A 50 años del golpe de Estado y la Huelga heroica de los trabajadores

Marcelo Abdala, presidente del PIT-CNT.

Mucho se ha polemizado sobre las raíces del golpe de Estado del 27 de junio de 1973. La comprensión de los fenómenos históricos por parte de la clase obrera y el pueblo es central para construir claridad estratégica en las luchas del presente. En ese sentido, la verdad histórica desmiente de forma contundente la versión que, desde la derecha, explica el golpe de Estado como producto del enfrentamiento de dos demonios. Una polarización que ubicaría de un lado a la guerrilla y del otro, a los militares de extrema derecha. Pero la verdad es que las acciones de propaganda armada que tuvieron lugar en nuestro país ya estaban derrotadas militarmente bastante antes del golpe de Estado. El golpe coronó una escalada fascista que se venía procesando en la vida de la República con bastante antelación. 

Es verdad que ya desde la reforma cambiaria y monetaria de Azzini, en diciembre de 1959 —que preparó las condiciones para la primera carta de intención con el FMI, en 1960—, había muerto el Uruguay Batllista, y que Jorge Pacheco Areco gobernó a base de medidas prontas de seguridad y represión. Pero también es cierto que, en la perspectiva del campo popular, se procesaba —al mismo tiempo—una profunda acumulación de fuerzas de masas, que daba origen a las herramientas unitarias de la lucha por la emancipación nacional y social: la unidad de la clase trabajadora en la CNT y la unidad de toda la izquierda sin exclusiones en el Frente Amplio. 

En ese cuadro, la institucionalidad democrática ya no era funcional a las clases dominantes, especialmente a los sectores vinculados al capital financiero y el imperialismo norteamericano, para procesar un ajuste contra los derechos e ingresos de las grandes mayorías del pueblo. El golpe de Estado fue contra las grandes mayorías del pueblo trabajador. Por otra parte, es imposible disociar el golpe de la contraofensiva continental del imperialismo de EEUU.  La simultaneidad histórica de los golpes de Estado en Brasil, Uruguay, Chile y Argentina avala el papel del imperialismo en los golpes llevados a cabo en el cono sur de América Latina y el carácter continental de la peripecia política en nuestra región.

Desde 1964 el movimiento obrero —que construía su unidad orgánica— decidió que, si había golpe de Estado, se lo enfrentaría con la huelga general con ocupación de los lugares de trabajo. El proceso de acumulación de fuerzas era amplio y profundo. En 1965 el camino de la unidad fue fertilizado por el Congreso del Pueblo, que resolvió democráticamente un programa para las grandes mayorías, incorporado luego como programa de la CNT. En octubre de 1966 se concretaba la unidad orgánica de toda la clase trabajadora, que construyó una herramienta de lucha formidable, la CNT. Más tarde, en febrero de 1971, nacía el Frente amplio.

Al mismo tiempo, se promovían desde el Estado políticas económicas antipopulares; eran asesinados Líber Arce, Susana Pintos y Hugo de los Santos bajo el gobierno pachequista; crecían las bandas fascistas; se alimentaba la doctrina de la seguridad nacional; Dan Mitrione venía desde EEUU a enseñar a torturar a las fuerzas represivas locales y se organizaba la masacre de la 20. Es decir, se iban gestando las condiciones de la escalada fascista. 

Muchos gremios trabajaron activamente en la preparación de la huelga. Se desarrollaron jornadas de llegada a los lugares de trabajo para generar las condiciones que permitirían llevar a la práctica la huelga general. Se montaba el sistema de direcciones colectivas, los comités de base en los lugares de trabajo, el fortalecimiento de la estructura sindical. Los departamentales, los zonales de la CNT como espacios de organización de la lucha. La huelga general no fue un hecho espontáneo, fue expresión del conjunto de la acumulación de fuerzas procesada hasta ese momento. Fue un hecho heroico de la clase trabajadora de nuestro país, digno de estar en las mejores páginas de la historia del movimiento obrero internacional y de sus luchas. 

Desde el mismo 27 de junio de 1973, los trabajadores concurrieron a sus lugares de trabajo a implementar la decisión de la CNT. Enfrentaron la represión de la dictadura. Una y otra vez las fábricas y lugares de trabajo eran desalojados por las fuerzas armadas de la dictadura fascista, y una y otra vez eran vueltos a ocupar por los trabajadores. Múltiples actividades se desarrollaron organizando la solidaridad de los vecinos con los trabajadores en lucha. Fue un fenómeno de masas. Una huelga política masiva en defensa de la democracia, que se encontraba atacada por las clases dominantes.

La huelga general tuvo múltiples expresiones de solidaridad;  todo el Frente Amplio y sectores democráticos de los partidos tradicionales que —a pesar de la perplejidad que les generó el golpe de Estado— se pronunciaron a favor de la huelga, especialmente por parte de Wilson Ferreira Aldunate. El quehacer universitario se movilizó durante la huelga con participación de sus diferentes órdenes; la UDELAR fue ocupada en aplicación de la decisión de la CNT.     

Sin embargo, las fuerzas movilizadas durante la huelga general por parte de la clase trabajadora no fueron suficientes para hacer caer la dictadura en su momento de inicio. La relación de fuerzas en el plano continental tampoco era favorable a una salida democrática de la lucha de la clase obrera. En efecto, contingentes importantes del ejército de Brasil estaban prestos a intervenir en la escena nacional. La huelga general no pudo pasar a una fase insurreccional.

La dirección de la CNT, con gran sabiduría táctica, además de convocar —ya ilegalizada— a la gran movilización del 9 de julio de 1973, decidió levantar la huelga general y pasar a dar la lucha por otros medios. La clase obrera no le dio un minuto de tregua a la dictadura, pagando el más alto precio de trabajadores asesinados, torturados, presos, exiliados y desaparecidos por responsabilidad del terrorismo de Estado de la dictadura fascista.

La huelga general no logró tirar abajo la dictadura en forma inmediata, pero hizo que naciera herida de muerte, sin ninguna base de apoyo popular. Nada de lo que vino después —la victoria del pueblo y de la democracia en el plebiscito de 1980;  la victoria de los sectores democráticos en las elecciones internas de los partidos políticos de 1982;  el 1° de mayo de 1983 y el surgimiento del PIT (más adelante PIT-CNT); la contraofensiva democrática de masas que tiró abajo la dictadura— puede ser explicado al margen de este acontecimiento heroico de la clase obrera.

Rendir hoy, a 50 años de su realización, el debido homenaje a la heroica huelga general de la clase obrera en defensa de la democracia implica —para la generación actual de luchadores por la libertad, en el contexto del siglo XXI— trabajar día a día en fortalecer la unidad, la organización y la conciencia de clase de los trabajadores, para avanzar hacia una sociedad más justa y democrática, sin explotación ni discriminación de ningún tipo. 

Foto de portada:

Asamblea en fábrica de la vestimenta ocupada. Foto Archivo de El Popular.

Compartí este artículo
Temas