La restauración conservadora, con su ajuste neoliberal como columna vertebradora, está siendo aplicada a marchas forzadas por todo el poder concentrado de las clases dominantes y haciendo a Uruguay menos libre y menos igual, por ello menos democrático. Oponérsele con éxito, tiene ribetes de hazaña.
Porque enfrentar todo ese poder concentrado y su impacto en la realidad concreta, en la vida cotidiana, colectiva e individualmente hablando, en sus aspectos materiales y en la representación ideológica de estos, no es sencillo, nunca lo fue, ni lo será. Hay que resistir, sí, pero no solo, a la vez hay que acumular fuerzas del lado del pueblo. Ese es el desafío.
Eso se hace de múltiples maneras y en todos los espacios de la sociedad. Todas las luchas son importantes y lo seguirán siendo, pero hoy la tarea central, la que le da proyección a todas las luchas es juntar firmas.
No hay elemento de la sociedad que quede sin ser afectado por la embestida del poder y su restauración conservadora. El bloque dominante, a través de sus expresiones políticas y sociales, materiales y simbólicas, despliega todo su poder, sin pudor, al contrario, exhibiéndolo, para lograr su cometido: la concentración de la riqueza y del poder, todo.
Y el movimiento popular responde, con solidaridad y con organización, las principales armas de las que dispone. Lo hacen miles de uruguayas y uruguayos sosteniendo las ollas populares para darle respuesta al hambre, el drama que enfrentan, entre otros, los 100 mil nuevas y nuevos pobres, provocados por el fanatismo neoliberal del sector más fundamentalista de las clases dominantes que hoy hegemoniza el gobierno. Lo hacen las y los militantes sindicales enfrentando la rebaja del salario, la precarización laboral, la implementación del sálvese quien pueda. Lo hacen los educadores y educadoras enfrentando la reforma educativa pre-vareliana de las clases dominantes. Lo hacen todas y todos los que defienden la perspectiva de libertad e igualdad con sus luchas.
La LUC, en sí misma y como uno de los instrumentos principales de la restauración conservadora, ha mostrado en este corto período de tiempo de su aplicación sus verdaderos motivos.
Algunos ejemplos de ellos son que los combustibles han aumentado dos veces desde que se votó la LUC, la última este 30 de junio. Esto es así porque el artículo 235 de la LUC, establece la obligación de ajustar mensualmente o cada 60 días los precios de los combustibles. Claro no fue tapa de El País ni de los informativos.
Avanza a marchas forzadas el desmantelamiento de ANTEL y el beneficio a las trasnacionales, con disposiciones contenidas en la LUC, en particular las referidas a la portabilidad numérica, que están dirigidas a beneficiar a la competencia de nuestra telefónica estatal.
En ambos casos, además, ha quedado expuesta la falsedad de que se iba a beneficiar a las y los uruguayos. Las tarifas de los combustibles, del teléfono y de internet, subieron.
Crece la persecución a militantes sindicales por expresar sus opiniones y ejercer su derecho constitucional a organizarse y a movilizarse, en UTE, en la Enseñanza y también ahora en el caso del SUNCA, en UPM 2, donde el ministerio del Interior fue a vigilar si se hacían piquetes durante un paro. Se denunció que las disposiciones de la LUC, sobre relaciones laborales, eran precisamente para eso.
Se presenta una Rendición de Cuentas con gasto cero en medio de una de las crisis económicas y sociales más graves de la historia de la humanidad. Mientras, todo el mundo, hasta el FMI y el Banco Mundial, insospechados de ser de izquierda, recomiendan fortalecer la inversión pública y los sistemas de protección social para acelerar la recuperación y combatir la desigualdad que acrecentó a niveles dramáticos la recesión provocada por la pandemia.
Eso tiene que ver con la regla fiscal votada en la LUC, que es una especie de reaseguro neoliberal y dogmático para que el ajuste sea permanente y más allá de lo que pase en la realidad.
Todo esto es así, y ha tenido respuesta, la última fue el contundente paro general de 24 horas del PIT-CNT este 17 de junio, ferozmente atacado desde el poder.
