20240420 / Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS / URUGUAY / MONTEVIDEO / Como cada año, el Partido Comunista del Uruguay (PCU) realizó un acto para homenajera a los "mártires de la 20", ocho militantes comunistas asesinados en 1972 en la Seccional 20 del PCU. En la foto: Acto del Partido Comunista del Uruguay (PCU) en homenaje a los mártires de la seccional 20 del PCU.. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS

Construyendo esperanza

Gonzalo Perera

El Frente Amplio nació en un momento sombrío del país, en medio de la enorme crisis económica (inflación pavorosa, congelamiento de salarios, etc.) y de la feroz violencia represiva (gobernar bajo Medidas Prontas de Seguridad, asesinato de primeros mártires estudiantiles, clausuras de medios de comunicación, etc.) del “pachecato”, ese gobierno de y para el gran capital conducido por quien fuera un casi imperceptible legislador, que sólo brillaba en las noches de la boite Zum-Zum, y que llegó a ser vicepresidente de Gestido como plan Z, ante la frustración de los acuerdos en torno a propuestas de mucho más enjundia. Ese país sombrío, que obviamente presagiaba la profundización del horror que se daría primero en los 15 meses y 27 días en que Juan María Bordaberry fue presidente, y luego en el desenfreno bestial de la dictadura, vivía un creciente proceso de emigración, particularmente de personas jóvenes. La motivación podía ser política, o económica o simplemente de algo que es más bien una percepción global: el perder toda esperanza de poder vivir dignamente y en paz en la tierra en la que se nació. Por aquel entonces pues, una consigna pintó muros y se difundió masivamente: “Hermano, no te vayas, ha nacido una esperanza”.

El FA fue (y sigue siendo) una experiencia política única en el mundo. La unión bajo la bandera de Otorgués, de evidente invocación al Karaí Guazú José Gervasio Artigas, de todo el espectro político que reivindicaba un proyecto de paz, protección a los sectores más desamparados, defensa estricta de la soberanía en clave de Patria Grande (léase anti-imperialismo), defensa del rol del Estado como garante de los Derechos Humanos (y no como perpetrador de ataques a los mismos), no sólo en el plano de los derechos civiles como la Libertad de Expresión, reunión, etc., sino también de los derechos más básicos como acceder a alimentación, trabajo, salud, vivienda, etc. Ese espectro político unía a demócratas cristianos, comunistas, anarquistas, socialistas, escisiones de las divisas fundacionales, en un ejemplo de síntesis política formidable. Pero junto a ese hecho objetivo, de dimensiones históricas, no era menos importante su reflejo en el plano de la subjetividad, pues representaba, nada más ni nada menos, que el nacimiento de una esperanza. La esperanza de que fuera posible, por vías pacíficas y democráticas, un país mejor, más libre, justo y soberano. Un país que no expulsara ni golpeara, ni mucho menos asesinara a su juventud. Un país donde fuera posible la frase que un tiempo después legara el General Seregni: “Paz para los Cambios, Cambios para la Paz”.

Y el FA siguió siendo esperanza siempre. En plena dictadura, muchos jovencitos aprendíamos a dibujar su bandera, para, aunque fuera de forma casera, hacer circular alguna consigna. Esa bandera era esperanza de que terminara el horror, el hambreo neoliberal y el Terrorismo de Estado, las dos caras de esa vil moneda llamada dictadura. Fue esperanza en el 89, cuando, pese a dolorosas separaciones y de la mano del “Délo por hecho” de Tabaré respecto a la reducción del precio del muy caro boleto de transporte montevideano, el FA accedió a gobernar Montevideo, como lo ha venido haciendo desde entonces, de manera ininterrumpida. Naturalmente el FA, ampliado por recibir nuevos acercamiento y muy esperados retornos, fue la cara misma de la esperanza en el 2004, para aquel país destruido, en que la mitad de los niños eran pobres y la mitad de los pobres eran niños.

