Desde hace décadas China irrumpe en el escenario internacional con mucha fuerza, constituyéndose como uno de los principales motores de la economía mundial.
China ha ido progresivamente edificándose como una potencia mundial: además de ser uno los países de mayor extensión territorial, cuenta con una población de aproximadamente 1.400 millones de habitantes -más de dos veces la población de América Latina- lo que representa un mercado interno a escala continental. Su nivel de producción supera los U$S 15 billones (1) es decir, 300 veces el PIB de nuestro país.
China es el principal país exportador mundial desde hace 5 años; alcanzando más de U$S 2,5 billones en 2018. Es el segundo país importador a escala mundial. Así pues, el saldo de su balanza comercial (exportaciones menos importaciones) ha sido siempre favorable (positivo). Uruguay ocupa el lugar 83 de las exportaciones chinas (0,1% del total exportado por el país).
Uruguay le exporta a China principalmente carne bovina congelada, y, en segundo lugar, la soja; importando fundamentalmente teléfonos. De este modo se puede observar la asimetría o desequilibro en cuanto a sofisticación tecnológica en el intercambio entre ambos países.
China es el principal destino de las exportaciones de nuestro país (aproximadamente 28%), le sigue Brasil con 18%, EEUU con 5,6% y Argentina con 5%. Asimismo, es uno de los principales socios comerciales de los países de la región.
La inserción internacional de los países constituye un elemento central para alcanzar elevados niveles de desarrollo humano. Durante la última década, la presencia económica china en América Latina ha aumentado de forma sostenida. A pesar de la creciente importancia de este fenómeno, aún son escasos los estudios sobre los impactos que una profundización del vínculo comercial con el gigante asiático podría tener en la matriz productiva de los países de la región.
De acuerdo con algunos informes, se identifican tres posibles escenarios ante un acuerdo con China: (1) mejora en las condiciones de acceso de los productos agropecuarios uruguayos, (2) aumento de las importaciones desde China en sectores que en la actualidad poseen una protección arancelaria efectiva, y (3) pérdida de preferencia en el mercado regional de los productos uruguayos frente a los productos chinos. Por lo tanto, lo estudios de factibilidad deben contemplar estos escenarios adjudicando fortalezas y debilidades combinadas. Existen escenarios “de máxima” que absorben completamente los efectos, donde claramente se puede identificar “ganadores y perdedores”; pero pueden constituirse matices o grises donde dichos “ganadores y perdedores” pueden no resultar del todo claros, pues lo económico deja paso a lo político, es decir, los intereses pueden imponerse, sobre los acuerdos comerciales estrictos.
Existe amplio consenso sobre los efectos (“ganadores y perdedores”) no obstante, se valoran desde distinta perspectiva su “éxito”. Un elemento clave para el avance de las negociaciones, es decir ¿cómo valorar un acuerdo comercial como positivo o negativo? ¿Se trata exclusivamente de cómo impacta en el PIB, o sus efectos en términos de generación de empleo?; ¿o en su lugar, (o también) otro tipo de derrame?, por ejemplo, ¿cómo contribuyen al desarrollo o a potenciar un modelo de crecimiento con mayor valor agregado considerando la dimensión social y ambiental? No es un tema menor, de hecho, constituye la base de la discusión: ¿crecimiento o desarrollo?
En materia de exportaciones de nuestro país a China, los productos primarios representan más del 70% del total: la categoría de bienes “basados en recursos naturales” más del 20% y las manufacturas de “baja tecnología” menos de 5%. Por su parte, las importaciones uruguayas desde China se encuentran concentradas en tres grupos: manufacturas de baja, media y alta tecnología, representando 30%, 40% y aproximadamente 20% del total, respectivamente.
De acuerdo con un informe publica por Torres (2), Uruguay en la actualidad no aplica la estructura del Arancel Externo Común (AEC) en su totalidad, ya que existen diferentes regímenes (lista nacional de excepciones, bienes de capital, bienes intermedios e insumos agropecuarios). La reducción de los aranceles aplicados a productos chinos provocaría un desplazamiento de las importaciones tanto extrazona como intrazona.
En lo que refiere a aranceles, en exportaciones, durante el año 2020 se pagaron aproximadamente US$ 322 millones en aranceles por el total de los productos exportados, de estos, US$ 137 millones corresponden al mercado chino. El rubro que paga la mayor parte de los aranceles, y, por tanto, quien sería más beneficiado con el abatimiento de estos, es el sector cárnico. La celulosa no paga aranceles. En los productos de exportación a China, Uruguay compite con países que cuentan con condiciones de acceso preferenciales al mercado chino como Australia y Nueva Zelanda.
