Las lágrimas que regarán lágrimas

“Glasgow era capitalismo versus vida. Terminó en capitalismo y lágrimas”

Gonzalo Perera

El político conservador británico de origen bengalí Alok Sharma, ministro del gobierno de Boris Johnson, puede ocupar un lugar en la historia por un doble motivo lacrimal.

Encargado de la presidencia de la COP26, la Cumbre convocada por la ONU en Glasgow, Escocia, con el objetivo de pactar medidas globales para detener el proceso de calentamiento global, ante algunas claras intervenciones finales que remarcaban que el texto aprobado en la cumbre era una verdadera vergüenza, rompió en lágrimas, mostrándose apesadumbrado e indicando su frustración.
De todos los intentos de pactos climáticos realizados hasta la fecha, el de Glasgow es el fracaso más rotundo, y por lejos.
Particularmente porque venía precedido de un gran consenso en la comunidad científica respecto a que las medidas actualmente pactadas (no siempre cumplidas) para frenar el calentamiento global no están teniendo ningún éxito, sino que, además, el proceso se está agravando y acelerando, al punto de poner en rigurosa duda la existencia de vida humana en la Tierra para el siglo XXII.
Nada de esto era ignorado ni por el ministro Sharma, ni por la ONU, en una cumbre que se vio envuelta en un gran manto de sospechas ante su falta de transparencia que su lacrimógeno final (y cómo se llegó a él) parecen confirmar plenamente. En su artículo “COP(rrupción) en la Cumbre del Clima”, publicado en CUBA DEBATE el 1 de noviembre pasado, Joan Bordera y Ferran Puig Vilar plantean algunos hechos dignos de compartirse (se accede a la nota completa en http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/11/01/coprrupcion-en-la-cumbre-del-clima/).
Por ejemplo: “…publicamos en exclusiva una serie de filtraciones del grupo III del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) de la que hicieron eco medios como The Guardian y otros de más de 30 países. En España solo una cadena de televisión se atrevió a tratar la noticia. El resto, nada. Quizá tenga bastante que ver con que en esos documentos se afirmaban cosas como: ’No habría que construir ninguna nueva planta de carbón o gas, y las actuales deberían reducir su vida útil’ o ‘Algunos científicos subrayan que el cambio climático está causado por el desarrollo industrial, y más concretamente, por el carácter del desarrollo social y económico producido por la naturaleza de la sociedad capitalista, que, por tanto, consideran insostenible’.
O, por ejemplo: ‘Las consecuencias todavía no han hecho más que mostrar sus primeras caricias en forma de récords de temperatura, como los casi 50 grados de Canadá o los casi 49 de Italia. También inundaciones y otros fenómenos extremos son cada vez más frecuentes y potentes. Ya tenemos incluso huracanes en el Mediterráneo, los llamados medicanes. Y hagamos lo que hagamos hemos traspasado tantos límites que estos fenómenos empeorarán‘.
O bien: “…nos acabamos de enterar, gracias a la investigación del periodista Nafeez Ahmed, de que el designado como presidente de la Cumbre del Clima, el conservador Alok Sharma, recibió dos donaciones por valor de 10.000 libras del presidente del Foresight Group International, un conglomerado empresarial con intereses en el mundo del gas y el petróleo. También recibió otras donaciones de lobbies similares en el pasado. Además, Sharma, es conocido por haber votado generalmente contra las medidas necesarias para prevenir el cambio climático”.
De hecho, y basándonos en fuentes de muy variada procedencia, en Glasgow se registraron como participantes 503 representantes de las grandes empresas petroleras del mundo, formando parte de diversas delegaciones. De haberlo hecho en forma conjunta, habrían sido la mayor delegación en la cumbre. Una masiva presencia de lobos para discutir sobre el salvataje de los corderos.
En la industria de los combustibles fósiles está, en buena medida, la madre del borrego. Si no son reemplazados en la matriz energética por fuentes no generadores de efecto invernadero, es indiscutible que puede que la Tierra conozca el siglo XXII, pero sin la especie humana en ella. La Agencia France-Presse (AFP) reveló que, en uno de los documentos preparatorios de la cumbre, los científicos a cargo afirmaban rotundamente: “La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad no”.
La cumbre produjo una primera versión de documento final que era extremadamente débil. Tras una segunda versión que no concitó mayores entusiasmos, la cumbre se prolongó 24 horas buscando en un tercer intento un texto razonable. Pero en ese día final, una sorpresiva ofensiva diplomática de la India logró rebajar las restricciones al uso del carbón como fuente energética: de la ya timorata “eliminación progresiva”, a la burda “reducción progresiva” de la redacción final. La táctica usada por la India es más vieja que el agujero del mate: aparecer con un cambio de último momento diciendo que si no se adopta, se bloquea cualquier acuerdo y la cumbre culminaría sin documento final. Lo que significaría un papelón monumental y, no olvidar, segura causa de pérdidas de sus muy bien remunerados cargos a muchos burócratas internacionales o funcionarios gubernamentales.
La difusión de la resolución final de Glasgow, para disimular la gravedad del fracaso, la presenta como un “punto de partida” desde el cual lograr acuerdos de real impacto sobre el control del calentamiento global en diversas ruedas de diálogos multilaterales. Es evidente que, si en definitiva el partido real se jugará en el futuro y en diálogo directo entre algunos países (obviamente los más poderosos), entonces el monumental despliegue requerido por la cumbre de Glasgow se podría haber ahorrado y directamente haberse convocado desde ONU a esas rondas de diálogo: el resultado final habría sido el mismo.
Pero, además, las resoluciones de Glasgow no son un piso desde donde erigir la escalera hacia acciones realmente efectivas, sino que más bien son un profundo subsuelo. Las referencias precisas a medidas cuantitativas de reducción de plantas contaminantes existentes y de no construcción de nuevas, fueron rigurosamente omitidas. Las fechas límite para diversas medidas, fueron licuadas en exhortaciones. Los objetivos a perseguir, rebajados. Absolutamente todos los organizadores reconocen que las resoluciones no permiten contener el calentamiento global dentro del nivel fijado y muy publicitado: incremento medio global menor a 1,5 grados para 2100 con respecto a las temperaturas medias al comienzo de la Revolución Industrial. Recordemos, como hemos comentado en ediciones previas, que de superarse ese incremento se desatarían cataclismos de forma sistemática y que de superarse los 2 grados de incremento global para el 2100 se pronostica lisa y llanamente la gran hecatombe. Pues bien, entre los organizadores, hay optimistas que indican que para el 2100 se habrá alcanzado un incremento de 1,8 grados, pero también hay quienes admiten que, con estas medidas, el incremento será de 2,4 grados. Fuera de la organización, para 2100 se estima, con estas resoluciones, un incremento de 2,7 grados o más.
Por la vida humana, hay que cambiar de sistema económico. El lobby del poder se impuso por goleada en Glasgow y las lágrimas de Sharma son premonitorias de los ríos de lágrimas que inundarán la Tierra, cuando golpe tras golpe, la Naturaleza muestre que el planeta puede tener una nueva oportunidad, pero nosotros no.
Glasgow era capitalismo versus vida. Terminó en capitalismo y lágrimas.

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