La esencia misma del FA es la esperanza y eso es lo primero que viene a mi cabeza al pensar en el proceso electoral que comienza con las internas del 30 de junio. Ratificar al FA como la esperanza colectiva, la apuesta a dejar atrás el país de la corrupción sistemática y generalizada, del aumento de la pobreza y reducción de los valores reales de salarios, jubilaciones y pensiones a expensas del “malla oro”, de enormes transferencias hacia el gran capital concentrado, el país de la represión a múltiples niveles, incluso llegando al extremo de reprimir la capacidad de aprender a pensar y sentir y no meramente aprender a operar mecánicamente, ésa es la tarea que hemos emprendido.

Para la jornada específica del 30 de junio, todo frenteamplista de ley tiene una enorme tranquilidad interior. Porque es la única interna donde no está en discusión el programa, que es uno solo y decidido de antemano, que no es mera referencia, sino el guion de base, sobre el cual se puede ampliar o enfatizar, pero no ir a contramano. Por ende, gane quien gane, uno sabe que el 1 de julio estará encolumnado detrás, tratando de que presida el país el próximo lustro, ayudando con los aportes de militancia, ideas y acciones propias a que el esfuerzo común sea más profundo, y así, otorgue mayor fundamento a la esperanza.

Pero por aquello de que la esperanza cada tanto hay que alimentarla con concreciones para que no sea quimera, y frente a una importante presencia en nuestra población de la frase “son todos lo mismo” (obviamente alentada por la derecha y sus medios), es muy importante la dimensión de lo concreto, que permita entender que, sin alardes ni soberbias, definitivamente, no somos todos lo mismo.

Para eso la candidatura de Carolina Cosse en las internas es un elemento muy sustancial. Le propongo un muy simple ejercicio, querido lector: revise en todos les candidates de todos los partidos cuántas propuestas concretas y medianamente razonables (no promesas descaradamente demagógicas, ni meros posicionamientos de imagen) encuentra. Lo que va a encontrar, claramente despegada, es a Carolina con muchas propuestas integradas, desde una visión global que se desgrana en el trabajo, seguridad, educación, salud, medio ambiente, género, ciencia y tecnología, vivienda, infraestructura pública, etc. Naturalmente va a encontrar un montón de críticas desde los medios de difusión de la derecha, a la propuesta X o Y. Obviamente, la nada es inapelable, no se puede interpelar a la nada. Y programas, proyectos, o propuestas que den contenido concreto a la esperanza para el Uruguay, en la derecha lo que es hay es justamente la nada absoluta. Sólo entre pobres trazos, con más marketing que contenido sustantivo, elegirá quien se incline a votar a la derecha. Básicamente estará eligiendo el color del afiche, el fondo musical del spot televisivo o el trazo del slogan. Puede que elija por un slogan de trazo grueso o puede que se conforme apenas con delgado. Pero qué triste menú al que se enfrenta…

Dentro del FA, uno puede compartir las propuestas concretas, tangibles y verificables que está planteando Carolina como expresión desarrollada del programa común del FA y resolver “la quiero de Presidenta”, o puede discrepar de ellas y terminar optando por otra expresión del programa único. Pero la presencia de Carolina y su actitud propositiva, hace que esa opción sea muy distinta al triste panorama de la derecha. Concordando o discrepando, la existencia de propuestas elaboradas y sistematizadas eleva el nivel de la decisión, sea cual sea la misma. Enriquece la opción, se tome el camino que se tome.

Naturalmente desde Democracia Avanzada, a Carolina se le suma la militancia permanente, la conexión profunda con las organizaciones sociales, el ponerse al hombro el plebiscito que salvará a los uruguayos de que la jubilación sea un imposible o una condena.

El ponerle manos, piernas, cerebro y sobre todo, mucho corazón, a la tan necesaria esperanza.

Foto

Carolina Cosse en el acto del Partido Comunista del Uruguay (PCU) en homenaje a los mártires de la seccional 20 del PCU. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.

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