Santiago Mazzarovich/ URUGUAY/ MONTEVIDEO/ Acto del PIT-CNT por el Día Internacional de los Trabajadores, en la Plaza Mártires de Chicago. En la foto: Acto del PIT-CNT por el Día Internacional de los Trabajadores, en la Plaza Mártires de Chicago. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.

Un Nobel celebrado

Claudia Goldin: Hilando la Historia y la Economía de las mujeres en el trabajo.

Pablo Da Rocha y Florencia Tort

El 9 de octubre se conoció que la economista Claudia Goldin, fue galardonada con el Premio Nobel de Economía, por sus aportes vanguardistas al estudio de las mujeres en el mercado laboral. Es la tercera mujer en recibirlo a lo largo de toda la historia de los Premios.

Las investigaciones de Goldin han permitido comprender con mayor claridad las causas que explican la participación de las mujeres en el mercado laboral, así como dar cuenta de los factores que hay detrás de las denominadas “brechas de género”, es decir, permite entender las diferencias entre hombres y mujeres, por ejemplo, en términos de empleo y salarios.

En primer lugar, hay que afirmar categóricamente que existe desde hace al menos 200 años. De hecho, los estudios de Goldin -quien adopta un enfoque histórico- permiten observar cómo, a lo largo de la historia, la participación de la mujer en el mercado de trabajo evoluciona en forma de “U”.

En buena medida, esto se explica –según la autora- porque el papel de la mujer en el mercado laboral no depende exclusivamente del contexto económico y social; sino que también es determinado (en parte) por sus decisiones concreta sobre su futuro, que se traducen, por ejemplo, en cuánta educación reciben, o en función de la situación de sus madres. Posiblemente, en virtud de ello, es posible explicar por qué el cambio en las brechas ha sido lento.

Por tanto, ello permite comprender que la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres no está exclusivamente determinada por la elección educativa realizada, sino que puede deberse, en gran medida, al impacto de tener hijos. De sus investigaciones, trasciende la lectura económica y social, teniendo fuertes implicaciones políticas.

En segundo lugar -en consonancia con lo anterior- Goldin muestra que, pese al sostenido crecimiento económico, los ingresos de las mujeres no se equiparan al de los hombres. En efecto, dicha brecha persiste, incluso y a pesar, de que las mujeres han alcanzado niveles de educación muy superiores al de los hombres. De este modo, la historiadora económica norteamericana demuestra que en la actualidad las mayores diferencias entre hombres y mujeres se observa al interior de las ocupaciones, así la falta de flexibilidad en el mercado de trabajo ante la posibilidad de tener hijos suele entenderse como una penalización.

Los resultados de Goldin pueden apreciarse para el caso de Uruguay en un trabajo recientemente publicado por dos destacadas economistas Marisa Bucheli y Martina Querejeta donde muestran cómo las mujeres reducen en casi 20% sus ingresos mensuales al tener su primer hijo, y el efecto de penalización alcanza 36% al cabo de diez años.

 Ahora bien, a pesar de ser un premio otorgado a la contribución a las ciencias económicas, lo logrado por Goldin supera la disciplina y obliga a ampliar la mirada. De este modo, resulta lo verdaderamente político, es decir, no limitarse a lo descriptivo, o al mero diagnóstico, sino trascenderlo con perspectiva superadora. Interpretarlo, es el primer paso.

Así pues, entendiendo que la existencia del capital es la condición de la organización previa en este sistema del cual formamos parte como masa asalariada, tenemos que reconocer la trayectoria histórica del salario y que no es igual en términos de la división sexual del trabajo. Desde el surgimiento del obrero industrial asalariado del siglo XVIII y XIX, las mujeres pasan a ocupar un lugar invisibilizado en la sociedad del capital, en dónde el trabajo doméstico no es reconocido como tal en tanto no es remunerado. 

De esta forma, desde el seno de la sociedad industrial europea a nuestros días, las mujeres experimentan las consecuencias de un sistema que además de basarse en la desigualdad social y económica, se sustenta necesariamente en una desigualdad de género, marginando a las mujeres de las fábricas en primera instancia, y hasta la actualidad relegándolas a ser ese “segundo sexo” bajo la lógica de la reproducción, que si accedió al mercado laboral formal no puede ser remunerada a la par de un hombre. 

En este sentido, parece que la deuda fuera histórica, y que más allá del perfeccionamiento y la profesionalización de las mujeres en el campo técnico, teórico y laboral, la brecha es una marca del correcto funcionamiento del capital, y que lejos de ser una problemática puesta sobre la mesa por parte los Estados y los sectores empresariales ha sido expresada por las propias mujeres desde las bases sociales. Esta problemática estructural y latente se encuentra agazapada bajo una lógica que el propio sistema ha perpetuado, el mismo sistema que no reconoce hasta hoy el trabajo doméstico, que niega el recorrido histórico que ha significado la división sexual del trabajo y que, por ende, niega la brecha salarial del presente. 

El poder del salario es el poder de los varones sobre las mujeres en el sistema capitalista, y es por ello que las mujeres sufren una doble opresión en este sentido, la supervisión se multiplica y se evidencia en la dependencia y en el disciplinamiento que se pretende sobre las mujeres en todas partes del mundo.

Bajo un rol histórico y social establecido: la mujer madre, la mujer esposa, e incluso como “obrera del hogar” y “obrera del sexo” en términos de Fortunati, el reconocimiento de los derechos en clave feminista es una demanda de larga data, que sigue ocupando un lugar de menor importancia bajo las decisiones de quienes están en la órbita de la maximización de los beneficios. 

Claramente este premio da cuenta de un reconocimiento social a la vez que académico. Sin embargo, continúa siendo una invitación a que sigamos pensando y abordando la temática de la brecha salarial en perspectiva de clase, es decir, frente a un sistema que se organiza mediante la lógica de la desigualdad, pensemos en clave de alternativas basadas en las necesidades, en el reconocimiento de las mujeres obreras y que lo histórico no nos implique una mochila densa para nuestras espaldas, sino que nos impulse a reconocernos históricas  y protagonistas, en un presente que debe seguir caracterizándose por la lucha. 

Para no perder la perspectiva revolucionaria, Federici (2018) nos plantea:

“…Hoy en día, oponerse a las divisiones basadas en la raza, el género o la edad creadas por el capitalismo, reunir lo que se ha separado en nuestras vidas y reconstituir un interés colectivo debe ser una prioridad política para las feministas y para otros movimientos por la justicia social. En definitiva, esto es lo que está en juego en la política de los comunes que, en su máxima expresión, supone el reparto de la riqueza, la toma colectiva de decisiones y una revolución en nuestra relación con los otros y con nosotros mismos”.

Evolución en U de la mujer trabajadora a lo largo de la historia. 

Foto de portada:

Trabajadoras en el 1 de Mayo. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.

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