Mientras el mundo está pendiente del conflicto que sostienen Rusia y la OTAN en Ucrania, muy silenciosamente, efectivos militares de Estados Unidos ingresaron y permanecerán en Uruguay, entre abril y mayo, dejando en evidencia cómo será el tiempo político de retroceso, posterior a la derrota del SI en el Referéndum.
Con la inicial presidencia ad hoc del general Guido Manini Ríos, la Comisión de Defensa del Senado, aprobó por unanimidad el proyecto de ley que autoriza la llegada de militares norteamericanos con su respectivo armamento.
El proyecto de Ley aprobado dice:
“Artículo único. – Autorízace el ingreso al territorio nacional de una delegación integrada por 12 (doce) militares integrantes de las fuerzas especiales de los Estados Unidos, con su armamento individual, a efectos de entrenar en operaciones defensivas militares a personal del Ejército Nacional, en el período comprendido entre el 6 de abril y el 15 de mayo de 2022”
El ministro de defensa Javier García y autoridades militares como el comandante en jefe del Ejército, Gerardo Fregossi, expusieron sus razones a favor del ingreso de los efectivos norteamericanos con finalidades como el entrenamiento del personal militar uruguayo para el “antiterrorismo”. Muy malos recuerdos traen esas expresiones en función de la historia de la “formación” (o más bien deformación) recibida por nuestros efectivos por parte de Estados Unidos, durante el llamado “pasado reciente”. Lo militares estadounidenses vienen en una aeronave norteamericana, que debido al conflicto en Ucrania no se quedará, pero volverá a buscarlos.
Ninguno de los senadores presentes en la Comisión, ni de la oposición, ni del gobierno, hicieron preguntas, objeciones, observaciones o reflexiones sobre el tema. Así consta en la versión taquigráfica: “Si algún senador quiere realizar alguna pregunta o referencia, lo escuchamos. No habiendo preguntas, podemos pasar a la consideración de otros temas”.
Entre los otros temas se informó de la postergación de un ejercicio SAR con Estados Unidos, debido a que “Estados Unidos informó en su momento que esa unidad estaba reservada para Ucrania y que se retrasaba”. Otra vez una referencia no casual a Ucrania. El ejercicio podría realizarse en el correr de este año.
Luego de mencionarse otros asuntos, y en ese contexto, el ministro Javier García “casualmente” aprovechó la ocasión para informar que se abrirá al público la Cárcel del Pueblo. Iniciativa que pretende poner en pie de igualdad el terrorismo de Estado con la guerrilla. Otro “regalo sorpresa” post Referéndum.
La sesión de la Comisión realizada el 4 de abril, culminó con la votación sobre el ingreso de los militares de Estados Unidos: “(se vota) – 7 en 7. Afirmativa. Unanimidad.”
Al día siguiente se trató y aprobó en el Senado y en Diputados. Trámite más express que los desalojos de la LUC.
En el Senado fue aprobado afirmativamente por 29 en 29 presentes. No sabemos aún quién fue el senador número treinta ausente, ni sus motivos.
En cambio, en la bancada de diputados del Frente Amplio se planteó una discusión sobre el proyecto.
El secretario general del Partido Socialista, diputado Gonzalo Civila, con el apoyo de los otros diputados socialistas y el diputado del PVP, plantearon sus discrepancias.
El argumento mayoritario a favor del ingreso de los militares de Estados Unidos fue que “siempre se hizo así desde 1999”. Lo cual además de no ser cierto, es un paralogismo analizado hace muchas décadas por Vaz Ferreira. Si vale lo que “siempre se hizo así” podríamos seguir indefinidamente con la sociedad de clases, el patriarcado, la destrucción del ambiente o la sumisión al imperialismo.
Afortunadamente, la bancada del FA aceptó que los rebeldes ingresaran al recinto, expresaran su discrepancia y se retiraran de sala para no votar el proyecto.
Honra a Civila, a los otros dos diputados del Partido Socialista, Barreiro y Malán, y al diputado del PVP, Daniel Gerhard, su postura de negarse a votar la desgraciada ley. Esperamos que en el futuro se queden para votar en contra -en homenaje a Guillermo Chifflet- y además no renuncien a sus bancas después de hacerlo. ¿O acaso serían sancionados y expulsados como consecuencia de su voto inequívocamente antimperialista?
Para comprender la honda gravedad del asunto es necesario recordar lo escrito por el general Víctor Licandro, en un documento presentado a la Mesa Política del Frente Amplio en abril del 2007, después de la visita al Uruguay de George W. Bush, en marzo de ese mismo año:
“El Air Force One, avión que transporta al Presidente de los EE.UU. de NA, jefe supremo de las fuerzas armadas de esa superpotencia mundial, se posó en la base militar apropiadamente establecida en territorio de la República O. del Uruguay.”
Reitero, se refirió a la “base militar”.
