El día que Uruguay rompió tres récords: máximo número de camas de CTI ocupadas (846); máximo número de camas de intensivos ocupadas por una sola causa (587 por COVID 19) y máximo número de personas ingresadas en CTI en un día (62); el día que superamos los 300 mil contagios desde el comienzo de la pandemia, el día que murieron 52 uruguayas y uruguayos y alcanzamos las 4.494 muertes y pasamos los 37 mil casos activos; ese día, el presidente de la República ratificó la estrategia que ha aplicado contra la pandemia y nos condujo a este dramático desastre.
Esa actitud, aunque se la tape o se la intente disfrazar insólitamente de “voluntad de diálogo” y “búsqueda de acuerdo”, es una nueva demostración de soberbia, ceguera ideológica, aislamiento personal y político, con un agravante: la mentira.
Luis Lacalle Pou tiene un estilo muy personalista de hacer política y eso se trasladó a su forma de gobernar. Quizás tenga que ver con las tradiciones de su sector político, el Herrerismo, muy dado a los caudillos fuertes, las herencias familiares (económicas y políticas), los personalismos, la poca presencia de ámbitos colectivos de decisión y una arraigada tradición conservadora. Y también con una trayectoria personal, que, en el caso del presidente, siempre estuvo basada en la proyección de su figura, por encima del sector y del partido.
Para triunfar en las elecciones tuvo que armar la alianza más amplia y heterogénea de la derecha y el poder económico de los últimos años, lo obligó la incapacidad de los dos grandes instrumentos políticos de las clases dominantes, el Partido Nacional y el Partido Colorado, de derrotar por sí solos al Frente Amplio. Lo hizo en base a conversaciones y acuerdos personales, de líderes. Después de ganar apostó a tener el sartén por el mango, todo el sartén. Lacalle Pou gobierna como si el Partido Nacional y el Herrerismo fueran toda la coalición de derecha.
Esto se expresa con claridad en múltiples acciones de gobierno: el contenido de la Ley de Urgente Consideración, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales, la sobre actuación y la deriva conservadora de Javier García en el Ministerio de Defensa para disputarle electorado e influencia a Cabildo Abierto y a Julio María Sanguinetti, la crisis con Ernesto Talvi y un largo etcétera.
Lacalle Pou gobierna con las prioridades del poder, tema por tema: una vez más la LUC es un buen ejemplo, pero también el Presupuesto, la política salarial y el acoso a las empresas públicas.
Gobierna con un estilo macrista, lejos de la tradición política del Uruguay, aunque aparezca con ponchos patrios, vinchas, mates y facones. Está coacheado hasta cuando se peina el jopo, a veces aparece “espontáneo”, otras “estudioso y elaborado”, otras apasionado y casi frenético.
Hay en su gestión, como lo hubo en su candidatura y su carrera política toda, un destacado lugar para el marketing político, los medios y las redes sociales.
Lacalle Pou ha construido su propia burbuja, allí se siente líder y seguro. El problema es que se ha acostumbrado a ver a la sociedad y a relacionarse con ella desde esa burbuja.
Eso que sería arriesgado para gobernar en tiempos normales; teniendo que articular una coalición porque su Partido y su sector no tienen, ni de cerca, el peso que parece querer representar Lacalle Pou; es decididamente suicida en medio de una de las peores crisis de la historia y una pandemia.
Lacalle Pou hace lo que le niega al resto de la sociedad. Se construyó una burbuja infranqueable, donde no llega nada, ni siquiera la realidad, esa cosa tan molesta que se empecina en seguir existiendo al margen de su voluntad. Lacalle Pou se sintió muy cómodo al comienzo de la pandemia, con una cadena nacional por día donde decir lo que quería y como quería, protegido por el sentimiento de unidad nacional. Era el líder de un ejemplo, lo llamaban de medios internacionales, en particular los de derecha argentinos, que lo entrevistaron encantados y lo defendieron con fruición hasta cuando hizo el impresentable berrinche en el MERCOSUR.
