Por Bruno Giometti
En esta columna trataremos de fundamentar que las distintas políticas que se llevan adelante desde el gobierno, pueden ser determinantes para definir el carácter de la “salida” ante una crisis económica.
En las crisis de las economías capitalistas, por regla general los más afectados van a ser los trabajadores y los sectores populares; mientras que dentro de los dueños de los medios de producción hay perdedores, pero también hay ganadores. Las crisis capitalistas tienden a ser regresivas. No obstante, los gobiernos pueden contribuir (por acción o por omisión) a que sean más regresivas o a que se salga de una forma menos dolorosa para las grandes mayorías.
Para realizar dicha comparación, tomamos como ejemplo la crisis de 2002 y la crisis internacional de 2008. Con esto no pretendemos equiparar ambas situaciones ni tampoco identificar alguna de ellas con el escenario actual en que se encuentra nuestro país. Todas las crisis tienen distintas características, en profundidad y alcance, así como también en lo que refiere a la situación de partida en que se encuentra la economía y la sociedad. Pero creemos que los ejemplos sirven como paradigma de dos formas de enfrentar una crisis.
Para ejemplificar, utilizamos la ya conocida expresión del Presidente Lacalle Pou (el malla oro) y la expresión contrapuesta que tomamos del compañero senador Daniel Olesker (el pelotón).
Crisis de 2002: la salida Malla Oro
La crisis de 2002 fue una crisis económica y social muy profunda. Tuvo un carácter fuertemente regional, devaluación en Brasil en 1999, crisis económica en Argentina en 2001, lo cual impactó de forma directa en la economía fruto de la muy fuerte dependencia comercial y financiera con dichos países.
Desde nuestro punto de vista, la del 2002 fue una crisis de un modelo económico (que se impuso primero en la dictadura y se profundizó en los años 90) que tuvo como sus principales rasgos la desregulación de la economía, el empeoramiento de la distribución de la riqueza y la acentuación de la dependencia con el exterior.
Pero veamos cómo se actuó frente a la crisis. El gobierno de Jorge Batlle, de pensamiento neoliberal, dejó que la crisis se resolviera por los mecanismos del mercado. Y estos mecanismos ya sabemos a dónde conducen. Es cierto que el margen de maniobra del gobierno era reducido, en gran medida por las consecuencias que venía teniendo para el país la aplicación del modelo económico neoliberal durante los años 90. Pero sirve para visualizar las consecuencias que puede tener una crisis en la que el Estado no actúa de forma contundente y espera que el “malla oro” reactive la economía.
Los distintos estudios existentes sobre el tema estiman que el peso de la masa salarial (total de ingresos de los trabajadores asalariados) en el ingreso nacional cayó entre 8 y 13 puntos porcentuales, entre 2001 y 2003. Es decir, muchos perdieron en la crisis, pero sin dudas los trabajadores asalariados fueron los más desfavorecidos en términos relativos.
Otra muestra de la salida “malla oro” es que en los años 2003-2004, los de la salida tras lo peor de la crisis, el PBI uruguayo creció pero el salario real no lo hizo, sino que continuó en caída hasta 2004 inclusive. En el bienio 2003-2004 el PBI creció 5,8% y el salario real cayó un 12,5%.
El Indice de Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, venía empeorando de forma persistente desde inicios de la década de los 90 (en tiempos de crecimiento económico).
Durante la crisis, continuó empeorando. En el año 2004 el Indice de Gini medido por el INE era de 0.453 puntos mientras que en el 2001 era de 0.445 (aumento de la desigualdad del orden del 1,6%).
Como se ve, tenemos que: en la crisis los ingresos de los trabajadores cayeron más que los otros ingresos, es decir perdieron participación en el reparto; y en el tiempo de la recuperación, se recuperaron de forma más tardía que el resto. En cuanto a la distribución personal del ingreso, la crisis del modelo neoliberal fue desigualadora.
