Gonzalo Perera
El marketing de la impresionante empresa que es hoy en día el Barsa, se basa en una frase en catalán que significa “Mucho más que un club”. Dejando de lado el gigantesco negocio subyacente, los no pocos escándalos y las burbujas publicitarias, no me quedan dudas que pocas frases definen mejor a un club. Porque la nómina de socios del Barsa cayó a niveles ínfimos tras la Guerra Civil, por la sencilla razón de que la gran mayoría de sus asociados combatieron y perecieron en filas republicanas. Porque el franquismo prohibió el uso del catalán, como lo hizo con el vasco y con todo idioma que no fuera el castellano y por lo tanto, los fines de semana, el estadio del Barsa se llenaba de gente que iba a ver fútbol y hablar en catalán, porque a un estadio repleto no lo reprime nadie. Para bien y para mal, la casaca blaugrana es parte del pueblo catalán y de su historia, y eso ni lo decreta ni lo inhibe ningún represor.
En las casas populares de Venezuela puede llamar la atención como al lado de un crucifijo o cualquier ícono cristiano está la imagen de José Gregorio, por José Gregorio Hernández, quien en la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX fuera llamado “el médico de los pobres”, a quien los mismos pobres santificaron y veneraron por más de un siglo después de su muerte. Su beatificación en 2021 es más que nada la respuesta vaticana a su necesidad de encontrar canales de llegada a las masas populares que cada vez le son más esquivas, pero el pueblo venezolano no necesitó de ningún Papa ni obispo para, guste o no guste, concederle a José Gregorio el estatus de hombre santo.
El punto aquí es que, en todos los pueblos del mundo, más allá de autoridades, operativos de marketing, intereses comerciales o lo que sea, hay personas, hechos y fechas, que son los propios pueblos los que destacan, conservándoles en su memoria como inolvidables. Frente a esa suerte de dictamen o veredicto popular, no hay quien pueda.
Inversamente, lo que responde al interés de pocos, por poderosos que sean, a veces es muy difícil que “prenda” en los pueblos. Por supuesto que, desde el poder, el marketing o los negocios se puede imponer una “noche de la nostalgia”, o importar la celebración de Halloween, pero otras veces no es tan sencillo el injerto. Dígame, querido lector, en qué ciudad del Uruguay hubo grandes manifestaciones el pasado 14 de abril, cuando quienes intentan imponer la teoría de los dos demonios y la relectura de la Historia que pretendió instalar el eslogan “el golpe fue en febrero del 73”, hacen de esa fecha un hito central. La respuesta es ‘en ningún lado”, porque las grandes mayorías populares, como dijera el Quique Yanuzzi, “no se tragaron esa pastilla”.
La disputa del calendario, de lo que se celebra y lo que no, lo que se recuerda y lo que no, lo que se honra y lo que no, es un escenario más de disputa de la hegemonía cultural. Más allá de la fecha, el significado que se le da a la misma es importante y revelador. Por ejemplo, en mis épocas de estudiante, el 12 de octubre era una celebración del comienzo de la colonización y el despojo, bajo el vergonzoso nombre de “día de la raza” y era visto como el día en que “nos descubrieron, por fin nos descubrieron”, con licencia de Les Luthiers. Y todavía se encuentra quien un 8 de marzo le desea feliz día a las mujeres, ignorando la carga de injusticia, violencia, dolor y combate contra el sistema capitalista patriarcal que la fecha implica.
Un 20 de mayo la gente comenzó a marchar en silencio. Para con su “silencio atronador” reflejar el reclamo permanente e inclaudicable por Memoria, Verdad y Justicia en nuestro país. Esa marcha, siempre silenciosa, se hizo cada vez más grande, se hizo multitudinaria y no sólo en Montevideo, sino en todo el país.
El 20 de mayo es una fecha marcada en el calendario no por un acto formal o burocrático, sino por los millones de personas que, a lo largo del tiempo, han puesto sus piernas en movimiento y sus bocas en silencio para ser parte de todas esas marchas.
Porque, además, ese 20 de mayo sigue permitiendo portar los retratos por lo que hay que preguntar ¿Dónde están? Una pregunta que repetiremos hasta que encontremos la respuesta.
Y, por si fuera poco, ese 20 de mayo también es el día de decir “Nunca más”. Nunca más terrorismo de Estado, nunca más tortura, nunca más desapariciones, nunca más asesinatos políticos, robos de bebés y todas las inmundicias que una horda de forajidos uniformados cometió en este país, al servicio del gran capital y el imperio.
Hace poco, una propuesta surgida de nuestra fuerza política, de declarar fechas patrias el 20 de mayo y el 30 de noviembre (en recuerdo del histórico NO a la dictadura en 1980), despertó, particularmente en Internet, airados comentarios. En general de un nivel prehomínido, regados de tanta brutalidad como odio irracional. No pocas veces, desde sitios donde se han expuesto con orgullos los carteles “que llenan las calles de Montevideo “(sic) en referencia a los carteles reclamando la libertad de los terroristas de Estado presos que se encuentran en algunos selectos barrios. En general, desde los mismos sitios donde se ha agraviado, cultivado el discurso de odio, de discriminación de clase, racismo y homofobia contra referentes del movimiento estudiantil. En general, lo que suele denominarse fachos, que, desde el anonimato, armados o en patota, suelen hacer gala de la valentía que desaparece como arte de magia cuando tienen que hablar cara a cara y en igualdad de condiciones.
Uno en general no pierde el tiempo respondiendo a ese tipo de comentadores y comentarios, pero siendo notorio que les duele que se proponga destacar en el calendario el 20 de mayo, no puedo evitar indicar que están pretendiendo sostener una lucha inútil. Porque, aunque les genere tragar abundante bilis, el 20 de mayo ya es, desde hace buen tiempo, una de las fechas más congregantes de nuestro calendario. Lo es por decisión espontánea y voluntaria del pueblo uruguayo. Eso no lo cambia nadie, mucho menos el enojo de fascistas recalcitrantes peleados con la vida. Tarde o temprano, es obvio que lo que el pueblo ha reconocido por su libre iniciativa, será recogido en el calendario oficial y la lucha por Memoria, Verdad y Justicia tendrá un galoncito más en su haber.
Pues el mayor galón, la condecoración más sublime a la lucha por Memoria, Verdad y Justicia, ya ha sido conferido y se refuerza año tras año, en cada una de las silenciosas marchas.
Se ha marchado bajo la lluvia o con fríos que calaban los huesos, ha marchado gente de avanzada edad y una divina gurisada, ha marchado gente de todas las formas de vivir, que comparten el rechazo visceral a la bestialidad de los terroristas de Estado y la solidaridad absoluta contra las víctimas más directas y sus familiares.
Porque todo el pueblo uruguayo fue víctima del despojo y la violencia durante esos tiempos del terror. Fue ésa la razón por la que el 57% de la ciudadanía, bajo una presión mediática insoportable, en la que participaron todos los que entonces eran medios hegemónicos y hoy lo siguen siendo y cada tanto tienen el descaro de pretender dictar cátedra de democracia, le dijo que NO a la dictadura el 30 de noviembre de 1980. Porque el país entero sufría la burrada, la mentira, la violencia y el despojo de la dictadura militar neoliberal.
El mayor blasón del 20 de mayo es que el pueblo uruguayo ya lo hizo una de sus fechas más remarcadas, a fuerza de tanto marchar en Silencio.
Foto de portada:
Ingreso de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos al pasado acto por el Día Internacional de las Trabajadoras y los Trabajadores en la Plaza 1° de Mayo. Foto: Javier Calvelo/adhocFOTOS.