Por Tatiana Antúnez. (*)
Ya hace 5 años el movimiento feminista a nivel mundial con toda su diversidad nos convoca cada 8 de marzo a las calles, pero a diferencia de otros tiempos cabe destacar que somos cientos de miles las que salimos y se ha convertido en una fecha donde la lucha se ha vuelto de masas.
La primera vez que surge la posibilidad de parar este día no fue nada sencillo dar la discusión en estructuras donde los hombres son los que tienen la palabra y ocupan hasta el día de hoy la mayoría de los lugares de decisión.
No obstante, muchas mujeres, fundamentalmente las que estábamos en algún espacio de representación del PIT-CNT y otras que ya venían militando dentro del movimiento feminista, vimos la necesidad de crear una articulación feminista que conglomerara a todo aquello que quería ponerse bajo el paraguas de la defensa de los derechos de las mujeres, denunciar los femicidios, poner sobre la mesa todas las formas de opresión que por ser mujeres, trabajadoras, negras, discapacitadas, pobres y anti capitalistas vivimos a diario en toda la sociedad y en el mundo entero.
Así, de a poco, se le fue dando forma a la Intersocial Feminista que, lejos de ser la panacea, como cualquier espacio de articulación diversa y unitaria tiene sus dificultades. Lo que sí es imprescindible destacar es la potencia que tiene y lo bien que nos hace a las mujeres que vivimos la militancia en espacios sumamente masculinizados. Hay algo que llegó para quedarse y es el entretejido de una red de mujeres que nos acompañamos y apoyamos desde lo humano pero que también tenemos mucho para decir e incidir políticamente.
Esta vez, el 8 de marzo sucede luego de un año de pandemia y de un gobierno de derecha que ha impulsado un ajuste brutal sobre los hombros de nuestro pueblo. Por tal motivo entendíamos que era imprescindible parar y movilizarse teniendo en cuenta, sin dudas, todas las medidas sanitarias.
En lo que a mi respecta, como parte de la Comisión de Mujeres del Partido Comunista de Uruguay lo que hicimos fue juntarnos en el mes de febrero, no solo pensando en el 8M que ya teníamos muy claro que queríamos que fuera un día de lucha y rebeldía, sino también para elaborar un plan de trabajo teniendo en cuenta los diferentes espacios donde las mujeres comunistas nos encontramos.
Volviendo al 2021 en concreto y a las movilizaciones del 8 de marzo, hay que decir que pasaron cosas muy interesantes.
No me voy a detener en aquellos sucesos aislados, ya que acá lo que importa no es lo que diga un medio hegemónico de comunicación que solo va a ocupar su tiempo en lo accesorio para desprestigiar nuestra lucha, pero sí cabe señalar la solidaridad hacia aquellas compañeras que año a año desde su profesión como periodistas acompañan nuestros reclamos y le ponen voz públicamente.
Lo interesante y conmovedor además de haber sido un gran acierto fue haber encontrado la forma de movilizarnos a nivel de los barrios. Descentralizamos la marcha de 18 de Julio para estar en todos lados y eso fue increíble. No sólo a nivel de Montevideo o la zona metropolitana, sino a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.
La pandemia lejos de hacernos bajar los brazos en lo que respecta a las movilizaciones, poniendo en juego la creatividad y el mismo compromiso de siempre, nos ha hecho llenar las calles. La consigna también lo puso en juego cuando dijimos: “Todas las mujeres en todas las calles”.
En esta fecha, y todos los días, los movimientos de mujeres y feministas debemos seguir denunciando las injusticias.
No nos callamos más, frente a los femicidios y la ausencia cada vez mayor del Estado. Salvar nuestras vidas y la de los niños, niñas y adolescentes cuesta plata, cuesta presupuesto y políticas públicas pensadas y planificadas.
No nos callamos más, si la matriz social que se ha venido construyendo (no sin debilidades) hoy está siendo desmantelada, tampoco nos callamos viendo como la gente se queda sin trabajo y esto afecta de peor forma a las mujeres. En América Latina entero se prevé que 118 millones de mujeres según informes de Cepal vivirán en la pobreza, porque la pobreza tiene cara de mujer y de niña y niño.
A su vez la pandemia (aunque lo supimos siempre) ha dado más visibilidad a las dobles y triples jornadas laborales, producto del trabajo en la esfera de lo productivo, pero también en lo que refiere al trabajo no remunerado. Nuestras vidas se han precarizado y eso nos debe importar a todos y todas.
Por lo tanto, por esto y mucho más, reivindicamos nuestro día, reivindicamos las calles y la lucha porque las mujeres estamos en la primera línea de fuego también. Porque nosotras somos parte de la articulación de la solidaridad en momentos donde nuestro pueblo sufre el impacto de un gran ajuste neoliberal acrecentado por una emergencia sanitaria.
Así nos encontrarán, dando la lucha afuera pero como no barremos debajo de la alfombra también debemos decir que la pelea hay que darla también adentro. Necesitamos más mujeres estando y haciendo política, ocupando espacios y para esto también hay que tener en cuenta nuestras realidades y los siglos de exclusión.
Vamos a seguir insistiendo en que cada 8M se pueda dar posibilidad a todas las mujeres para parar y movilizarse. Para ser parte de una gran jornada de reflexión porque el patriarcado y el capitalismo son dos caras de una moneda que vamos a tirar todos y todas.
La Revolución será feminista.
(*) Responsable: Comisión de Mujeres del PCU.