Entrevista a Guilermo Uria sobre su novela por entregas.
Santiago Manssino
La Mala Noticia es una novela histórica por entregas que recrea de forma totalmente distinta los hechos narrados en los Evangelios, modificándolos de manera sustancial. Cada viernes se pueden leer los nuevos capítulos. Su autor es Guillermo Uria, músico, escritor, plástico digital y docente de educación no formal de unos 60 años, quien estudió Filosofía en la FHCE y formó parte de varias publicaciones impresas y digitales. Para saber más sobre esta novela al estilo del “folletín”, EL POPULAR conversó con autor.
– En primer lugar, de La Mala Noticia llama la atención el formato, una novela digital por entregas, cómo si fuera un folletín decimonónico. ¿Cómo surge la audaz idea de escribir en ese formato? ¿Te obliga a una necesaria planificación de la escritura?
– Cuando era muy joven, probablemente estuviera en los primeros años de la adolescencia, recuerdo haber leído un artículo en el que se hablaba de la amistad entre Alejandro Dumas, que ya era un escritor con fama, y el en ese momento joven Julio Verne. Estaba leyendo justamente obras de ellos dos, y me vengo a encontrar con que esas obras se publicaban semanalmente en los diarios de su época. Eso despertó una gran simpatía en mí por la publicación en formato de folletín.
Ese formato quedó siempre dando vueltas en mi cabeza, y en los años 80 cuándo salió una revista, que hoy llamaríamos underground -de la que sólo se publicó un número- y que se llama Basura, escribí para la misma un par de capítulos intentado publicar una novela justamente en este modo. Pero como dije, junto con la publicación de esa revista tan efímera la novela desapareció.
Varias veces había coqueteado con ideas del formato de entregas, pero sin tener una decisión de cómo implementarlo. Y a poco de mudarme para Balneario Argentino estaba una mañana pensando en cómo poder darle continuidad al esfuerzo por contar una historia muy larga. Fue entonces que recordé el formato del folletín y me di cuenta que me venía como anillo al dedo.
Este formato me compromete a continuar la tarea, no importando cómo me estoy sintiendo, pero al mismo tiempo produce desde los lectores hacia mi persona una fuerte corriente de retroalimentación, que me impulsa a seguir trabajando.
Además, se me ocurrió un modelo de remuneración qué consiste en que las personas que gustan puedan aportar algo de dinero. Cómo quien hace música a la gorra. Eso se ha transformado en un pequeño flujo constante que todos los meses estoy recibiendo. Para una persona con ingresos medios puede parecer una suma irrisoria, pero para mí es importante.
Lógicamente el formato de folletín implica la necesidad de tener una planificación de largo plazo y de conjunto. No puedo, como en la forma habitual de escribir una novela, a medida que voy avanzando decidir arrancar totalmente de las páginas a un personaje, o volver a escribir un capítulo anterior para modificar todo lo que va a venir luego. Pero yo me siento muy cómodo con la planificación que hice desde un principio, y me sigo manejando dentro de ella.
Aquí tengo que agregar el hecho de que el trabajo constante para entregar texto semana a semana hace que para mí sea fundamental la colaboración en la corrección ortográfica y gramatical que realiza Susana Páez. Sin ella, con quién además estoy constantemente en diálogo sobre lo que voy escribiendo, el resultado sería más pobre porque yo debería dedicar mucho tiempo a esos temas, y obviamente tengo que trabajar de otras cosas para vivir y el tiempo no es infinito.
Por eso ella ayuda muchísimo a que esta novela sea mejor, pero es absolutamente inocente de cualquier defecto que pueda encontrarse en la misma.
– Cuando se comienza a leer la novela, el lector se entera al poco tiempo que se trata de una reescritura bíblica, ¿cómo surge esta ambiciosa idea?
– Más que en una reescritura yo la pienso como una recreación. Los textos de lo que los cristianos llaman Nuevo Testamento fueron escritos varios años después del tiempo en que vivió Jesús, en los mejores casos. Lo mismo puede decirse de las epístolas y también de muchos de los libros llamados apócrifos. Pero la inmensa mayoría fueron escritas en el siglo siguiente e incluso mucho más
adelante, sin tener en cuenta además todas las reescrituras bajo intención teológica que ocurrieron a lo largo de las traducciones.
Si nos salteamos todo eso, lo que nos queda más probable es que haya existido alguien llamado Jesús, que ese hombre era de alguna forma un rabino heterodoxo, dentro de la religión judía de aquella época -lo que hoy conocemos como judaísmo en realidad surge alrededor del año 70-, y qué fue muerto por los romanos, una cosa bastante común.
