©Javier Calvelo/ URUGUAY/ ROCHA/ CABO POLONIO/ SNAP/ Incorporan a Cabo Polonio al Sistema Nacional de Áreas Protegidas como Parque Nacional..En la foto: Artigas Barrios.(adhoc Foto©Javier Calvelo).2009-09-05 dia sabado.adhocFOTOS

Es extremadamente difícil escribir de quien uno conoció, y que, al partir físicamente, uno quiere y admira en presente y futuro. Porque no hay pretérito posible para vidas notables.

Es difícil escribir sobre quien recién se fue, aunque uno esté convencido de que terminará sintiendo la dulce convicción de que se quedó para siempre, con una enorme gratitud, cariño y admiración de por medio.

Hay que superar varias tentaciones, algunas contradictorias.

Por ejemplo, hay que evitar la frialdad biográfica, narrar linealmente los hechos de su vida, porque, aunque sea información necesaria y a preservar para el futuro, en el momento de la partida, si la letra que saluda no transpira, no duele, no brota de las tripas mismas, parece mármol esculpido y no dice lo más profundo, lo que ninguna palabra puede expresar, lo esencial: lo que se siente. Por eso hay que atreverse a escribir involucrándose, poniéndole piel y alma a cada palabra.

Pero, al mismo tiempo, hay que evitar el extremo opuesto: el narrar anécdotas vividas con la persona en cuestión, el abusar de incluirse en la escena, pues eso desvía el foco hacia el relator de quien es el sujeto de la historia.

Menudo equilibrio pues, escribir desde el alma y no ser “pecho frío”, pero sin tampoco caer en una suerte de catarsis autorreferencial.

Como muchas otras palabras del frondoso castellano, el término “chueco” no se entiende en algunos lares y tiene diferentes interpretaciones en otros. Por ejemplo, en Uruguay, un chueco es quien luce un andar combado. En otros países, como México y buena parte de América Central, lo chueco puede también significar lo torcido en el sentido de equivocado. Nada más francamente anti podal, del chueco testimonio que queremos compartir.

Hay un rincón de nuestro país, donde siempre rugen las olas atlánticas y riegan vida los bañados, donde la vista se regala con sierras, montes y palmares. Donde la gente se dispersa en muchos pueblitos y donde cada pueblito y rincón tiene sus peculiaridades, sus especificidades culturales, desde la gastronomía al canto y a la prosa cotidiana. Donde corrientes migratorias entran y salen,  y quien no nació, pero eligió con compromiso, es parte.

En ese rincón, llamado departamento de Rocha, “Chueco”, con mayúscula, es solamente una persona, un eterno legado de rectitud, lealtad, compromiso, sencillez, humildad, inteligencia y tierna mirada.

Preguntar en Rocha por Artigas Barrios puede confundir. Aunque el nombre sea el más ilustre que se pueda pensarse en honor al Protector de los Pueblos Libres, identifica mucho menos que preguntar por “el Chueco” Barrios, o, más simplemente por  “el Chueco”. Ahí todo rochense sabe exactamente de quién se está hablando.

“El Chueco”, en Rocha, es un ser humano campechano, fácilmente abordable, de fina escucha, sereno, capaz de conversar mano a mano con quien sea, pero sobre todo con los más humildes, con los más jóvenes, con el paisano de cualquier lugar.

Es el “Chueco” que enderezó mucho andar. El más evidente , el de la Intendencia Departamental de Rocha, que lisa y llanamente estaba quebrada. Pero mucho más se reconstruyó. Porque detrás de no pagar sueldos, proveedores, servicios, hay un intangible que se erosiona: la autoestima societaria. Cuando se perpetúa la cultura del no pagamos, no podemos, no hacemos, aunque tengamos recursos naturales de extraordinaria riqueza, se instala en buena parte de la sociedad la cultura de “nosotros somos el problema”, una suerte de auto condena y flagelación, de la que es sumamente difícil volver atrás,

Sin embargo, con una administración cuidadosa y gran habilidad de planificación, el equipo encabezado por el “Chueco” logró salir de esos cráteres sociales, ordenar el caos, estimular la reconstrucción de la autoestima colectiva y al cabo de un quinquenio, la ciudadanía recompensó ese esfuerzo con una votación aún mayor.

