Cuando lo “políticamente incorrecto” sólo perpetúa el status quo, animemonos a lo imposible.
UJC
Casi como si fuera una contradicción biológica no hacerlo, las y los jóvenes cuestionamos absolutamente todo de cómo funciona el mundo. Es que no nos conforma que nos digan que siempre fue así y listo. Creemos que es posible construir un mundo donde todos vivamos dignamente. Es claro que para construir ese mundo necesitamos eliminar el capitalismo, pero no nos alcanza solo con enunciar eso.
“Ahora no se puede decir nada” se indignan los, autollamados, “políticamente incorrectos”. Dicen que no tenemos sentido del humor cuando cuestionamos algunos chistes, y poco interés tienen en entender que desde el humor se reproducen estereotipos y prejuicios que sostienen luego las estructuras de discriminación y opresión. Hablan de “inclusión forzada” si se promueven cuotas (en el ámbito que sea), mientras alaban la idea de la meritocracia. La cuestión es que mientras, lo que ellos llaman “la generación de cristal”, intenta hacer avanzar a la sociedad, ellos le tienen miedo a esos cambios.
Viejos vinagres
La sociedad cambia, y en muchos casos tienen cabida los planteos transformadores de los jóvenes. Pero también crece la oda absurda a la idea de ser “políticamente incorrecto”. Cuando señalamos, por ejemplo, que las representaciones de los diferentes colectivos en los medios de prensa, cuestiona la perpetuación de estereotipos y la invisibilización. La respuesta que dan es “inclusión forzada”, porque las producciones siguen los planteos de lo “políticamene correcto”. Mientras ellos, en su fantasía, son los valientes que se animan a decir lo que todos piensan pero tienen miedo. En realidad, en la mayoría de los casos el discurso es simplemente justificar algún tipo de discriminación.
Intentamos hacer avanzar a la sociedad hacia una sin discriminación. Mientras los viejos vinagres se aferran al humor de hace décadas atrás. Se indignan cuando decimos que algo ya no es motivo de gracia, y nos acusan de ser demasiado sensibles. Se jactan de que ellos son “políticamente incorrectos”. De nuevo, siendo héroes de una fantasía en la que son los valientes que sí tienen humor. En realidad, en la mayoría de los casos el remate del chiste es lisa y llanamente misoginia, racismo, homofobia, odio de clase o cualquier tipo de discriminación.
Al final del día, el ser “políticamente incorrecto” implica reproducir a través de todos los medios (series, canciones, chistes, etc) los estereotipos y prejuicios sobre los colectivos, que luego justifican la opresión que sufren. Esas opresiones que permiten que haya una pequeña élite de privilegiados, que tienen lo que tienen gracias a explotar al resto y que sea percibido como natural.
Estos son quienes tienen realmente el poder en nuestra sociedad. Pero, en su fantasía ellos son los valientes que no se dejan lavar el cerebro. En la realidad, en la mayoría de los casos solamente defienden el status quo; que les da los suficientes privilegios como para que tengan miedo de perderlos, pero no los tantos como para realmente ser parte de los poderosos.
No seas tword man
Lo más increíble de todo, es que quienes más se quejan, quienes más lloran tradiciones, son ellos. Si cuestionamos la sexualización constante de los cuerpos de las mujeres en los medios, si exigimos representaciones justas, si demandamos un humor que no sea degradante para las personas. La respuesta es que somos una generación de cristal a la que todo ofende.
Sin embargo, los demasiado sensibles son ellos si en una película infantil hay una pareja de madres “¿cómo le explico yo a mis hijos?”. ¿Explicarle qué? ¿Tan difícil es aceptar que las familias no solo se conforman de mamá, papá e hijitos?. De repente, son expertos en historia cuando castean a una actriz negra para hacer de la sirenita: “la sirenita es nórdica, tiene que ser blanca”. Porque claramente una joven mujer con cola de pez tiene una gran exactitud con el mundo real. Ah, pero la exactitud con la historia deja de importar cuando disfrutamos las películas de Tarantino. Entonces, quién es realmente demasiado sensible, cuando son el abuelo Simpson pero en vez de gritarle a una nube le gritan a la ficción.