Sobre esa base uno tiene un enorme espacio para construir, pero también uno tiene que tener en cuenta que vive dentro de una cultura, que tiene como uno de sus rasgos principales todo el desarrollo de una narrativa mitológica cristiana. Como latinoamericanos somos personas que hemos vivido dentro de una sociedad en la cual el relato religioso implantado ha tenido éxito. Cómo uruguayos somos parte de una sociedad en la cual ese relato religioso ha sido revisado críticamente.
Esa peculiaridad de ser uruguayo dentro de Latinoamérica nos genera la posibilidad de utilizar el relato, pero al mismo tiempo de criticarlo, y de ahí surge la posibilidad de construir uno nuevo, reinventar lo que pasaba en aquella época.
Tengo que declarar que además a mí me encanta escribir historias basadas en lo que tiene que ver con los libros incluidos en la Biblia. En el primer relato que hice sobre la persona de Jesús y uno de sus hermanos, en ese otro relato eran solamente un par de mellizos, el protagonista no era Jesús, sino el otro. Como decía, escribí un cuento sobre esa cuestión ya en los años 80 tardíos, cuento que lamentablemente se perdió. Era muy divertido, de una forma cruel.
– El estilo de escritura es conciso, pero a la vez imita la forma del mito, ¿cómo trabajaste ese aspecto?
– Como casi todas las personas de mi edad, empecé escribiendo a mano para posteriormente empezar a hacerlo en la máquina de escribir. Ese cambio supuso una diferente fluencia en el relato y en el uso de las palabras.
Años después pasé a la computadora, estoy hablando ahora de principios de los años 90, y hubo
otro cambio más, sobre todo centrado en la posibilidad de revisar y corregir mucho más, hasta volverse casi una obsesión. Ahí empiezo a escribir estructuras mucho más largas, y a lidiar muchas veces con el problema de no terminarlas. Pero también el flujo de los conceptos se hace más complejo, más apropiado para el ensayo que para la narración.
En medio de todo esto, en cierto momento leo Cuadernos de un vate vago de Gonzalo Torrente Ballester, obra en la cual este autor dicta a un magnetófono y después desgrava. La idea de esa modalidad de trabajo me sedujo durante mucho tiempo, pero nunca la acometía, hasta que la tecnología presente nos ha permitido que le dicté voz al celular y éste transforme lo dictado en palabras.
Y esto vuelve a suponer un cambio en el flujo de la narración y en el tono de lo que uno puede narrar. Me doy cuenta de que al pasar a una narración con origen oral consigo que la cosa sea mucho más, como tú dices, concisa. La interacción entre las imágenes mentadas y de las palabras mentantes se ubica en un espacio que incorpora elementos de la poesía y también del mito. Pero también, dado el tema elegido, hay otro acercamiento al mito.
Porque yo tengo que considerar el universo mítico en que viven mis personajes, además del universo mítico que voy creando a lo largo de la novela. Y sobre todo en los primeros capítulos, casi todo el primer libro en realidad, los protagonistas son extremadamente jóvenes y por eso mismo me interesaba comenzar con una historia mucho más anclada cerca del mito, y poco a poco irla corriendo hacia un plano más realista, de la misma manera que nuestros recuerdos de la primera infancia no captan toda la profunda relación entre los factores reales que aparecen en los mismos.
Así que yo básicamente le dicto al celular, y el texto una vez dictado es corregido, ahora sí con el uso de teclado y pantalla, consiguiendo creo yo, lo mejor de ambos mundos.
– Evidentemente el título es una ironía con respecto a la «buena nueva», el nacimiento de Cristo. ¿La novela reescribe los textos bíblicos desde un punto de vista totalmente nuevo, diferente y desmitificador?
– El título busca ser una negación de la buena noticia, esto es el evangelio. La idea no es narrar la historia evangélica, muerte y resurrección de Jesús, sino narrar la historia de una familia en la cual ocurren hechos que van a ser peculiarmente importantes para la historia posterior de su pueblo y de toda la humanidad. Pero eso nunca incluye ninguna resurrección, ni curas milagrosas, ni cosas por el estilo.
No creo que sea totalmente nuevo porque seguramente existen relatos naturalistas sobre estos hechos. Sin ir más lejos me viene a la mente Jesucristo Superstar , la película. Yo amo leer novela histórica y ciencia ficción. En ambos géneros se está hablando en forma evidente de un mundo que no es el mundo actual. Sin embargo, toda obra artística habla necesariamente del mundo presente en el qué es compuesta.
