Uruguayos campeones, una generación campeona del mundo y el revolucionario fútbol celeste.
Álvaro Guigou, periodista, relator deportivo.
La victoria del domingo pasado es una conquista histórica, una nueva gesta del fútbol uruguayo, pero, está vez producto de una política de selección y de formación de jugadores. El título alcanzado por el plantel dirigido por Marcelo Broli y capitaneado por Fabricio Díaz, se sitúa como una nueva estrella junto a las conquistas de Colombes 1924, Ámsterdam 1928, Montevideo 1930 y Maracaná 1950; una vez más Argentina fue testigo del festejo celeste, como en tantas Copas de América.
La escarapela del “maracanazo” ha sido, durante 73 años, la utópica gloria mundial que nos ha dado la esperanza de volver a ser protagonistas del mundo del fútbol.
El título alcanzado el domingo, muy relevante, no es, sin embargo, un hecho aislado; en primer lugar, porque si repasamos la historia de los mundiales de la categoría Sub-20, Uruguay ha sido protagonista con varias generaciones. Los comienzos de dichos mundiales, en 1977, significaron la oportunidad de mostrar al mundo que somos un fabricante extraordinario de jugadores de fútbol. Muestra de ello fueron el cuarto puesto en 1977 y el tercer puesto de 1979 (una generación de cracks con Paz y Francescoli como abanderados). Luego vino una sequía de resultados en la década del 80, a pesar del título sudamericano de 1981. Posteriormente vinieron la primera final perdida en 1997 (con una generación que quedó en la memoria del pueblo uruguayo y dos abanderados símbolos como el Nico Olivera y Marcelo Zalayeta) y el cuarto puesto 1999 (la generación de Diego Forlán). A partir de allí una sequía de 14 años, pero, con participación a partir de 2006 en todos los mundiales (en todas las categorías). En 2013 la segunda final perdida (la generación de los que hoy son presente y futuro de la mayor: Valverde y Bentancourt), el tercer puesto en 2017 y la llegada del tan ansiado título en 2023.
La historia, las causalidades o casualidades quisieron que ganáramos la primera final dónde jugamos de celeste (en la del 97 fue de rojo y en la del 13 fue de blanco).
En este recorrido histórico tuvimos buenos procesos de juveniles con la continuidad de técnicos (Púa en la década del 90 cómo referencia ineludible) y la generación permanente de jugadores de primer nivel internacional y, a partir de 2006, con la llegada del maestro Tabárez el comienzo de una nueva era, con una clara política de selección, que nos llevaría inexorablemente al desarrollo y permanencia de un nivel competitivo de destacado nivel.
Ha sido con metodología de trabajo, desarrollo de infraestructura y nível organizativo, trabajo integral en el jugador y los grupos, procesos de técnicos, compromiso y reconocimiento de instituciones que apuestan a la formación de jugadores y un régimen de selecciones y clubes que se complementan y enriquecen mutuamente.
Ahora bien, con este contexto histórico que nos sitúa y nos explica los por qué, llegamos a que un capitán uruguayo levantará la Copa del Mundo Sub-20 en La Plata. ¿A la uruguaya? Sí, a la uruguaya.
Fabricio Díaz juega en Liverpool (en el negro y azul de La Cuchilla, de Belvedere, se ha consolidado en primera división, peleando campeonatos a Nacional y Peñarol, ha sumado experiencia internacional), tiene el temple y la calidad necesarias para ser emblema de esta generación que, con humildad y coraje, fue marcando un recorrido que es la recompensa del esfuerzo y crecimiento permanente.
Marcelo Broli asumió consciente del material humano y futbolístico con el que contaba para desarrollar una idea revolucionaria para los tiempos que corren: la búsqueda permanente de ser protagonista desde la solvencia y seguridad defensiva, el buen trato del balón y una ofensiva efectiva en cantidad y calidad.
La preparación de los objetivos, decidir a tiempo y con la convicción necesaria para superar adversidades y capitalizar momentos, fueron las claves de un equipo que salía de memoria en el Sudamericano primero y luego en el mundial y se sostuvo más allá de los nombres propios.
Es que el fútbol es eso, un juego colectivo que hace brillar las capacidades individuales y los nombres propios, siempre y cuando esté presente el desarrollo grupal que cimienta el éxito.
Esperamos 73 años y llegó la hora de disfrutar y seguir soñando con la revolucionaria selección celeste hacedora de gestas heroicas, que ha conquistado la admiración, aún de quienes más de una vez nos han buscado sacar porque poco aportamos al negocio fútbol, aunque en realidad el aporte es mucho, ya que le damos lo más valioso: el noble jugador.
La garra charrúa es coraje y calidad; son manos firmes de enormes arqueros; defensas seguras e inicio del juego con muy buenos zagueros y marcadores de punta; mediocampo luchador, generación de juego y llegada al gol; delantera atrevida y goleadora que va siempre.
Salud campeones del mundo y gracias por dejar el alma en la cancha y regalarle al pueblo uruguayo la felicidad de poder gritar: ¡Uruguay campeón del mundo nomás!
Foto de portada:
Uruguay campeón frente a Italia por la Final de la Copa del Mundo Sub 20 en el Estadio Único de la Plata, Argentina. Foto: Ernesto Ryan / GAMBA / adhocFOTOS.