2022: Uruguay es más desigual

El año 2023 comienza con un balance del 2022 y una proyección de los desafíos, presentes y futuros. Los balances son parte de la disputa política e ideológica, nunca fueron, ni serán, neutros. Esto es legítimo, pero lo que no se puede permitir es que los discursos políticos, las fundamentaciones, las perspectivas ideológicas, eso que hoy se rebaja y se mal llama relato, sustituyan los hechos y falseen la realidad.

Muchas cosas pueden estar en debate sobre la situación actual de nuestro país. Está en discusión la crisis de inseguridad, el impacto de la seguidilla de casos de corrupción y la respuesta o ausencia de esta de parte del gobierno y en particular del presidente de la República, ahora está en discusión hasta si ya se puede hacer una valoración definitiva de la temporada turística.

Es necesario que el balance incluya la materialidad de la sociedad, el proceso económico de nuestro país, los grandes números y la vida concreta de las y los uruguayos. Lo que nadie puede poner en discusión son dos hechos, contundentes, imposibles de ocultar o negar: el Uruguay creció, generó más riqueza y esa riqueza está mas concentrada y peor distribuida. Por lo tanto, al culminar el 2022 Uruguay es más desigual. Y como la democracia es un proceso permanente de construcción de libertad e igualdad, Uruguay es menos democrático.

Son dos caracterizaciones políticas muy fuertes, pero no por ello menos ciertas, sustentadas en la porfiada realidad y en los hechos. Estas dos caracterizaciones deben ocupar un espacio central en la discusión política y en la evaluación de la gestión del gobierno encabezado por Lacalle Pou y sustentado en la coalición de derecha.

Primero vamos a fundamentar, breve y sintéticamente, esta afirmación. En estos días en el Portal de EL POPULAR se publicaron dos notas, una de Daniel Olesker y otra de Bruno Giometti (*) que abordan en profundidad un diagnóstico de la situación económica y social en base a los datos finales de 2022 que ya se manejan y con proyecciones de los que aún son parciales. Resumiremos algunas de las principales conclusiones de estas y ampliaremos el análisis político a las causas de esta situación.

Un apretado resumen, podría ser el siguiente: En 2022 creció el PBI, ya lo había hecho en 2021, particularmente crecieron las exportaciones y los depósitos bancarios de los grandes capitales; al mismo tiempo cayeron el salario y las jubilaciones y pensiones, se estancó el empleo, disminuyó el peso de la masa salarial en el PBI, cayó la inversión pública y social y aumentó la pobreza, en particular la pobreza infantil.

Para profundizar en la situación y en sus causas, tanto Olesker como Giometti proponen un abordaje más amplio que solo el último año, porque los procesos económicos y sociales son eso, procesos, y es muy importante ver las tendencias a mediano plazo, pero además, porque es imprescindible comparar el desempeño de los distintos aspectos de la economía con respecto a la pre pandemia, es decir, hay que mirar los tres años desde el comienzo de la pandemia, que coindicen, además, con los tres años del gobierno de derecha.

Esta referencia tampoco es menor, porque este resultado, la mayor desigualdad, no es producto de misteriosas fuerzas ocultas que se agrupan en otra definición casi metafísica que usa el poder: “el mercado”. El crecimiento de la desigualdad es resultado de la aplicación de un conjunto de políticas por parte de la coalición de derecha que buscan eso. El crecimiento de la desigualdad es responsabilidad del gobierno de derecha.

Coloquemos algunos datos que fundamentan esta caracterización, que aportaron las notas de Olesker y Giometti. El PBI de Uruguay creció, hoy es 3,5% más que lo que era en 2019. Crecieron particularmente las exportaciones, que este año batieron un récord histórico, superando los 13 mil millones de dólares. Este crecimiento es muy importante en los sectores de la carne, la soja y la celulosa. Pero también crece el sector lácteo y otros. La industria crece en su producción, aunque descienden las horas trabajadas y también la cantidad de trabajadores, por lo tanto, se incrementa más aun la ganancia empresarial. Otra pista del crecimiento y de donde se volcó este la da que entre fines de 2019 y mediados de 2022 los depósitos bancarios de las y los uruguayos crecieron 10 mil millones de dólares. La mayoría de ese incremento se concentra en las cuentas de más de 250 mil dólares. Unos 3.800 millones de dólares fueron en depósitos en el exterior y unos 6.200 millones en depósitos en nuestro país.

Al mismo tiempo, el salario no acompañó el crecimiento general de la economía, ni el de las exportaciones, ni el de los depósitos bancarios, al contario, cayó. Al finalizar el 2022 el salario real medio es 3.9% menos que el de 2019. Como las jubilaciones y pensiones ajustan con el Índice Medio de Salarios como referencia también cayeron. El empleo está estancado tiene los mismos niveles de 2019, no aumenta, en algunos sectores está muy por debajo.