Continuó Licandro: “Es de suponer que, teniendo en cuenta el despliegue de los medios norteamericano abarcando no solamente Carrasco, sino Laguna del Sauce, Colonia y el desplazamiento en vehículos terrestres y helicópteros, el alerta del Servicio de Emergencia abarcaría prácticamente toda la costa del Río de la Plata y gran parte del territorio nacional.” Y agregó: “El Presidente Bush hizo su maniobra especial, con su Puesto de Comando Móvil, y sus asesores habrán podido sacar sus conclusiones si la base militar que tienen en el Uruguay está en perfecto funcionamiento o si deben hacer algún ajuste: sea en la coordinación previa de trámites burocráticos de rigor, o para preparar pistas, asegurar limpieza del espacio aéreo, disponer la colaboración de hombres y medios nativos (militares y civiles).”
A pesar de la contundencia de su informe, en conversaciones privadas Licandro era mucho más drástico.
Afirmaba sin medias tintas: “en el Uruguay no hay una base militar norteamericana, el Uruguay ES una base militar norteamericana”.
Y aclaraba verbalmente que no se trata de una base tradicional al estilo de Guantánamo sino de una red a la vez funcional y local, que abarcaba el control de los resortes burocráticos del Estado uruguayo, así como el acceso asegurado a los puertos, aeropuertos y vías de acceso aéreas, marítimas y terrestres. Este país-enclave militar es la verdadera razón de porqué “El Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico sur”. La esencia de la condición semi-colonial del Uruguay no se puede comprender sin el diagnóstico de Licandro.
Es demasiado larga la historia de esa condición semi-colonial del Uruguay como para desarrollarla ahora en profundidad. No radica esencialmente en razones económicas sino en su funcionalidad estratégica geopolítica militar.
Abarca desde el período colonial español cuando el puerto de Montevideo se convirtió en el Apostadero Naval español para el Atlántico sur, hasta las intervenciones anglo-francesa en la región, cuando Montevideo (la Nueva Troya) fue el Saigón del Plata. Además de los sucesivos desembarcos de marines de Estados Unidos en Uruguay en las décadas de 1840, 1850 y 1860, cuando aún la potencia hegemónica era británica.
El giro de Uruguay de la órbita británica a la de Estados Unidos, cuando en 1898 se instaló en el puerto de Montevideo una parte de la flota de guerra norteamericana, que había triunfado en la Guerra de Cuba, convirtiendo a la isla en una semicolonia.
La posterior confirmación de esa primacía con la llegada de una flota estadounidense en 1904 por la guerra civil uruguaya. El célebre -aunque al parecer olvidado- intento de Estados Unidos, en los años 40, de instalar una base aeronaval en Laguna del Sauce.
El ingreso al TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) y el Convenio bilateral de Defensa en 1952. Entre medio la llegada al aeropuerto de Carrasco, aún no inaugurado, de una flota de siete aviones superbombarderos B29, que junto con las bombas atómicas conformaban la máxima arma de destrucción masiva de la época (una foto de las superfortalezas volantes estacionadas en el viejo aeropuerto ilustra este artículo).
Sería necesario un libro o varios para relatar someramente todos los episodios relevantes. En el pasado más inmediato tuvimos una base militar de Estados Unidos en el aeropuerto de Carrasco nuevo, durante la Cumbre del G20, organizada en Argentina, entre octubre y noviembre del 2018.
Todo eso y mucho más son solo antecedentes de las actuales relaciones carnales con la Nueva Roma del norte.
Desde el 2020 el nuevo gobierno uruguayo no solo se alineó diplomáticamente en forma incondicional con el de Estados Unidos, sino que en el plano militar se reincorporó al TIAR, retornó a las operaciones UNITAS, recibió un buque de la Guardia Costera de Estados Unidos, así como la visita del jefe del Comando Sur, Craig S. Faller en el 2021, y mucho más recientemente, cinco días antes del Referéndum, la visita del Comandante de las Fuerzas Aéreas del Comando Sur, Barry Cornish. Esto es solo el comienzo de lo mucho que veremos en este tiempo post Referéndum.
Es necesario pensar seriamente en la definición de Víctor Licandro si queremos realmente comprender la historia y el presente del Uruguay, aunque sea una idea inaceptable para el imaginario colectivo uruguayista. Los mitos de Ponsonbylandia, ya convertida en TioSamlandia, obturan nuestra autocomprensión. En cada semicolonia lo más esencial suele ser lo menos visible.
Como dice Garabed Arakelian en el número anterior de Claridad, refiriéndose al “patio trasero del imperio yanqui…”, afirma: “No es de descartar que… haya intentos de apretar nuestras entrañas. Y me estoy refiriendo a Uruguay”.
Sin duda alguna el “regalo sorpresa” de esta semana no viene en un huevo de Pascua, ni tiene nada de sagrado. Es el huevo de la serpiente.
Luis Vignolo
Fuente: www.periodicoclaridad.com