El problema es que no escuchó, a nadie, salvo a las y los que le dijeron que seguía siendo el “number one” de la barra del British, y ahora que todo se vino abajo es incapaz de aceptarlo.
Solo así se explica que el miércoles, cuando se registraron 52 muertes y llegamos a las 4.394 Lacalle Pou se haya negado a reconocer el fracaso del de “su” estrategia, la que nos explicó durante más horas que las telenovelas turcas, la de las exhortaciones, la “libertad responsable”, cuidar a los “malla oro” y mover con su habilidad nunca bien ponderada las “perillas”.
Señor presidente, aunque a usted le cueste creerlo, todo eso fracasó, eso es lo que nos tiene como estamos y estamos muy mal.
Lacalle Pou se resistía a reunirse con la Comisión de Seguimiento que creó el Senado, en la que están todos los partidos políticos representados en esa Cámara. No le gusta compartir la escena, recordemos que cuando le preguntaron si iba a convocar a un Diálogo Nacional respondió con un soberbio: “¿Para qué?”. Ya estamos yo y mi equipo de marketing, que sabemos como se hace todo y como contárselos, así que esperen y no molesten, le faltó decir.
Finalmente se tuvo que reunir. Pero antes tomo medidas de cordón sanitario. No contra el COVID 19, vade retro, sino contra el diálogo. En una entrevista en Subrayado, el día antes de reunirse con senadores de todos los partidos, anunció que iba a seguir con “su” estrategia.
Y en la entrevista mintió. Dijo que había implementado la mayoría de las medidas recomendadas en diciembre y febrero por el Grupo de Asesoramiento Científico Honorario. También dijo que el representante del Frente Amplio en el Directorio de ANCAP había votado a favor de aumentar el precio final de los combustibles. Integrantes del GACH y Walter Sosa, el director frenteamplista de ANCAP lo desmintieron, pero Lacalle Pou mintió sin prurito, en vivo y en directo por televisión.
Lo mismo hicieron por él los representantes oficialistas un día después.
Dijeron que había clima de acuerdo y que el presidente había transmitido que tomaría en cuenta hasta 7 de las propuestas que presentó el Frente Amplio. Eso es mentira. No fue lo que pasó en la reunión.
El Frente Amplio presentó en la Comisión de Seguimiento del Senado un documento con seis apartados: Medidas Sanitarias. Ingreso Básico de Emergencia. Suspensión de lanzamientos y cortes de servicios, y diferimiento de cuotas/vivienda y pagos de los servicios para los sectores más necesitados. Empleo y Seguridad Social. Apoyos a las micro y pequeñas empresas.
Adelanto de inversión pública y apoyo a la inversión privada en infraestructura y vivienda. Contemplaba 24 medidas, el Poder Ejecutivo anunció que iba a estudiar 4, ninguna de las centrales o definitorias.
Lacalle Pou le transmitió a las y los senadores que no piensa tomar medidas de restricción de la movilidad porque está convencido que la gente no las va a respetar. Eso sí pasó.
Es increíble, él en su burbuja, alimentado con encuestas a la carta, porque las de verdad cada vez le dan peor, dice que la gente no cumpliría medidas para proteger su vida. Otra vez los responsables son otros, en este caso la gente y ya ni siquiera es por un hecho concreto, es por la presunción de una conducta futura, culpa preventiva. Increíble.
Es hora de que salga de su burbuja, señor presidente. Hay que escuchar a los científicos y los médicos, que, unánimemente, plantean la necesidad de reducir la movilidad social por un plazo acotado de tiempo, para frenar los contagios, las internaciones y las muertes.
Para eso hay que adoptar medidas económicas que respalden a la gente y a las empresas. Y hay que hacer un diálogo en serio, donde se escuche y se esté dispuesto a corregir.
Usted señor presidente está sentado en un desastre por el fracaso de “su” estrategia. Así no se puede seguir.