Bruno Giometti (*)
En el año 2023 el volumen físico de la industria manufacturera tuvo una variación de 0,6% respecto al año inmediatamente anterior, es decir, prácticamente se mantuvo constante a nivel agregado.
Cabe destacar que hubo dos ramas de actividad que incidieron de manera significativa en este resultado, una a la baja y la otra al alza. Por un lado, el sector de refinación de petróleo, que registró una disminución anual de 31% fruto de la “parada técnica” de la refinería de ANCAP durante buena parte de 2023. Por otro lado, el sector de producción de celulosa y papel, que tuvo un incremento de 23% a partir del inicio de actividades de UPM II. La industria de producción de alimentos, rama de actividad con fuerte incidencia sobre el total de la industria por su tamaño relativo, creció en el entorno de 3,8% y contribuyó positivamente al volumen físico manufacturero.
En un abordaje más de mediano plazo, si comparamos el volumen físico producido en 2023 con el de 2019, la industria manufacturera registra un crecimiento acumulado del 11% aproximadamente.
En este desempeño se constatan grandes heterogeneidades. La industria de la alimentación, principal sector de la producción manufacturera, se expandió 25% en estos cuatro años y explica unos 9 puntos porcentuales de los 11 que registra la totalidad de la industria. También hay un desempeño satisfactorio de la industria farmacéutica, madera, papel y celulosa, caucho y plástico, minerales no metálicos e industria automotriz, aunque por ser sectores más pequeños su incidencia es menor. Por su parte, tienen una variación fuertemente negativa en estos últimos años la industria textil, vestimenta, cuero, gráfica, metalúrgica y de productos electrónicos, varias de las cuales arrastran además dificultades estructurales desde hace décadas.
Como puede apreciarse, en nuestro país persiste una fuerte heterogeneidad estructural a nivel de la industria manufacturera. Las ramas industriales con base en materias primas nacionales logran buenos desempeños, aunque están expuestos a la variación de los precios internacionales de los productos que venden, que se caracterizan por ser de baja diferenciación. Por la escala uruguaya los resultados agregados terminan siendo fuertemente influenciados por algunas inversiones o empresas particulares de gran tamaño.
Otro aspecto a destacar es la continuidad de la disminución de las horas trabajadas totales en la industria, que caen levemente (0,2%) en el año 2023 aunque arrastran una baja de 4% desde 2019 y de 9% comparando con 2018. En ramas de actividad como la alimentación, papel y celulosa, farmacéutica o el plástico, coexiste la expansión del volumen físico con la disminución de las horas trabajadas, reflejando un importante aumento de la productividad del trabajo.
Todo esto pone sobre la mesa la necesidad de discutir las cuestiones de las políticas productivas y laborales en la industria. Por un lado, la factibilidad de la reducción de la jornada laboral sin pérdida de salario, al menos en algunas ramas de industria manufacturera. También el crecimiento del salario real como forma de distribuir con los trabajadores estos aumentos de la productividad.
Por su parte, se hace necesario el desarrollo de sectores industriales con mayor capacidad de generación de valor agregado, que se puedan relacionar con nuevas actividades de servicios, fortaleciendo el tejido productivo con más trabajo de calidad y reduciendo la dependencia. Para ello es necesario desplegar una política industrial potente, que incluya planes estratégicos, una política de compras públicas, el rol de las EEPP, la integración nacional, regional e internacional, afinar los incentivos a la inversión, entre otros mecanismos, puesto que el mercado no se orienta en esta dirección.
(*) Economista
Foto de portada
Planta de envasado de aceite de la empresa COUSA en Montevideo. Foto: Mauricio Zina / adhocFOTOS.