La combinación de estos dos factores ha hecho que la masa salarial, que es el estimado del ingreso total de las y los trabajadores, pierda peso en el PBI, para ser concretos es hoy 6.5% menos que en el 2019.

Junto con esto, y como resultado del brutal ajuste neoliberal aplicado en medio de la pandemia y continuado hasta hoy, hay una reducción enorme de la inversión publica social. El gobierno se jacta de haber “ahorrado” 451 millones de dólares en el Presupuesto en estos años. Lo que no dice es que ese supuesto “ahorro”, en realidad recorte salvaje de recursos públicos, se concentra en Educación, entre ANEP y UDELAR hay una disminución de 181 millones de dólares con respecto a 2019; en Salud Pública, que tiene 67 millones de dólares menos y Vivienda que tiene un recorte de 44 millones de dólares. El recorte de inversión también es muy importante en las empresas públicas.

Durante los tres años, en particular en 2021 y 2022, se ha mantenido en un rango alto la inflación, esto golpea muy especialmente a los sectores populares, porque dependen de ingresos fijos que han caído y porque la carestía es más aguda en los productos de primera necesidad, en particular alimentos. Un aspecto relevante ha sido el aumento, por encima de la inflación y obviamente por encima de los ajustes de salarios y jubilaciones, de las tarifas públicas.

Aún no están los números finales sobre la pobreza, es decir los correspondientes al segundo semestre de 2022, pero con los del primer semestre, que son los últimos divulgados, se constató que la pobreza alcanzó un 10.7%, eso implica unas 380 mil personas, eso es 78 mil personas más que en 2019. El crecimiento de la pobreza es particularmente agudo entre niñas y niños. La pobreza infantil pasó de 16% a 22%.

A esto hay que agregar los datos de la inseguridad alimentaria, es decir el hambre, los estudios de Solidaridad.UY y el posterior de la UDELAR que prueban que las ollas populares y merenderos brindaron entre 1.200.000 y 1.800.000 porciones de comida al mes. Y las otras investigaciones y datos oficiales que establecen que alrededor de 500 mil personas tienen algún grado de inseguridad alimentaria en Uruguay.

Esos son los hechos. ¿Qué hubo impacto de la situación internacional? Claro que sí, nunca lo hemos negado. Pero no todo es atribuible a eso. Hay decisiones de política económica, la política salarial, la presupuestal y la tarifaria, entre ellas, que han sido y son determinantes para el crecimiento de la desigualdad.

No son fuerzas misteriosas que actúan en esa entelequia llamada mercado las responsables de que Uruguay sea más desigual. No se puede desde el gobierno responsabilizar de todo a la pandemia primero y a la guerra en Ucrania después. No.

Que Uruguay sea más desigual tiene mucho que ver con ese fanatismo neoliberal cuasi religioso de las principales figuras del equipo económico, en particular Azucena Arbeleche, ministra de Economía y Finanzas e Isaac Alfie, director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto. También juega la devoción por los “malla oro”, explícita, además, del presidente Lacalle Pou. Y, por supuesto, tiene mucho que ver la composición de clase del actual gobierno y los sectores sociales que representa, expresa y en los cuales se sostiene: el agronegocio y el capital financiero.

En el 1° de mayo de 2022 el PIT-CNT convocó a luchar contra “el modelo de la desigualdad”. Es una consigna muy apropiada. La lucha social, política e ideológica contra la restauración conservadora y su ajuste neoliberal tiene en la desigualdad el centro.

La construcción de mayor unidad, política y social, es decir el fortalecimiento y la ampliación del bloque histórico, político y social, democrático y radical de los cambios, es la tarea central. Para ello la movilización y la lucha reivindicativa son fundamentales. Si no aumentó más la pobreza, si los salarios y las jubilaciones no cayeron más, y, por lo tanto, si no cayó aún más el peso de los salarios en el PBI, fue por la movilización y la lucha de los sindicatos, que obtuvieron algunos convenios colectivos que rompieron las pautas, en el caso de los trabajadores privados y lograron ajustes salariales mayores a los que quería dar el gobierno en el caso de sectores de los públicos.

El 2023, con la lucha en los Consejos de Salarios, habrá más de 100 mesas, contra la Reforma Jubilatoria y con la construcción de una perspectiva programática superadora en el Congreso del Pueblo y el Congreso del FA, será un año de disputa política e ideológica para que no siga creciendo la desigualdad.

Por ahora, es necesario denunciar alto, claro y fuerte que Uruguay, como resultado de las políticas del gobierno de derecha, es más desigual.

(*) Enlace a la nota de Daniel Olesker

Enlace a la nota de Bruno Giometti

Compartí este artículo
Temas