Por Gonzalo Perera
Cada profesión, oficio o perfil de actividad requiere ciertas aptitudes y puede disculpar la carencia de otras. Obviamente, es mejor reunir más aptitudes, pero siempre hay algo que es lo mínimo, lo básico, que si no está, inhabilita al desarrollo de cierta actividad.
Ahora que afortunadamente se estimula (o exige) a los chiquilines de las divisiones formativas del fútbol uruguayo a que estudien, porque la inmensa mayoría de ellos no llegarán a vivir de ese deporte, se ha dado un progreso muy grande en humanizar el deporte y proteger a los deportistas.
Pero si un chiquilín o chiquilina que practica el fútbol, no muestra condiciones técnicas y físicas propias de la alta competencia, tarde o temprano alguien le dirá que el fútbol no es lo suyo, así sea excelente como persona, estudiante, etc. Inversamente nadie le pide a un contador o contadora que sea fenomenal jugando al fútbol, de hecho poco importa si puede diferenciar una pelota de un termo tanque, pero se le pedirá que acredite conocimientos y capacidades para el desarrollo de su profesión, que, como en varias otras especialidades, tiene un componente numérico y cuantitativo muy relevante.
Isaac Alfie dirige la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), de la que, al comienzo de su carrera como contador y economista, había sido asesor, ocupando notoriamente un rol central en la administración actual. No tengo la menor idea de sus aptitudes deportivas o artísticas, pero como decíamos antes, en la OPP se pretende como mínimo solidez técnica y política.
Hace pocos días, Isaac Alfie formuló declaraciones que provocaron sincera preocupación e incluso molestia. Como cuando señaló la supuesta disminución de egresos en la Universidad de la República (UdelaR).
A nivel de grado (el tradicional “título”), en el bienio 2004-2006 egresaron 4.184 personas y en el bienio 2016-2018 egresaron 6.417 personas. Para cualquier calculadora un aumento del 47%. Pero además, a nivel de posgrados (básicamente los programas de Master o Doctorados, posteriores a un título de grado), en el período 2004-2008 egresaron 543 personas y en el 2014-2018, 1.204 personas. En este nivel el aumento es del 122%. Pero un solo numerito más, en el interior del país (donde trabajo, y donde hay egresos de grado y de posgrado), en el 2007 estaba el 4% de los estudiantes de la UdelaR y en 2018 el 10,2% de los estudiantes de la UdelaR. Ese enorme aumento representa también abrir puertas de oportunidades para muchos, y la democratización del acceso a la Enseñanza Superior. Conclusiones a cargo del lector.
Pero además, refiriéndose a la Administración Nacional de la Enseñanza Pública (ANEP), Alfie expuso el caso de un docente cubierto por 12 suplentes, lo cual es un caso extremo de los que se dan en cualquier área de la actividad, pero que no representa en modo alguno al conjunto de la Educación Pública. Y pretender contrabandear un caso excepcional a la generalidad es falaz, pero además grosero y doblemente irrespetuoso: de la profesión en consideración (para el caso, la de docente) y peor aún, de la inteligencia del ciudadano destinatario de las declaraciones, al que se asume como un estúpido incapaz de detectar la “picardía”.
Pero no la dejó por allí: afirmó que un gran problema del presupuesto educativo lo constituirían los 2 mil casos de docentes que generan pago de clase para sí mismos y dos suplentes más, a los que adjudica un costo de «decenas de millones de dólares». Si uno dice “decenas” (varias veces diez, en plural) es que está hablando de 20, 30, 40. Asumamos con benevolencia que quiso decir 20 millones de dólares, o sea, unos 880 millones de pesos.
