El ambiente como palanca

“Lo ambiental no tiene por qué ser siempre problema, puede ser palanca de soluciones y de cambios radicales en la sociedad”

El próximo lunes 16 de mayo se cumplirán dos años del fallecimiento en Córdoba, Andalucía, de Julio Anguita, militante, dirigente y referente comunista y de la izquierda en general, que fuera docente, primer alcalde comunista en España tras el retorno a la democracia, parlamentario, extraordinario orador y escritor, entre otras cosas.

Por aquello de que no hay mejor homenaje para un revolucionario que continuar su lucha, es oportuno tomar un tema que ocupó un lugar destacado entre sus inquietudes y que además es de importancia evidente y sobre el que tratamos de volver cada tanto en estas páginas: la temática ambiental, pero vista desde una perspectiva muy distinta a las más usuales.

Hay visiones ingenuas o funcionales al sistema de las cuestiones ambientales, donde importan la flora, la fauna, el clima, etc., pero el ser humano parece faltar a la cita. Si se habla de medio ambiente, obviamente deben considerarse todos esos factores, pero el ser humano, con sus construcciones societarias y contradicciones de clase que las caracterizan, debe ser tomado en cuenta de forma muy relevante.

En los tiempos que corren, cuando se refiere a lo ambiental, buena parte del discurso hegemónico en el sentido más amplio del término (incluyendo producciones culturales, artísticas, de entretenimiento, etc.), se centra en predecir e imaginar la catástrofe que lleve a la desaparición de la especie humana de la Tierra. La industria cinematográfica hollywoodense es particularmente prolífica en la producción de historias sobre un gran cataclismo con tantos efectos especiales como desconexión de la catástrofe con su causa más profunda, que es la lógica insustentable del sistema capitalista globalizado.

Entendámonos bien, como hemos recordado más de una vez, es lo que el visionario discurso de Fidel Castro en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro en 1992, afirma sobre el riesgo de ecocidio y el origen sistémico del mismo, resumido en su frase: “Pagar la deuda ecológica y no la deuda externa, desaparecer el hambre y no el hombre”.

Eso hoy es una evidencia. Hay un gran volumen de trabajo científico acumulado indicando que el proceso de calentamiento global en acelerado desarrollo conducirá a que, en un planeta Tierra que probablemente dure aún millones de años, las condiciones de vida que necesita la especie humana no alcanzarán al siglo próximo. La discusión tiende a, según los distintos escenarios de emisión de gases generadores de efecto invernadero que “calientan” el planeta, estimar en qué momento del siglo en curso el planeta se volverá inhabitable para el ser humano.

Por lo tanto, nada más lejano a nuestra intención que negar que, de no mediar cambios absolutamente radicales en el sistema global que rige nuestras vidas, ocurrirá algún o algunos eventos catastróficos que harán que no más de dos generaciones de nuestra descendencia puedan vivir.

Por lo tanto, las imágenes horripilantes de las grandes catástrofes que todo lo destruyen bien pueden terminar siendo reales o parecidas a la realidad. Pero lo que Hollywood ignora cuidadosamente, al igual que todo producto cultural hegemónico, es todo el proceso que, día tras día, nos va a ir acercando a ese desenlace. La consideración de toda esa trayectoria deja en absoluta evidencia el componente de clase subyacente.

Por ejemplo, es claro que la contaminación de suelos y cursos de agua por agrotóxicos  en diversas cadenas productivas puede terminar afectando de manera muy seria a  todos, a escala global. Pero si pensamos en la producción arrocera de hoy, el trabajador que está en directo contacto con los contaminantes tiene serios riesgos de desarrollar graves problemas de salud con el tiempo, que difícilmente afecten a los grandes productores o empresarios propietarios de la tierra y su producto final.

La sucesión de eventos extremos en materia de aportes hídricos, sean inundaciones o sequías, afectan muy distinto al que vive en un ranchito precario cerca de un curso de agua al que recurre para diversas necesidades de la vida cotidiana, que para quien vive en una residencia privilegiada, protegida y más que abastecida de todo cuanto sea necesario.

En el día a día,  el proceso de alteración dramática de los ciclos naturales genera problemas de salud, destrucción de viviendas, pérdidas de fuentes de ingresos o de modos de supervivencia entre quienes forman parte de las clases explotadas, y no afectan, salvo circunstancias casuales, a quienes integran las clases dominantes. Dicho de otra forma, si un estudio concluye que el fin de la vida humana será aproximadamente en X momento,  debe entenderse que ése es el momento en que ni siquiera los más privilegiados integrantes de las clases dominantes a nivel global podrán escapar a los desastres. Pero para los trabajadores, y ni hablar para los excluidos y marginados por el sistema, la existencia puede ser imposible muchísimo antes, incluso en cuestión de meses o semanas.

Por lo tanto, nuestra inquietud y respuesta debe comenzar aquí y ahora, y la reivindicación de políticas ambientales responsables desde esta perspectiva integral, desde una perspectiva de clase y del proceso cotidiano de degradación que las clases explotadas sufren ya, es profundamente anti sistémica y absolutamente indispensable en la agenda del movimiento popular.

Una trampa clásica con la que se pretende anular una tal posible respuesta desde el campo popular al desquicio de un sistema que necesita destruir para preservarse, es la falsa oposición entre empleo y responsabilidad ambiental. La línea discursiva es: la gente precisa trabajar, precisa empleos. Para ello, es necesario fomentar grandes emprendimientos generadores de empleo. Y puede que eso deteriore diversas condiciones ambientales, pero si esto no se acepta, entonces no hay empleos.

Esta línea discursiva tiene varios saltos lógicos. Además, no reconoce matices, puesto que no necesariamente el empleo surge de grandes emprendimientos y no todo gran emprendimiento debe necesariamente aceptarse como un “vale todo” en materia ambiental, etc. Pero esa prédica, que podría resumirse en oponer generación de empleo con responsabilidad ambiental, se reitera ad nauseam en muy diversos ámbitos.

Julio Anguita sostuvo en su última década de vida un discurso completamente perpendicular a esta trampa por falsa oposición. Le gustaba afirmar que una política sistemática de responsabilidad ambiental era una de las más importantes fuentes de generación de empleo para sacar a España de los niveles pavorosos de desempleo juvenil en los que se vio inmersa hacia 2010. Resumidamente, sostenía que obviamente el hombre es “el recurso de la Naturaleza para transformarse a sí misma”, y que la existencia humana es imposible que no modifique su entorno.

Pero hay modificaciones y modificaciones, y con el estado actual de conocimiento científico es posible conocer formas de producir, de consumir, de disponer deshechos, etc., que no generen efectos perjudiciales y que incluso reviertan algunas consecuencias de lo que se hizo mal en el pasado. Para eso es necesario quien vigile, quien inspeccione, quien mida, quien analice, quien valide o elabore alternativas, etc., que se traduce en una importante cantidad de personas empleadas para cumplir dichas tareas,  de muy diversos perfiles y requerimientos.

Lo ambiental no tiene por qué ser siempre problema, puede ser palanca de soluciones y de cambios radicales en la sociedad.

Gonzalo Perera

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