Y claramente a ninguna niña, o ningún niño le traumó ver a dos mujeres dándose un beso, o ver el live action de la Sirenita con una actriz negra. Dicho sea de paso, se viralizaron las reacciones de niñas negras viendo el trailer, y su emoción al ver que la Sirenita “es como yo”. Lo que reafirma una vez más la importancia de la representación en los medios, pero más que nada en series y películas infantiles. Si bien no es lo único, los valores, el humor, los prejuicios o no que transmiten, son parte de cómo nos vamos formando como personas y proyectamos nuestras vidas.
El pataleo se descontrola cuando entra el lenguaje inclusivo. Como decíamos, la representación es importante, y en este caso qué se nombra y qué no. Aquello que no se nombra no existe, está invisibilizado. De ahí parte la necesidad de transformar nuestro lenguaje, para que nos incluya a todos, todas y todes. Ah “pero la RAE dice que”, bueno sí, la RAE también acepta la conjugación “haiga”, porque las reglas de la lengua no son estáticas. El lenguaje (el uso de la lengua), muta y se transforma con el uso de la sociedad, por lo tanto, las reglas de la lengua que hace décadas o siglos eran de una manera, también mutan. Los “polìticamente incorrectos”, esos valientes que se animan a lo que nadie más, lloran que no se pueden romper las reglas de la lengua. Lo más gracioso, o no, es que la mayoría de las veces lo hacen sin usar correctamente las reglas gramaticales. Y no estamos hablando del proyecto de ley que busca prohibir el lenguaje inclusivo y está mal escrito. O sí.
Detrás de las reacciones conservadoras, de la oda a lo “políticamente incorrecto”, y de la defensa de algunas tradiciones, solo se busca mantener privilegios y continuar sosteniendo un sistema desigual y discriminador. Porque “presidenta” está mal, pero “sirvienta” no. No les molesta que se siga o no una regla gramatical, les molesta una mujer presidiendo.
Animarse
No conformarse con “el mundo es así y ya está”, implica también no conformarse con lo que se supone nos toca al tercer mundo, no conformarnos con vivir desde la individualidad y la meritocracia. Construir una sociedad sin discriminación, implica también una sociedad con igualdad de oportunidades. Si no cuestionamos todo, no cambiamos nada.
Para avanzar como país, en todos los sentidos, necesitamos cuestionar lo que “siempre fue así”, animarnos a pensar que puede ser diferente. Porque si nadie se anima a pensar que las cosas puedan ser diferentes, entonces todo se mantiene igual. Y aunque no lo quieran ver, no existe nada más políticamente correcto que defender las cosas como están. Hay que animarse a romper con lo establecido, a hacer eso que dicen que no se puede. Hacer de la incorrección y la irreverencia nuestra bandera política.
No nos conformemos con el destino que las potencias quieren para nuestra patria. Animémonos a un Uruguay vanguardia en la innovación tecnológica, y con el pueblo disfrutando esos avances. Un Uruguay donde se trabaje para vivir y no al revés. Con políticas públicas que tengan a las personas en el centro. Un Uruguay donde no haya gente sin casas, y casas sin gente. Un país donde todos, todas y todes vivamos dignamente. Seamos políticamente incorrectos, pero en serio, hagamos lo imposible.
Nosotros vamos a seguir cuestionando y queriendo cambiar todo lo que deba ser cambiado, porque sentimos todas las injusticias como propias, y nuestra felicidad es colectiva y compartida. Nos animamos a una presidenta que sueña más allá de los límites, y que tiene la capacidad de hacer esos sueños realidad. Animate con Carolina.
Foto
Estudiantes manifestándose. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.