Paro con movilización del PIT-CNT el pasado miércoles. Foto Andrés Gaitán. EL POPULAR.

El que reparte se lleva la mejor parte

Informe del Cuesta Duarte sobre la participación de los salarios en el producto

Por Rodrigo Gorga (*)

El paro general parcial realizado el miércoles de esta semana por la central de trabajadores PIT-CNT tuvo como uno de sus ejes principales —además de los reclamos presupuestales aún en debate en el Parlamento— las reivindicaciones vinculadas al salario y a otros aspectos que hacen a la calidad y las condiciones de vida de los trabajadores. La medida de lucha se dio en el marco de las negociaciones de los Consejos de Salarios, que, al decir de una de las oradoras, atraviesan “una etapa muy difícil”.

En octubre de este año, el Instituto Cuesta Duarte, perteneciente al PIT-CNT, elaboró un informe sobre salarios titulado “La participación de la masa salarial en el producto: una mirada complementaria de la distribución de los ingresos en la sociedad”. Si bien se trata de un trabajo que abona la discusión salarial, también constituye un insumo importante para los debates distributivos, que seguramente cobren más relevancia en las próximas semanas, una vez que se haga pública la propuesta concreta de los trabajadores para imponer un impuesto a las personas más ricas de la sociedad. Por este, y otros motivos, vale la pena detenerse en las cifras que allí se presentan.

La distribución

Existen distintas aproximaciones para estudiar el nivel de desigualdad en una sociedad. Una de ellas consiste en analizar la distribución personal del ingreso, es decir, cómo se reparte el ingreso total entre los individuos considerados de forma separada. El ejemplo más clásico de este tipo de medición es el Índice de Gini, que muestra cuánto se aleja una sociedad de la igualdad perfecta, aquella en la que todos tendrían el mismo ingreso.

Este informe, por el contrario, focaliza la evolución de la desigualdad en Uruguay desde otra perspectiva, denominada funcional, en oposición a la personal. La génesis de las funciones consideradas en esta metodología remite al papel que desempeñan los individuos en el proceso productivo: ya sea como trabajadores, que aportan su fuerza de trabajo, o como propietarios de los medios de producción, que se apropian del excedente generado. Si bien ambas dimensiones de la desigualdad —la personal y la funcional— están estrechamente vinculadas, la utilidad de este enfoque radica en que permite observar cómo se distribuye el ingreso total entre el trabajo y el capital, ofreciendo una mirada estructural sobre la evolución del reparto de la riqueza en la economía.

La vinculación entre ambas perspectivas es estrecha, casi carnal: cuando la distribución funcional del ingreso evoluciona de manera regresiva —con una porción creciente del producto que se concentra en el capital—, ello repercute ineludiblemente en una distribución personal más desigual. A fin de cuentas, el capital está en pocas manos, y cuando su participación aumenta, la desigualdad entre las personas también lo hace.

La evolución en las últimas décadas

El informe presenta la evolución de la porción del producto generado por la economía que es apropiado por los trabajadores a partir de dos aproximaciones, para un período que cubre el último ciclo económico, iniciado en 1998 y extendido hasta nuestros días, incluyendo proyecciones para los dos años venideros.

El primer abordaje —que puede apreciarse en el siguiente gráfico— se basa en la construcción del Índice de Masa Salarial, que resulta de combinar la cantidad promedio de horas trabajadas por asalariado, la cantidad de asalariados y la remuneración de esas horas.

La cantidad de horas trabajadas presenta una caída del 10% en el período analizado (1998–2024), pasando de 42 a 38 horas semanales. Esto contrasta con la evolución del empleo y de la remuneración, que, a pesar de los vaivenes del ciclo económico, muestran un crecimiento sostenido.

El siguiente gráfico muestra la evolución del Índice de Masa Salarial en comparación con el Producto Bruto Interno (PBI), con el objetivo de representar en qué medida el ingreso apropiado por los asalariados acompañó —o no— el crecimiento total de la economía.

Participación de la masa salarial sobre el PBI

Fuente: Instituto Cuesta Duarte – PIT-CNT

A partir de 2001, el índice de participación de la masa salarial como porcentaje del PBI se mantuvo siempre por debajo del nivel previo a la crisis de 2002. Esto significa que el trabajo asalariado perdió peso relativo frente a otras fuentes de ingreso, especialmente aquellas que remuneran al capital, agrupadas bajo el concepto de excedente de explotación. Al cierre del período, en 2024, la participación de la masa salarial se ubicó 14% por debajo de su nivel de 1998.

El período de mayor caída de la desigualdad en Uruguay —entre 2007 y 2013— coincidió con una etapa en la que la masa salarial creció por encima del PBI, lo que implicó una recuperación de la participación de los trabajadores en la riqueza generada por la economía, con un pico de 43,5%. Sin embargo, a partir de 2019 esa tendencia se revirtió: en 2024 la participación de la masa salarial cerró en un nivel incluso inferior al de 2019.

La participación del trabajo volvió a descender, en parte por los efectos de la pandemia, pero también como resultado de una política salarial que no distribuyó de forma equitativa los beneficios del crecimiento posterior. La transferencia de ingresos desde el trabajo hacia el capital quedó reflejada con claridad en este indicador: la participación de la masa salarial alcanzó niveles históricamente bajos, en torno al 37% del producto, mostrando sobre qué hombros recayeron los costos de la crisis. Y cuando la economía volvió a crecer, los ingresos de los trabajadores no se recuperaron en igual medida, confirmando —una vez más— en qué bolsillos se acumulan las mieles de la bonanza.

Las proyecciones elaboradas por el Instituto Cuesta Duarte para 2025 y 2026 no auguran una recuperación significativa de la participación del trabajo en el ingreso nacional. Según el informe, la masa salarial seguiría creciendo en términos reales, impulsada por el aumento del empleo y del salario medio, pero el producto lo haría a un ritmo mayor. En consecuencia, la participación de la masa salarial en el PIB continuaría su leve tendencia descendente, pasando de 40,1% en 2024 a 39,7% en 2025 y 39,2% en 2026. Es decir, aun con más trabajadores ocupados y mejores salarios —siempre bajo el supuesto de que se cumplan las proyecciones del MEF y que la lucha de los trabajadores no logre mayores conquistas—, el reparto de la riqueza seguiría desplazándose hacia el capital, lo que evidencia un problema estructural en la forma en que el crecimiento se distribuye dentro de la economía uruguaya.

(*) Economista.

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