La novela histórica, igual que la ciencia ficción, lo hacen como en una fábula. Por lo tanto yo estoy desde el presente, y desde Latinoamérica, hablando del mundo en que nosotros vivimos, y lo hago a través de la utilización de un relato mítico que tiene que ver con acontecimientos históricos, y como siempre ocurre en los asuntos religiosos, políticos. Entonces necesariamente eso es algo nuevo, con el único paralelo posible -que yo conozca- en la obra de Tomás de Mattos, La puerta de la misericordia, que es de todos modos muy diferente.
– ¿Te fue difícil introducir el relato en una época tan compleja como la del principio de nuestra era?
– ¡Qué época no será compleja!
Cuando uno se pone a estudiar cualquier época de la historia humana empieza a encontrar una cantidad de pequeños detalles, interacciones entre clases, grupos, intereses, estados, etcétera. Todo ese tipo de interacción genera una gran complejidad con una gran riqueza potencial a los efectos de cualquier narración que uno encare.
El estudio de esa época, por otras razones, ya lo había venido haciendo durante muchos años.
Gracias a él puedo inscribir una cantidad de temas. Pero a medida que voy desarrollando la novela, por la necesidad del trabajo en ella, he tenido que ir haciendo estudios más profundos de diferentes asuntos. Como el tema del tipo de vino. El vino de las clases altas de aquél entonces se parecía, probablemente, a lo que hoy sería un vermouth blanco. Y así, casi a cada momento, voy encontrando más posibilidades para seguir agregando cosas dentro del esquema que ya me he planteado. Son los detalles los que dan vida a la historia.
Por eso diría que difícil no me resulta, pero hay momentos en los que es trabajoso. Con un esfuerzo que me produce más satisfacción que otra cosa.
– Cuando escribís cada capítulo, ¿pensas en el lector?
– Tuve alguna experiencia desafortunada en mi primera juventud por censurarme al pensar en les lectores. A partir de ahí mientras escribo no estoy pensando en mí simpatía o antipatía por los personajes, ni tampoco en cómo le puede caer a tal o cual persona lo que escribo. Trato de seguir el desarrollo de la historia que se me hace más necesario.
Esto tiene algún matiz.
Yo intento ir modelando la estructura de capítulos de forma tal que se alternan momentos más sosegados con otros momentos de mayor actividad, momentos de mayor tristeza con otros de mayor alegría. Es una necesidad interna de la historia, pero también tiene que ver con la necesidad de generar una experiencia de lectura en la cual quién va haciéndola nunca resulte excesivamente abrumado, ni tampoco llevado al extremo de una alegría saltarina que haría olvidar los aspectos más terribles.
Así que lateralmente pienso en el lector. Pero no como una cuestión central.
– El punto de vista de clase y el punto de vista de genero están muy presentes, ¿hay un mensaje político en la novela?
– Clase, género, orientación sexual, modelo relacional, los pueblos sometidos y los pueblos centrales de un imperio, los grupos políticos y su dinámica. Incluso la diferente dinámica entre los grupos que podrían tener una perspectiva que podríamos llamar popular progresista, cuándo ocurren en la potencia dominante a diferencia de cuándo ocurren en un estado dominado. En realidad, con esto me estoy adelantando a algo que va a ocurrir más adelante en la novela, pero va a estar ahí.
Toda novela tiene inevitablemente un mensaje político, porque nuestra vida permanentemente es una experiencia política, y el arte como parte de la vida es absolutamente político.
Cuando yo escribo eso forma parte de mi compromiso militante para avanzar hacia una sociedad mejor. Ello no implica de ninguna manera que vaya a torcer la obra a efectos de incluir alguna especie de panfleto, ni tampoco modificar la trama para que encaje en un esquema preconcebido.
Pero, por ejemplo, el hecho de que la ideología dominante en aquella época siempre es una ideología religiosa, determina que los oprimidos no puedan tener la distancia crítica como para construir una comprensión dialéctica, lo que conduce inevitablemente a que los actores políticos se vean convocados al fracaso en cualquier vía de insurrección. Esa es una concepción claramente marxista que está alimentando mi forma de crear en la novela.
El mensaje político está en todas partes dentro de la obra, aunque no debe buscarse en cada palabra, en discursos o en las actividades de los personajes, sino más bien en el desarrollo de los arcos narrativos.
– ¿En qué etapa de la novela estás y cómo sigue el proyecto?