Nada estuvo exento de enormes esfuerzos y sacrificios en la década de gobierno encabezada por el “Chueco” con sus respectivos equipos, y no faltaron las decisiones harto complejas. Pero los logros que parecían imposibles, fueron, uno tras otro, hablando del “Chueco”, del colectivo FA y otra visión.

El “Chueco”, pensando estratégicamente, siempre supo estar cerca de la gente. Hizo apuestas a 20 años o más, sabiendo que no eran las que más votos rendían. Pero las hizo muy convencido de que no siempre el voto inmediato y el impacto a mediano y largo plazo están alineados. Ahí estaba el estratega. Pero nunca dejó de ser buen vecino, que te apoya cuando estás dolido o caído, que te brinda de manera silenciosa su solidaridad casi con rubor, como pidiendo que no menciones sus gestos de formidable empatía y generosidad.

No habría Universidad en Rocha sin una comisión formada en la sociedad civil, integrada por gentes de todos los palos, pero ciertamente, nunca la habría habido sin la enorme visión del “Chueco”. La visión que, consta, llamó poderosamente la atención a autoridades universitarias   y a embajadores de distintos países con alto desarrollo académico. El “Chueco” siempre adjudicó la instalación de la Universidad, de la sede Rocha de su Regional Este (CURE), a que “los planetas se alinearon”. Es decir, y sin orden de prelación: voluntad de la Universidad de la República, voluntad del gobierno nacional reflejada en asignaciones presupuestales, voluntad societaria pluripartidaria, voluntad y apoyo de su gobierno departamental. Al hacer este relato, el “Chueco” institucionalizaba, hacía rochense y no propiedad sólo suya, una construcción a la que vaya si le dedicó tiempo, esfuerzo e inteligencia.

Un gesto de grandeza inusual, pero además de profunda sabiduría, pues entendía que la clave de la sustentabilidad, era apoyar e impulsar, mas no declarar tierra conquistada, sino abrir la cancha y que sean en todo caso los otros los que atribuyan los méritos a quien correspondiera.

El “Chueco” no tuvo reparo en pasar de ser el intendente más reconocido en décadas, a ocupar puestos de lucha mucho más humildes, a ser candidato para sumar, cuando muy merecido tenía ya el “no andar en esos trotes”.

Pero llegó más lejos, cuando, en recuperación de un problema de salud, concurrió desde su Lascano a Rocha, para participar en el Plenario Departamental del FA de asunción de la nueva conducción, a comienzos de este año. Ver al “Chueco” entrar a la casa del FA caminando apoyado en bastones, cuando perfectamente podría haber participado de forma virtual, fue una imagen que vale más que mil palabras, sobre lo que significa militar hasta el último aliento.

Es difícil imaginar Rocha sin el “Chueco”. No para los frentistas, sino para todo rochense. Perdimos un rasgo de identidad. Algo que todos entendemos de la misma manera. El “Chueco” es el “Chueco” para frentistas, blancos, colorados, gente de cualquier o ningún partido, de cualquier región del departamento. El “Chueco” es un pedazo de Rocha y un legado de la mejor forma de entender la política: militar siempre sin perder jamás la sencillez entrañable.

Hasta siempre “Chueco” querido. Cuán alta dejaste la piolita para tomar como referencia. Pero trataremos de seguir el legado, recrearlo, pulirlo, como sabemos que tú lo quieres.

Desde el rincón en que nací por azar y vivo por elección, desde el cariño más profundo y sincero, desde la admiración y gratitud, te agradezco desde lo más profundo del corazón el privilegio de haberte conocido y todo lo que diste por un rinconcito donde “Chueco” hay uno solo

¡El “Chueco”, carajo!

Gonzalo Perera

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