¿Qué sector fue el “malla oro” post crisis de 2002? Claramente los grandes exportadores, en particular aquellos sectores donde nuestro país cuenta con ventajas comparativas (agropecuaria y agroindustria). El salto del dólar de un promedio de 16 pesos en el primer semestre de 2002 a un promedio del orden de los 28 en el segundo semestre de dicho año y durante todo 2003 y 2004, provocó una formidable recomposición de los márgenes de ganancia de los exportadores. Entre 2001 y 2004 (es decir, en el período de la crisis y la posterior salida) el PBI real de las actividades primarias se expandió un 20% y las industrias de base agraria lo hicieron en porcentajes similares.
Mientras tanto, en igual período, cayeron buena parte de las otras actividades económicas y como ya se dijo, disminuyó el salario real, aumentó la pobreza, la desigualdad y la exclusión social.
Crisis de 2008: la salida de pelotón
En el año 2008 tuvo lugar la mayor crisis económica internacional desde la debacle de 1929. Esta crisis tuvo como centro a la potencia hegemónica (EEUU) y su impacto fue fuerte sobre todo en las economías de la eurozona.
Los efectos no son comparables a los de los años 30. En primer lugar porque las economías desarrolladas actuaron de forma más rápida en respuesta, de manera que esta no se transformó en una larga depresión de una década, sino que hubo una recuperación más acelerada, sin que esto reste importancia a lo que fue esta crisis, que aún tiene efectos sobre la economía mundial. En segundo lugar, por el rol de China como economía pujante y de enorme escala, que hizo que los efectos sobre economías emergentes proveedoras de materia prima (entre ellas Uruguay) no fuera tan severo.
De todas formas, si hacemos memoria o recurrimos al archivo, comprobaremos que eran muchos los que decían que ante esa situación mundial compleja, de incertidumbre, el gobierno uruguayo (en aquel entonces encabezado por el compañero Tabaré Vázquez) debía ajustar a la baja el gasto público y los salarios de los trabajadores. En la tercera ronda de consejos de salarios realizada en 2008, las cámaras empresariales plantearon que si se daban los aumentos planteados las consecuencias sobre el empleo y la inflación iban a ser de catástrofe. En la misma línea, Lacalle Herrera planteó en la campaña electoral de 2009 la necesidad de entrar con la “motosierra” en el gasto público.
¿Qué hizo el gobierno frenteamplista en aquella coyuntura? Antes que nada priorizar los compromisos con los más desfavorecidos. Continuar el incremento sustantivo del salario mínimo nacional y cumplir con la recuperación salarial de lo perdido en la administración Batlle. Para esto era necesario incrementar el salario real en el quinquenio 2005-2009 en el orden de un 27%. El año 2009 fue el año de mayor crecimiento salarial real de las administraciones frenteamplistas, nada menos que un 7,3% en términos reales, gracias a los aumentos pautados en la ronda de negociación 2008, a los ajustes diferenciales para los trabajadores públicos y al incremento sustantivo del salario mínimo nacional. Eso no generó ninguna debacle como pronosticaba la derecha política y social, sino que contribuyó a que el mercado interno amortiguara los efectos negativos que traía la crisis internacional en el frente externo. El PBI se desaceleró en 2009 respecto a los años anteriores pero no tuvo una caída. En lugar de privilegiar al “malla oro” se priorizó una salida con mayor igualdad, incluso sabiendo que algunos sectores (en particular de la industria) iban a tener impactos negativos por la crisis internacional.
No se trata de trasladar mecánicamente experiencias pasadas a la actualidad. Pero sí aprender de nuestra historia. De todas las crisis se sale, el tema es cómo se sale y sobre eso la política tiene un rol para jugar.
En el capitalismo, la receta fácil es dejar que el mercado resuelva y que el “malla oro” haga que el conjunto salga de la crisis, pero al costo de que el resto de los “ciclistas” queden muy atrás y que muchos ni siquiera puedan seguir andando. El camino más difícil es implementar medidas creativas, audaces y sobre todo con sensibilidad social, tocando si es necesario los intereses de los más poderosos, como forma de que la salida de la crisis sea menos dolorosa para las grandes mayorías y sobre todo para los más vulnerables.
Foto:PIT-CNT