– Todavía no terminé la primera parte.
Vamos a aclarar que la novela se divide en libros, lo que se relaciona con que en aquella época se escribía sobre rollos de papel, y los rollos de papel tenían un largo posible limitado. De tal modo se tenía un primer libro, segundo libro, tercer libro, según la cantidad de rollos. Así que cuando yo leo una novela histórica, que esté dividida en libros me da una sensación de antigüedad adicional. Tomé la decisión de que cada libro tenga veintidós capítulos, como el número de letras del alfabeto hebreo, como el libro del Apocalipsis también. Eso es simplemente un pequeño capricho.
Pero al margen de la estructura en libros, en cierto momento tuve que crear una estructura en volúmenes. Me fui encontrando con que había más lectores que preferían bajar los archivos para leer la novela, que hacerlo en las páginas en internet. Y en algunos casos me he enterado de que la imprimen. Entonces resulta más cómodo imprimir un cierto tamaño, cuatro libros. Eso es lo que incluye cada volumen, entendido como una unidad cómoda para su impresión y lectura, no como una división narrativa.
Al margen de todo esto, la planificación de la novela tiene básicamente cuatro etapas. Desde la violación de María, qué en la novela se llama Mariam, hasta la muerte de Jesús. Después viene una etapa desde el desconcierto tras su muerte hasta el Concilio de Jerusalén. La tercera etapa va desde ese Concilio hasta la destrucción del templo por parte del ejército romano. Hay que entender que hubo una guerra de independencia por parte de los judíos, que fracasó y fue reprimida por la autoridad imperial, terminó siendo un verdadero genocidio. La cuarta parte va desde ese momento hacia el final del primer siglo de la era actual. Va a terminar con la muerte de Juan el evangelista y de Simeón de Jerusalén.
Todavía estoy en la primera parte, así que esta historia tiene mucho recorrido por ser transitado.
– ¿Cómo es el mecanismo para quien quiere acceder a la novela?
– Todos los días viernes yo publico aproximadamente unas dos mil palabras, lo que puede ser entre dos y cuatro capítulos, usualmente. En una ocasión fue uno solo. Los nuevos capítulos están accesibles en el blog https://lamalanoticia.wordpress.com
A medida que cada libro es terminado, voy generando un archivo PDF que puede ser bajado. Y cada cuatro libros, un archivo de volumen que también puede ser bajado.
En cada ocasión hay un enlace a MercadoPago para que la persona que guste y quiera pueda hacer clic y colaborar conmigo con la suma de $100 uruguayos. Es cómo hacer una «novela a la gorra”.
Estoy tratando de generar una estructura adicional que va a tener que ver con una suscripción y también un acceso para recibir colaboraciones económicas desde el extranjero, ambas cosas que aún no están disponibles.
Más adelante tengo planeado hacer una edición en formato Ebook, y una vez esté terminada, otra en formato de audiolibro.
– ¿Es La Mala Noticia un intento de interpretación total del mundo?
– La mala noticia es una novela y por lo tanto su primera y más importante función es la de encantarnos, seducirnos y hacernos soñar una historia. Si no cumple ese primer rol, si no logra conseguir que nos guste y que la queramos seguir leyendo, entonces sería un fracaso.
Teniendo lo anterior en cuenta, en la medida que yo como ser humano tengo una interpretación de «todo el mundo”, esa interpretación se ve reflejada en mi creación. Pero si fuera a escribir una interpretación total del mundo me inclinaría por escribir un ensayo.
Además, hay que notar que incluso en esa situación no lo lograría. Dada la riqueza y complejidad no es posible hacer una interpretación total.
Es por eso que los modelos de interpretación dialéctica, entre otras cosas, se puede decir que logran «reducir a la nada las finas determinaciones del intelecto», como dice cierta cita de Hegel. Por eso todo modelo de interpretación resulta siempre incompleto, y al mismo tiempo tiende naturalmente a abarcarlo todo. Esta es una tensión inherente al pensamiento, y exige para su resolución la actualización vital. El salto de la teoría, no a la práctica, sino a la praxis.
Del mismo modo que en la vida política el desarrollo ocurre en la experiencia colectiva, es fundamental recordar que en la vida de una novela el escritor hace un trabajo, y será después el lector quién lo utilizará para proyectar sus propias interpretaciones. Estas seguramente van a ir cambiando según la condición y situación de cada lector; y si uno tiene suerte, van a seguir cambiando cuando generaciones y siglos posteriores accedan a la lectura de la obra.