, intercambios culturales, cooperaciones científicas, entre otras áreas. Cada una de estas políticas permanecen hoy prácticamente incambiadas.

El bloqueo ha intentado durante décadas legitimarse. Inicialmente, sus defensores lo hacían abiertamente, reconociendo que nacía de la disposición de los Estados Unidos de castigar a Cuba por haber transitado un proceso transformaciones que, entre otras cosas y esencialmente, implicó la independencia de la Isla frente a su vecino del norte, la soberanía sobre los recursos que le son propios y las políticas que dentro de sus fronteras se desarrollan. Por entonces, aunque igual de inmoral, le era más fácil agitar el fantasma del comunismo, mostrar líderes de barba desprolija que nacionalizaban y estatizaban empresas norteamericanas, dirigidas hasta entonces por familias muy bien vestidas y educadas; en un país en donde sobraba el analfabetismo, la desnutrición, la falta de servicios y la represión. 

Luego de la caída de la URSS, y a medida que Cuba demostraba en la práctica que su forma de habitar el mundo era, paradójicamente, la antítesis de quienes se proclaman “buenos vecinos” pero recorren el mundo con el “garrote” en la mano, las volteretas para defenderlo fueron numerosas. Es difícil explicar la disposición de un Estado, por más grande, rico y poderoso que sea, de rendir por hambre al pueblo de otro. Más cuando ese otro solo reclama su derecho a decidir independiente y soberanamente su destino, sin imponer nada a nadie. Es aún más difícil cuando esa premisa ha sido una práctica, y donde el Estado grande, rico y poderoso aparece tras tropas militares, corporaciones y conspiraciones políticas; el pequeño, pobre e irreverente lo hace con educadores, médicos, deportistas y artistas. 

Hoy, el discurso de los portavoces norteamericanos es que el bloqueo es interno; o lisa y llanamente, que no existe. Sin embargo, todos fuimos testigos de que en plena pandemia, cuando estallaban por el aire los sistemas de salud de una enorme porción del mundo y moría gente por respirar; el país caribeño se vio imposibilitado de comprar vacunas e insumos médicos. El gobierno norteamericano y su bloqueo estuvo dispuesto a permitir que más de 10 millones de cubanos murieran ante los ojos de la comunidad internacional. La inmoralidad de su política terrorista fue tal, que habiendo conseguido la isla numerosas donaciones humanitarias de insumos que escaseaban y no podían adquirir comercialmente (respiradores, kit de diagnóstico, jeringas, etc), su llegada no fue posible debido a la advertencia de sanciones recibidas por la empresa que haría el traslado. Si Cuba no tuvo que lamentar mayores costos humanos se debió a la solidaridad de aquellos que llevaron en viajes particulares donaciones, la valentía de los que estuvieron dispuestos a enfrentar sanciones y la enorme fortaleza de un sistema científico y de salud que, aún ante una enorme escasez y precariedad, puso en el centro la salud de su población y generó su propia inmunización. 

La única realidad es que durante estas 6 décadas el bloqueo implicó pérdidas acumuladas de más de 140.000 millones de dólares. Sólo con las afectaciones de un año, podría cubrirse la política de abastecimiento de insumos básicos para toda la población cubana. Este 2 de noviembre por vez número 31 la Asamblea General de las Naciones Unidas votó por abrumadora mayoría que debe deponerse la política genocida instalada desde 1962. ¿Qué hará el gobierno de los Estados Unidos ante el reclamo de la comunidad internacional?


Nueva victoria de Cuba en la ONU


Al cierre de la edición 656 del semanario EL POPULAR, por 31 ocasión consecutiva y con una enrome mayoría de 187 votos a favor, 2 en contra, Estados Unidos e Israel, y una abstención, Ucrania, la ONU volvió a condenar el bloqueo de EEUU a Cuba y exigir su levantamiento.
De esta manera la inmensa mayoría de la humanidad vuelve a condenar una de las medidas unilaterales desestabilizadoras contra un país más prolongadas en el tiempo en toda la historia.
“El mundo volvió a exigir este jueves el fin del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos a Cuba desde hace más de seis décadas”, señala en su crónica el diario cubano Granma.
La nueva victoria diplomática de Cuba se produjo luego de dos días de debate en los que representantes de 44 paises hicieron explícito su rechazo al bloqueo de EEUU contra Cuba.
En su nota sobre lo que califica como “un éxito de la diplomacia cubana”, Granma informa que de las 44 naciones que hicieron uso de la palabra en la sede de la ONU, 21 rechazaron, además, de forma explícita la arbitraria inclusión de la isla del Caribe en la lista de países patrocinadores del terrorismo. Esta medida de hostigamiento adicional de EEUU, además de ser una acusación absolutamente infundada, genera mayores dificultades a Cuba para acceder a transacciones financieras o comerciales.
“Una vez más”, señala Granma, “Estados Unidos quedó aislado ante el reclamo prácticamente unánime de la comunidad internacional, que alzó la voz con energía para condenar la naturaleza cruel e ilegal del sistema de medidas coercitivas unilaterales más severo y prolongado que se haya aplicado contra nación alguna”.
Junto a Estados Unidos, agrega el medio de prensa solo Israel, que “en las últimas semanas ha estado sembrando el terror en la franja de Gaza y provocado la muerte de miles de civiles inocentes, acompañó el voto contra Cuba, a estos solitarios votos se le sumó el vergonzante voto abstencionista de Ucrania”.

Foto de portada

Acto del Comité Uruguayo Antiimperialista de Solidaridad con Cuba, por el aniversario del asalto al Cuartel Moncada; en Sala Zitarrosa. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.

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