Gonzalo Perera
Sabine Grataloup es, en estos momentos, un personaje de alto perfil público en Francia, aunque muy posiblemente no lo haya deseado, al menos no por los motivos que le generaron ser entrevistada por muy diversos medios internacionales. Con las excepciones de siempre, claro está, que hay quienes se auto confieren el poder de construir la agenda pública contra toda evidencia en sentido contrario.
Sabine es la mamá de Theo, hoy de 16 años, y remontarse en el tiempo es quizás la única manera de entender el auténtico calvario que Theo y Sabine han debido afrontar.
Corría agosto de 2006 y Sabine trabajaba en un centro ecuestre, en el cual tenía como parte de su rutina, la aplicación del herbicida Glyper, producto de la empresa Novajardin. Todos sabemos que hay muchas marcas comerciales para, por ejemplo, fármacos destinados a bajar la fiebre (los llamados antipiréticos), pero que en realidad “el principio activo” (el compuesto que es el protagonista del combate a la fiebre) puede ser el mismo en muchas denominaciones. Si se toma como ejemplo la dipirona (o metamizol), se van a encontrar en cualquier farmacia distintos antipiréticos basados en ella. No cuestan lo mismo, pueden tener características diferentes en su efecto metabólico, no son exactamente lo mismo, pero más allá del nombre, la etiqueta y el precio, hay un compuesto que es el que está jugando el rol principal y es la dipirona. Lo mismo pasa con otros antipiréticos, analgésicos, antiespasmódicos (ibuprofeno, paracetamol, etc.): la presentación comercial de cada uno de ellos puede tener muchos nombres, colores y precios, pero la base es la misma. Conocer dicha base no es un dato menor, pues, mero ejemplo, si uno viaja a otro país, los nombres de los fármacos cambian casi totalmente, pero la dipirona, el ibuprofeno o el paracetamol, se siguen llamando igual. Retengamos pues esta idea, del principio activo que es el protagonista central de la obra, aunque los actores secundarios puedan diferir y el impacto general de la obra, tener matices.
En el caso del Glyper, estamos hablando de glifosato, que se difundió en el mundo sobre todo bajo la marca Roundup de Monsanto, desde 2018 parte del grupo Bayer. Sabine no sabía que Glyper era más o menos lo mismo que Roundup, pero sobre todo no sabía algo mucho más relevante para su vida: estaba embarazada. Y la comunidad científica no había manifestado ninguna opinión contundente sobre el glifosato aún. Breve repaso: en 1993 la OMS califica al glifosato como de “baja toxicidad”. Pero aún en el 2013, las autoridades sanitarias de Alemania se pronunciaron, respecto a la acusación de que el glifosato podía tener efectos cancerígenos (sobre todo, en ciertos tipos de cáncer), en el sentido de que no había ninguna evidencia concluyente en dicha dirección. Es imposible que Sabine supiera lo que las autoridades sanitarias más respetables manifestaban no saber o, incluso, refutaban. Sabine siguió trabajando, expuesta cotidianamente al glifosato todo el tiempo en que cursó su embarazo, hasta la licencia por maternidad.
Cuando nació Theo, un abismo se abrió. Theo tenía una multitud de malformaciones en la laringe, el esófago y otros órganos, afectando brutalmente su sistema respiratorio y digestivo. Theo tuvo que pasar por cincuenta y cuatro cirugías para ser un adolescente que hoy, según palabras de Sabine «puede comer por la boca, respirar gracias a una traqueotomía y hablar con el esófago”.
Si Ud., querido lector, es padre o madre, biológico, adoptivo, o ante todo se posiciona ante la vida como un ser humano capaz de imaginarse lo que significa más de tres cirugías anuales en promedio para cualquier familia, o entender lo que se sufre con 54 operaciones con 16 años para lograr comer por la boca, respirar y hablar bajo condiciones limitadas, no es necesario ningún comentario, toda palabra sobra.
En el año 2017, tras mucho informarse y consultar, Sabine inició una acción judicial contra los proveedores de glifosato, una denuncia simultánea a varios niveles, desde penales a civiles.
En ese momento, “casualmente”, Sabine, como si no tuviera ya bastante, fue objeto de un fulminante ataque y discurso de odio en las redes sociales, en las que se le acusaba de pretender terminar con la producción agrícola en Francia.
En una reacción más que comprensible, Sabine y su familia deciden seguir adelante con sus acciones legales, pero “bajar el perfil “a nivel público. Esto es: no dar entrevistas a ningún medio, tratar que los resultados de sus causas no lleguen a difusión pública, etc. Si 54 cirugías en une hije son un averno, no hace falta sumarle los discursos de odio de mentes estrechas y corazones impermeables, claro está.
Las causas avanzaron, lentamente, pero avanzaron. Empezaron a aparecer pronunciamientos científicos, que no “cobraban al grito”, pero tampoco “tapaban el sol con un dedo”, aunque el dedo fuera de Monsanto.
Un informe publicado en el 2021 por el Instituto Nacional de Sanidad y de Investigación Médica de Francia (INSERM) abrió la puerta para vincular la exposición al glifosato y males mayores en salud, particularmente los hereditarios en la etapa gestacional. La OMS, en su informe del 2015, califica al glifosato como un “cancerígeno probable”. Los vientos iban cambiando y esta afirmación no supone adjudicar perversas intenciones ni oportunismos a nadie, sólo algo tan obvio como que, la acumulación de evidencia (lamentablemente a menudo regada de dolor), va cambiando la manera de percibir los riesgos.
El 10 de marzo del 2022, el Fondo de Indemnización de Víctimas de los Pesticidas (FIVP), una de las instituciones francesas reclamadas por Sabine, reconoció “un posible vínculo de causalidad” entre las malformaciones de nacimiento de Theo y el uso profesional de glifosato por su madre durante el embarazo. Dispuso, además, a través de la empresa aseguradora de la actividad agropecuaria, el pago mensual de por vida de una pensión de mil euros a Theo.
Entendamos aquí dos cosas: en Uruguay, mil euros es mucha plata, pero en Francia, con un mayor costo de vida no lo es, y de hecho es del orden del salario mínimo. Sin embargo, el tema no es la plata (que obviamente alivió en algo), sino el precedente: por primera vez un Estado asume el vínculo causal entre la exposición al glifosato y las malformaciones congénitas y aunque de una forma menor asume la responsabilidad institucional al respecto.
Francia e Italia estaban comprometidas con la eliminación del glifosato en las prácticas agropecuarias en la Unión Europea (UE). Con las camisas negras en Italia, el gobierno de Macron en Francia parece haber cedido una suerte de “bonus” de una década para esa propuesta (que nunca fue del todo respaldada por sus socios de la UE). Ante esa realidad, Sabine decidió romper el mutismo y habló sobre Theo y ella.
En un país como el nuestro de tantas madres coraje, el relato de una madre coraje vale más que mil discursos.
Mientras tanto, aquí, en Uruguay, hay bidones de glifosato vacíos que aparecen flotando en los arroyos. Si este gobierno dio para ello carta blanca, convengamos que ningún gobierno ha tomado el tema con la gravedad que esta merece. Está probado, por ejemplo, el vínculo entre el uso de agrotóxicos y el aumento de la frecuencia y la toxicidad de floraciones de cianobacterias con una particular incidencia en la salud pediátrica.
No esperemos, actuemos. Aquí y hoy, por Theo, Sabine, y por quienes no sabemos su nombre, pero sí podemos atisbar su sufrimiento. Actuemos.
Foto de portada:
Imagen ilustrativa sobre químicos agrotóxicos. Foto: Santiago Mazzarovich/adhocFotos.