Pero, en este momento, en estos días, lo que decide es juntar firmas. Es conmovedor el esfuerzo militante de miles en todo el país, contra todo y contra todos. Es una maravilla ver a las brigadas, armadas con una lapicera, una almohadilla, argumentos y un compromiso a prueba de todo, salir a buscar, puerta a puerta, las firmas. Defienden la democracia practicándola, ejerciéndola.
Es un logro inmenso haber superado ya las 600 mil firmas. Eso equivale a 10 estadios Centenarios llenos. Pero lo que es más importante es que implica miles de horas, de miles de personas, convenciendo a otras miles. Resume el esfuerzo colectivo y organizado de miles por romper el silencio impuesto por los grandes medios, el miedo a la pandemia, por la salud propia y por la de los demás. Es el resultado de planificar el esfuerzo, de organizarse. Esto es en sí mismo acumulación de fuerzas popular.
Es impresionante, pero no alcanza todavía.
En estos pocos días hace falta un esfuerzo adicional. Uno más.
Hay que peinar el país buscando las firmas que faltan. Hablar con la familia, con los amigos, con los vecinos y vecinas, con las y los compañeros de trabajo. Y atender las mesas permanentes. Y además arrimarse a los sindicatos, las cooperativas de vivienda, los gremios estudiantiles, las ollas populares, los Comité de Base y participar de los puerta a puerta. Cuidándonos y cuidando a nuestro pueblo. Y como si fuera poco hay que rescatar las papeletas ya firmadas que se quedaron en la mochila, en la casa o en el local. Esas son las tareas juntar más firmas y entregar rápido y ordenadamente las que ya están.
La experiencia acumulada en esta campaña señala que la hazaña es posible. Hay importantes sectores de la sociedad que no tienen ni idea de lo que dice o implica la LUC. Por supuesto que también hay sectores de la sociedad que están de acuerdo con lo que dice e implica la LUC. Pero lo dominante es el desconocimiento. En realidad, han hecho más los militantes del referéndum por abrir un debate democrático y a fondo en nuestra sociedad sobre aspectos de enorme trascendencia para todas y todos el gobierno o los medios de comunicación.
Han sido las y los militantes hablando con miles, convenciendo, explicando, repartiendo a esta altura millones de volantes y folleros mano a mano, los que han generado el debate que la democracia necesita y que la derecha en el gobierno no quiso y no quiere.
Y esto vale mucho más porque se ha hecho contra el poder. Ese que negó la postergación de la fecha de entrega de firmas, aún en medio de los meses más graves de la pandemia y después de haber postergado sin problemas las elecciones municipales el año pasado. Ese que, luego de denuncias en Rocha, se comprobó que mandó la Policía a espiar y vigilar a las y los militantes que juntan firmas. Ese que negó la cadena de radio y televisión, aunque ahora habilitó un mensaje por los medios públicos. Ese que evitó y rehuyó el debate. Ese que silenció prácticamente la campaña, cuando en el período anterior cualquiera de las iniciativas de juntar firmas contaba con cobertura garantizada, la de bajar la de edad de imputabilidad y la de “Vivir sin miedo” fueron tema obligado y recurrente durante meses, con “publicidad gratis” diaria, en todos los grandes medios.
Contra todo eso, que es mucho, se han juntado ya más de 600 mil firmas. Todavía no alcanza, pero se puede.
Hay indignación en sectores importantes de nuestro pueblo. Indignación contra el hambre, contra el desempleo y el desamparo, contra la pobreza multiplicada, contra tres aumentos de combustibles y dos de las tarifas públicas, contra la rebaja de los salarios y las jubilaciones. Indignación contra que se fracase en un operativo antidrogas del que les habían avisado con tiempo y se deje ir una tonelada de cocaína. Indignación ante los casos de corrupción en mandos medios y altos de la Policía. Indignación contra la mentira y la desvergüenza del ejercicio del poder casi en estado puro.
Es una sana indignación. Pero no alcanza. Hay que transformar la indignación en rebeldía y esta en fuerza colectiva organizada. Solo así se transforma la realidad.
Por eso, en estos días que quedan, sumate con todas tus fuerzas al esfuerzo colectivo por concretar una nueva hazaña popular.
Que la indignación se haga rebeldía y que la rebeldía se vuelva firmas. La hazaña es posible, no hay que guardarse nada para lograrla.