Ciclovía y allanamientos nocturnos…

El verano uruguayo suele ser un tiempo para el descanso y así lo deja ver la agenda mediática que cede espacios a la política para ocuparlos con noticias relativas al turismo y la temporada estival. Sin embargo, es un tiempo fértil para el sensacionalismo ante la oferta de espacio mediático y la escasez de noticias importantes.

Así fue como rápidamente se inundaron los noticieros con los accidentes en la flamante ciclovía de nuestra principal avenida capitalina, en clara demostración oportunista de los detractores de la iniciativa, impulsados por una intencionalidad político electoral manifiesta.

Agazapados esperaron el primer accidente para defenestrar una idea que -a muchos- pareció un exceso pero que tiene más méritos que los que imagináramos.

Algo similar ocurrirá con los allanamientos nocturnos, una medida que tiene más riesgos que beneficios y que en cuanto uno de esos riesgos se concrete (de aprobarse la modificación constitucional propuesta), lloverán las críticas aunque -claro- no con la dimensión mediática que tiene (y seguirá teniendo) las de la ciclovía. 

La mezquindad es uno de los peores defectos que padece la política uruguaya, la misma que llena sus discursos abogando por acuerdos y políticas públicas consensuadas, es la que deshace esos acuerdos o los olvida rápidamente. Así pasó en las gestiones frenteamplistas donde se laudaron sendos consensos que fueron cumplidos a cabalidad pero que no impidieron a sus firmantes, abandonarlos en cuanto vislumbraron una posibilidad con fines meramente electoralistas.

De ahí que seamos desconfiados a la hora de escuchar hablar de acuerdos impostergables que nunca se concretan y si lo hacen, se abandonan en cuanto aprecien alguna oportunidad que les otorgue algún rédito político. Claro que la gente se cansa de ese tipo de actitudes y ahí es donde surge el mayor peligro de que aparezcan mesiánicos populistas que se aprovechen del desánimo popular. Un riesgo innecesario y muy peligroso, por supuesto. El ejemplo lo tenemos bien cerca.

Volviendo al punto que me inspiró esta columna veo similitudes entre la ciclovía de 18 de Julio y la propuesta de habilitar los allanamientos nocturnos; más que similitudes diría que paradójicas coincidencias.

Así las cosas, faltó nada para que ante el primer accidente ocurrido se dispararan una cadena de noticias que dimensionaran en exceso lo que en otro contexto no tendría valor noticioso alguno. Accidentes leves y TODOS por incumplimientos de las reglas básicas de tránsito y movilidad urbana. Imprudencia o impericia antes que defectos de una vía a la que no le tenía mucha fe pero que ordenó rápida y eficazmente el tránsito en nuestra principal avenida. 

Resulta mucho más seguro saber que los ciclistas o monopatinistas (acabo de inventar el término!!), circulan por la ciclovía que tenerlos que cuidar en medio del tránsito esquivándolos entre autos, motos y unidades del transporte público. Por otra parte, los peatones debemos saber que el cruce es por las esquinas donde está debidamente semaforizado, y no por el medio de la calzada..

Claro que poco importa a los efectos buscados por los detractores de una obra que vino a cambiar no solo la fisonomía de nuestra principal vía de tránsito sino a desnudar los comportamientos anárquicos de una sociedad que respeta muy poco las básicas reglas de convivencia.

La noche y el sagrado inviolable

Con los allanamientos nocturnos pasará algo similar pero con peores efectos secundarios. La nocturnidad agrega un plus negativo a una medida de limitación de las garantías individuales exponiendo a los ejecutores a un riesgo que no asegura ningún éxito.

Una columna de Gabriel Pereyra publicada en el semanario Búsqueda, expuso con lujo de datos y altísima dosis de sentido común el enorme riesgo que implica aceptar sin discusión una medida como esa. A los riesgos de sufrir copamientos disfrazados de medidas legítimamente dispuestas, se le sumarán errores humanos junto al riesgo que implica la noche para ejecutar una acción donde la violencia dirá presente, irremediablemente.

Hoy, los defensores de la medida, suman argumentos coyunturales como la reciente captura del triple homicida de Estación La Floresta, al que debió esperarse al amanecer para ejecutar el allanamiento que dio finalmente con su captura. Algo que dio mayores garantías a los efectivos que ejecutaron la medida ayudados por la luz del día, entre otros factores. 

Los impulsores de la enmienda constitucional que habilite los allanamientos abogan por la necesidad de la medida para casos como ese, olvidando que el constitucionalista nunca avaló como un hogar sagrado inviolable a un lugar destinado al comercio ilícito (bocas) ni a uno que de cobijo a un triple homicida, como es el caso. Por lo que, sin necesidad de enmienda alguna, solo basta interpretar correctamente la Constitución y -al mismo tiempo- un Juez que otorgue las debidas garantías para casos como los descritos, exclusivamente. Sin necesidad de implementar una medida de carácter general que tiene más riesgos que beneficios, y que, no asegura ninguna solución al problema del narcotráfico como argumentan.

En suma, llegarán casos donde el error humano junto con la desgraciada violencia que genera el crimen organizado, darán sobrados argumentos para criticar una medida que no solucionará nada y que tendrá efectos muchos más perjudiciales que una ciclovía que dejó en evidencia que estamos lejos, muy lejos, de cumplir con las normas de convivencia que nos damos como sociedad.

el hombre pedaleaba por el centro,

el perro ladró en la noche desde su sagrada casilla…

Fernando Gil Díaz – «El Perro Gil»

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