Quienes suman en las encuestas de intención de voto como indecisos muchas veces están orejeando para dónde va la cosa. No tienen ni quieren tener «la culpa» de la tendencia, pero esperan a ver cuál es la definitiva, para votar en consecuencia. Por ese y otros motivos las encuestas son parte del proselitismo político.
15% de los votantes todavía no tiene una posición definida, según un relevamiento realizado por la Usina de Percepción Ciudadana (UPC) entre el 14 y el 20 de enero. 43% votaría por el SÍ y 38%, por NO, mientras que 2% votaría en blanco y 1% lo haría anulado.
Según los resultados de la última encuesta de Nómade Comunidad Consultora, 49,4% afirmó que votaría por anular los 135 artículos en cuestión de la LUC; 41,2% por mantenerlos y un 9,4% está indeciso. O sea que el porcentaje de indecisos supera, por muy poco a la diferencia entre el SÍ y el NO. El vuelco final de los indecisos define la elección, pero la tendencia es muy pronunciada a favor del SÍ, desde noviembre hasta la más reciente encuesta de UPC.
Las encuestas de noviembre, de Factum y de Cifra, daban al SÍ una intención de voto de 39%, y 41% respectivamente (ambas por debajo del NO). En tanto que Equipos Consultores le daba sólo un 33, porcentaje que coincide con el reiterado presagio de Equipos de que a Luis Lacalle Pou sólo lo afecta la criptonita (o los encantos de Gatúbela).
Es decir. La tendencia en el tiempo ha sido claramente a favor del SÍ y se viene febrero (el mes que siempre ha marcado un ascenso de la opinión de izquierda, que la derecha no ha dejado de relacionar con las murgas, los tablados de todo el país y el Teatro de Verano, en detrimento de los “informativos” de la televisión abierta.
Esta identificación de la izquierda, la cultura popular y la oposición en general con el SÍ y del gobierno y la derecha con el NO es en parte inevitable y también determina la tendencia.
“Se puede sostener -dice Diego Alonso en Resistencia.org.uy- que puedo estar de acuerdo con determinada postura o medida del gobierno y no con los 135 artículos de la LUC, si claro que se puede, pero eso no puede desconocer que esos artículos son el corazón del proyecto político del 1% más rico, el mismo 1% que posee el. doble de la riqueza que el 50 % de la población de nuestro país. Y ese 1% tiene a su más fiel representante en el gobierno multicolor y en el propio presidente”.
Entonces otro factor fundamental es que la tendencia del voto político en el referéndum está marcado por la tendencia del curso político partidario en Uruguay, que está especialmente afectado por el de la región y por el mundo. Somos cosmopolitas por distintos motivos que no excluyen nuestro tamaño y nuestra situación geopolítica.
Por eso uno de los leiv motiv de la derecha ha sido y sigue siendo que el Frente Amplio tuvo buena suerte con la coyuntura internacional.
Es rigurosamente cierto que los dos gobiernos anteriores a los del Frente Amplio no contaron con la ventaja de una coyuntura regional y mundial favorable y el actual de derecha tuvo otra vez mala suerte, pero eso no quiere decir que sea yeta. La derecha olvida explicar por qué y con quiénes ocurrió lo ocurrido. Es decir, muestra dos o tres fotos (la del gobierno anterior al FA, la de los dos primeros gobiernos frenteamplistas y la del actual de derecha), pero omite la trama que concatena unas con otras. Omite precisamente la tendencia.
El Frente ganó después que ganaron Chávez, Lula, Kirchner y Zapatero. La coyuntura mejoró, justamente porque la izquierda venía ganando en la región y los BRICS avanzaron en el mundo, también por izquierda, por Lula, por Mandela, por China. ¿Cómo? Diversificando mercados, rompiendo dependencia con EEUU y Europa, erosionando el comercio desigual que el imperialismo impuso desde hace siglos a punta de cañoneras.
¿Qué hubiesen hecho blancos y colorados y sus socios? Lo mismo que hicieron en el gobierno desde 1958 a 2004, desde la oposición después y lo están haciendo ahora otra vez en el gobierno: atarse al imperialismo, a Bolsonaro, a Duque y, si pueden, adherir con éste a la OTAN.
Pero la actual tendencia regional y mundial, ha vuelto a ser de izquierda con rapidez inusitada, vertiginosa. Desde que Lacalle Pou ganó la presidencia, ganó la izquierda las elecciones en Argentina Bolivia, Perú, Nicaragua, Venezuela, Honduras, Santa Lucía, Chile y las encuestas dan veinte puntos de ventaja a Lula en Brasil para este año y mayoría a Petro en Colombia, todos siguiendo el enorme triunfo presidencial de López Obrador en México 2018 y su aún mayor del año pasado en regionales y el 85% de ratificación constitucional en Cuba 2018 , y la independencia de Barbados del imperio británico 2021. Uruguay no va a quedar de espaldas a la tendencia de todo el continente (a la que deberíamos agregar que Trump perdió).