Si tomamos como referencia el año 2020, el promedio de aranceles que paga Uruguay por el conjunto de sus exportaciones (las que tienen arancel y las que no) es del 2,6% del total. Si únicamente se toma el promedio de aquellas que tienen un arancel superior a 0%, el promedio de aranceles pagados es del 9%. Si únicamente se toman las exportaciones a China, la tasa arancel promedio es del 6%.
En cambio, en lo que respecta a aranceles en importaciones; en 2020 Uruguay cobró aranceles (Tasa Global Arancelaria) por un total de US$ 294 millones, de estos, el 41% (US$ 120 millones) corresponden a productos provenientes de China.
Así pues, los sectores potencialmente afectados incluyen al textil en la etapa de tejidos, los plásticos en las etapas de producción, los productos químicos (pinturas, productos de limpieza, extractos curtientes, etc.), a excepción de los agroquímicos, y el sector de las cerámicas. En el sector automotriz el posible impacto sería mediante la relocalización de plantas chinas en Argentina o Brasil. En el caso del papel (que al momento está siendo un bien transable), se podría sustituir la producción nacional, mientras que en el sector metalúrgico los productos más sensibles podrían ser los tubos y perfiles, así como los productos de acero estructural.
Esta posible reconfiguración de socios comerciales, potenciados por un acuerdo de abatimiento de aranceles, extra bloque, puede tener impactos dentro del bloque. Dicho de otro modo, la firma de un tratado de libre comercio con China podría también implicar una disminución de las exportaciones uruguayas hacia el Mercosur en aquellos productos en los cuales sus socios comerciales poseen una protección efectiva (arancelaria o de otra índole) frente a las importaciones de China.
El mercado regional es de suma importancia para Uruguay, ya que es el destino de la gran mayoría de las exportaciones de productos industriales. Mientras que el 90% de lo exportado por Uruguay a países de extrazona corresponde a productos primarios y basados en recursos naturales, estos solo representan el 54% del total exportado a los países del Mercosur.
Así pues, bajo este escenario, los sectores potencialmente afectados serían: 1) Cadena textil-vestimenta, 2) Químicas básicas y productos químicos, 3) Caucho y plástico, 4) Maquinaria eléctrica, 5) Papel y cartón, 6) Metalurgia, 7) Automotriz y 8) Muebles. El personal potencialmente afectado de estos sectores rondaría 25.000 puestos ocupados directos; a los que habría que sumar los indirectos.
Existe la posibilidad de avances en la profundización de la integración entre Uruguay y China para potencialmente provocar un salto de calidad en la inserción internacional de nuevas cadenas de valor basadas en el uso intensivo de empleo calificado. Sin embargo, hoy estamos muy lejos de tener un vínculo de integración productiva que lo permita. Otro aspecto, es la importancia estratégica (y táctica) del Mercosur. Profundizar la integración regional (que va más allá de lo comercial) es tarea pendiente de consolidar. Incluso la posibilidad de avanzar en un tratado comercial con China con el Mercosur. China es un país fuertemente cuestionado, por lo tanto, es también necesario internalizar otros aspectos vinculados al impacto ambiental (huella ecológica); estándares de calidad, perspectiva de género; como así también lo asociado a las relaciones laborales.
Nuestro país necesita desarrollar una matriz de crecimiento orientada a dotar de mayor contenido tecnológico y valor agregado aprovechando sus recursos y capacidades; de tal modo de diversificar y mejorar su canasta exportadora. Uruguay debe crecer en forma sostenida, pero también desarrollarse, contemplando en su estrategia de inserción internacional también la dimensión política, social y ambiental. La política exterior, debe ser un instrumento para promover y desarrollar un modelo de desarrollo nacional con justicia social.
Pablo Da Rocha
Economista, integrante del Instituto Cuesta-Duarte y del equipo de “Valor!!”.
- 15.000.000.000.000.
- Torres, S. (2015). “Impactos sectoriales en Uruguay de la firma de un tratado de libre comercio entre el Mercosur y China”. Montevideo.
Leyenda de foto de portada:
Luis Lacalle Pou durante una conferencia por TLC con China en la Torre Ejecutiva, Montevideo. Foto: Daniel Rodríguez /adhocFOTOS