Sueños antiguos, con voces nuevas

Por Lylián Firpo

El poeta y ensayista libanes Khalil Gibran nos proponía: «Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que ha hecho, no te fijes en lo que ha logrado, sino en lo aspira a hacer».

Por ello el hombre, se ha esforzado en el intento de crear y trasmitir emociones, es una necesidad tan antigua como el ser humano y hay personas que tienen la capacidad de crear, de codificar esas emociones, convirtiéndolas en pretextos, en temas que han quedado grabados en los corazones y en las mentes de varias generaciones.

El arte es una visión de la realidad, un esbozo de atrapar lo inasible, una pincelada de lo que evoca, de allí su diversidad y trascendencia, podemos concluir que el arte nunca es ingenuo, porque es pensamiento.

En períodos de tiempo en los que se producen saltos cualitativos en la sociedad, cuando hay grandes cambios, también se producen grandes caudales de creaciones artísticas, ya que las contradicciones que se presentan, que se generan, promueven la creatividad, las emociones que se presentan permiten un arte verdadero.

La política y el arte, señalan las luces y sombras de cada momento en especial, son mutuos complementos y de ellos surgirá lo nuevo, necesario y mejor.

El arte que es tan antiguo como el hombre, es lo que nos conecta con el tiempo, ya que como seres vivos somos perecederos y el tiempo reconfigura, transforma, los paisajes físicos, pero el arte, que se genera en cada época, nos permite conectarnos para siempre.

Es a través del arte que podemos reconocer nuestras limitaciones, nos desafiamos en la creación, incluso mostrando las miserias humanas, sacudiéndonos, impulsándonos a reflexionar para crear un hombre nuevo, intentarlo, en el mejor de los casos.

Para el Che Guevara, el pecado capital de un artista verdadero es el de no ser un auténtico revolucionario.

Las posibilidades de que surjan más artistas verdaderos, tendrá una intima relación a la capacidad que tengamos de ampliar el espectro de las expresiones artísticas, ampliar el campo de las voces, y lo que hoy puede resultar incómodo, puede llegar a convertirse en una expresión válida popularmente.

Una de las grandes tareas que se presentan es impedir que los artistas del presente sean dóciles al sistema imperante del poder, al pensamiento oficial. No existe presupuesto que alcance para becarios, para asalariados que vivan a su amparo, con una libertad de creación acotada al balance numérico.

Tenemos el compromiso de aceptar o no las propuestas, de elegir, pero si podemos elevar la mirada y contemplar las estrellas, promoveremos revolucionarios que eleven voces nuevas de un canto muy antiguo, que nos ofrece su corazón por la liberación.

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