ATAQUES
El fracaso fulminante y estrepitoso de las derechas en sus efímeros o fugaces retornos a gobiernos del último lustro (Macri, Temer, Bolsonaro, Añez, Piñera, Lacalle Pou), recordó a los pueblos lo que eran, dejando en evidencia que hubiesen hecho mucho más costosa para los pueblos la crisis de 2008, a cambio de algunas prebendas para los sectores financieros vinculados a Washington (los bancos que salvaron en las crisis anteriores). EEUU y la UE le hubieran cargado la crisis al Sur como hicieron en 1998 y en 2001-2002.
Si no pudieron en 2008, fue porque en vez de Cardozo o Collor, de Menen o De la Rúa, de Sanguinetti, Lacalle o Batlle, de Carlos Andrés Pérez, ahora estaba Chávez con su PSUV, estaba Evo Morales con su Movimiento al Socialismo-Instrumento para la Soberanía de los Pueblos, estaba Rafael Correa con su revolución ciudadana, el Partido de los Trabajadores en Brasil, el Frente Sandinista en Nicaragua, el Frente para la Victoria en Argentina, el Frente Amplio en Uruguay y siempre estuvo Cuba.
La dificultad del relato para los pueblos de América Latina es que gran parte de la temática regional y global corre a través de las corporaciones mediáticas y sus históricas construcciones panamericanistas.
Se olvida rápido el por qué, el cómo, el con quién. Mucha gente recuerda algunos titulares pero es más difícil que «la gente» sepa que si se hubiera perdido el plebiscito de las empresas públicas en 1992 hoy Telefónica o Slim habrían segmentado el país entre ricos capaces de comprar los mejores servicios y pobres sin capacidad de conexión a Internet de calidad. Es a donde apuntan varios de los 135 a anular de la LUC. Si hubiéramos apostado a la inversión privada todavía estaríamos esperando la llegada de algún molino eólico «rentable» o viviríamos en el mundo de las empresas unipersonales sin derecho a licencia ni a enfermedad.
A «la gente» alguien se olvidó de ponerle el sello científico histórico, la marca política de lo hecho.
Entonces apareció la coalición antifrenteamplista apoyando la energía eólica, los telecentros gratuitos, el crecimiento agrícola, el sistema nacional de salud, el Plan Ceibal y la erradicación de asentamientos y hasta se atrevió a sugerir que apoya el matrimonio igualitario cuando le votó en contra. Mintió descaradamente en la operación de separar las conquistas de quienes las conquistamos, pero hoy se sabe que no hubiesen hecho nada de eso que hicimos nosotros, se sabe que hubiesen hecho lo que siempre hicieron, lo que están haciendo, gobernar para los ricos, atacar a las empresas públicas, a la salud, la seguridad y la educación públicas, ataques que quieren perpetuar con los 135 artículos que vamos a anular el 27 de marzo.
EL CONTRA ATAQUE
La lucha en una sociedad plutocrática como la uruguaya es una lucha por los significados, por dar sentido a las cosas que pasan contra el sentido que construye el oligopolio mediático. El Frente Amplio, a través de sus tres gobiernos, cambió en buena parte el país, pero se expuso al riesgo de que se interpretase ese cambio como una cosa que cualquiera de los otros hubiera hecho también. Sólo que mejor.
El sentido, la tendencia, mostrar para dónde va la cosa, por qué, cómo y con quienes.
Juntamos las firmas para el referéndum porque las papeletas son más territorio aún que las paredes, fue el modo plebeyo y el firmar or not to be (así titulamos los que argumentamos para que se juntaran firmas, por lo tanto que se anularan los 135 artículos).
Gracias a que tomamos masivamente la decisión de juntar las firmas, todo cambió y sigue cambiando. Cuando la coalición que armó Sanguinetti iba a ganar el balotaje por tres votos, dijo “el que gana, gana todo”, pero resistimos puerta a puerta, voz a voz, y ahora dice que nos considera adversarios porque si nos califica de enemigos nos tiene que aplastar. coherente y sedoso. Galvaniza porque sabe que la gente está enojada. Los opositores y los oficialistas, pero el enojo vota opositor. Eso también es tendencia.
Con embargo están los que hicieron un oficio de sentarse a mirarla cual si fuera el París-Dakar. Un politólogo declaró “lo que me tiene entusiasmado es ver cuáles van a ser los principales elementos que van a jugarse en la campaña”. Lo que les “entusiasmaba” de la recolección de firmas era ver si llegábamos a 300.000 o a 400.000. Y sin embargo, son bastante menos neutrales en su rol, que los animadores de entretenimientos televisivos de preguntas y respuestas, aunque quieren parecerse a ellos.
Para quitarles el entusiasmo: la campaña del NO es la continuidad de los 135 artículos que ya son una campaña contra el pueblo y la mejor defensa no es el ataque, es el contra ataque. La campaña del SÍ es de respuesta a la del NO y lo es en toda la línea. Debe serlo, además, en toda la cancha, eligiendo nosotros que se juegue, sobre todo, en el territorio.
Se elije por dónde se ponen las mayores fuerzas y los mayores recursos para consolidar la tendencia asegurando la victoria. Porque la televisión abierta quiere que legitimemos la campaña del NO, a la vez que continuemos con el blindaje político del oligopolio mediático. Y si no le alcanza para que gane el NO, su victoria estratégica es el blindaje.
Joselo Olascoaga
Fuente: https://resistencia.org.uy