Volvamos a hacérsela fácil al Director de la OPP. Asumamos que el problema no sólo existe sino que tiene dimensiones astronómicas. Supongamos que los 2 mil supuestos «triplicados» de clase se dieran 150 días al año (obviamente, algo disparatado), por lo cual tendríamos que, por este concepto, se pagan 2.000 multiplicado por 3 multiplicado por 150 clases al año, lo cual significa 900 mil clases al año. Si esto cuesta 880 millones de pesos, entonces cada clase cuesta 880 millones de pesos dividido 900 mil. Como cualquier calculadora muestra, 880.000.000/ 900.000= 977,78. Así que una clase de un docente de la ANEP cuesta 977,78 pesos, según Alfie. Retengamos ese número.
Hagamos una pausa aquí. Una práctica muy recomendable para cualquier persona en diversas actividades que involucran números, es el cálculo aproximado. A veces no hay tiempo para usar la calculadora del celular, y equivocarse en la digitación puede ser fatal, etc. Pero sumar mentalmente números “redondos” no es difícil. Así que si Ud. va al supermercado y compra algo que vale 287 pesos, memorice 300. Y si sale 161, memorice 150. Vaya sumando mentalmente esos números redondos. Es sencillo, y como todo, se mejora con la práctica. Ud. no está calculando exactamente lo que le cuesta la compra, pero sí una razonable aproximación. Por lo tanto, si cuando Ud. llega a la caja con un cálculo aproximado de 950 pesos, le dicen que debe pagar 998 pesos, Ud. pagará sin hacer drama, porque es aproximadamente lo que calculó. Pero si le dicen que debe pagar 1.411 pesos, Ud. pedirá revisar la cuenta, porque la diferencia es demasiado grande y o bien Ud. se “comió” sumar algún precio, o le están cobrando mal.
Moraleja: calcular aproximadamente no da valores exactos, pero permite saber “de qué tamaño es la tararira” y por consiguiente, detectar rápidamente cuando hay macanas.
Apliquemos este método a los números de Alfie. Lo que cuesta una clase no es lo que cobra un docente, pues hay impuestos y aportes, porque además en la docencia hay grados, antigüedad, cantidad de horas y otros conceptos que hacen variar el salario docente. Pero, como aproximación, hagamos cuentas con las clases de 997,78 pesos. Supongamos un docente que tiene 180 horas de clase al mes (promedialmente equivalente a 40 horas semanales), que, según Alfie, al mes debería costar 977,78 x180= 176.000 pesos. Busquemos entonces en las tablas de remuneración del personal docente de CEIP-CES-CETP 2020 qué docente tiene un salario nominal (sin descuentos, etc.) que se parezca a 176 mil pesos. En dicha escala vemos salarios que comienzan en los 35 mil pesos nominales, que abundan en la franja de los 40, 50 mil pesos nominales, y donde para llegar al salario de 176 mil pesos nominales hay que remontarse hasta Inspector Jefe del Consejo de Educación Secundaria (o Técnico-Profesional) con 40 horas semanales y 32 años de carrera; claramente un cargo de fin de carrera, cabe señalar.
Es decir, Alfie descubrió que en el Uruguay tenemos dos mil Inspectores Jefes con 40 horas semanales y 32 años de carrera, que encima 150 veces al año se hacen cubrir por suplentes de similar jerarquía. Cuidado con las ventanas, querido lector, que es tremendo “el pelotazo”.
Los disparates (perdón pero no cabe otro adjetivo) numéricos de Alfie conducen a dos posibles conclusiones: o bien se trata de un técnico completamente incompetente para el cargo que ocupa y que debería renunciar sin más trámite, o bien de un técnico sólido pero sin el menor escrúpulo de “tirar fruta” públicamente, para buscar pretextos para recortar el presupuesto de la Educación Pública, en un acto de absoluta falta de respeto a la inteligencia del ciudadano y a su derecho a ser correctamente informado, en cuyo caso debe renunciar con mucho más razón aún.
“Cuentas claras conservan las amistades”, suele decirse. Pero también las cuentas claras, en ciertas ocasiones, señalan al que debe salir de la cancha.