Por Bruno Giometti
El pasado viernes 18 de setiembre el Banco Central del Uruguay (BCU) hizo públicos los datos de actividad económica correspondientes al segundo trimestre del año en curso. Como era esperable, la economía registró una fuerte caída tanto en términos interanuales (en comparación con igual trimestre del año anterior) como en la comparación (quitando efectos estacionales) con el primer trimestre del año 2020.
En el segundo trimestre del año (abril-junio) el Producto Bruto Interno tuvo una disminución de 10,6% con respecto a igual trimestre del año 2019. Si se compara con el primer trimestre de 2020, en términos desestacionalizados, la caída del producto fue de 9,0% en este trimestre.
Desde el punto de vista de la producción, los sectores de actividad con disminuciones de actividad más pronunciadas fueron Comercio, Reparaciones, Restaurantes y Hoteles (31,4% interanual), seguido de Otras Actividades donde se incluyen por ejemplo los servicios inmobiliarios y sociales (caída de 16,8%). También se destaca la caída en la Industria Manufacturera (10,8%). La construcción y las actividades primarias también se contrajeron en el trimestre pero en cifras más moderadas que el promedio de la economía (6,5% y 4,2% respectivamente).
En contraposición, el único sector de actividad que tuvo crecimiento en este trimestre fue Transporte, Almacenamiento y Comunicaciones (aumento de 7,2%) explicado enteramente por el subsector de telecomunicaciones (incremento de la producción de servicios de datos).
Desde el punto de vista de la demanda, los datos muestran una fuerte caída del consumo, tanto en lo que respecta al consumo privado (caída del 13,8%) como al consumo del gobierno (12,0%). La formación bruta de capital mostró un incremento explicado por la acumulación de stocks, que contrarrestó la caída de la inversión, tanto en el sector público como en el sector privado.
Finalmente, también la demanda externa tuvo una disminución en términos generales, con una caída de 16,8% en las exportaciones de bienes y servicios. Descendieron tanto las exportaciones de bienes (excepto arroz y celulosa que se incrementaron en este trimestre) como las exportaciones de servicios (turismo, transporte, etc.).
La disminución de las importaciones ascendió a un 15,5% con lo cual podemos decir que fue de un orden similar a la caída de las exportaciones.
Estas cifras no hacen más que confirmar algo que era perceptible por cualquier ciudadano, que es la fuerte paralización económica registrada en el segundo trimestre, con particular intensidad en los meses de abril y mayo.
Algunos comentarios que nos parece que valen la pena para la reflexión.
Corresponde señalar que dentro del marco regional, nuestro país es una de las economías con caídas menos drásticas, a pesar de que el dato de 10% resulta impactante. En este segundo trimestre, la economía brasileña cayó 11% interanual, México 19% en la comparación interanual, Argentina en el entorno del 20% y Perú nada menos que 30% respecto a igual trimestre de 2019. Guarismos similares afectan a países desarrollados como Francia, Estados Unidos, entre otros.
Esta realidad se relaciona con las fortalezas construidas por nuestra sociedad, algunas que vienen desde hace mucho tiempo y otras generadas o profundizadas muy particularmente en los gobiernos del Frente Amplio, en el plano sanitario (lo que posibilitó un impacto más acotado de la pandemia y por ende reactivar más rápidamente sectores importantes de la economía) y en el plano económico-social (15 años de crecimiento ininterrumpido de los ingresos de la población, seguro de desempleo con amplia cobertura, red de protección social, fortaleza financiera del Estado, servicios públicos de calidad, entre muchas otras).
Vemos con preocupación que las políticas que viene implementando el actual gobierno van orientadas a que las consecuencias de esta situación las paguen las grandes mayorías populares, mientras se apuesta de forma absoluta a que los “malla oro” generen la reactivación de la economía.
La política salarial y el presupuesto van claramente en esta dirección.
Además de ser fuertemente antipopulares, regresivas desde el punto de vista de la distribución del ingreso, las medidas tomadas por el gobierno actual hacen peligrar la propia reactivación económica que dicen buscar. La gran inversión privada no está dando señales de despegue (lo dicen analistas privados, ideológicamente muy cercanos al gobierno) pero el gobierno apuesta “todos los boletos” en esta dirección, mientras recorta enormemente la inversión pública y el mercado interno.
La política de recorte presupuestal, de salarios y jubilaciones, puede ser muy perjudicial para la reactivación de la economía interna. Quizás algunos “malla oro” se beneficien del recorte salarial y del gasto público (expresión de ello fue el reciente discurso del presidente de la Asociación Rural del Uruguay) pero difícilmente puede decirse que estas políticas contribuyan a generar una reactivación económica general.
Además, esta “salida” al ser muy focalizada, seguramente llevará más tiempo que lo que el propio gobierno espera (o dice esperar) de acuerdo a las proyecciones planteadas en el presupuesto.
Tiempos difíciles para los asalariados, jubilados y también para vastos sectores de nuestra sociedad (cuentapropistas, pequeños y medianos productores, comerciantes) que viven del mercado interno y que este gobierno no protege.