Conmemorar la fundación del Frente Amplio (FA) siempre es un hecho relevante, porque hablamos de la creación de la principal herramienta política del pueblo uruguayo para disputarle la hegemonía a las clases dominantes.
Ese sigue siendo el rasgo histórico principal al cumplirse 53 años de la firma de su declaración constitutiva. Resulta imprescindible analizar al FA, su importancia, su trayectoria, desde una perspectiva histórica, por el pasado que resume y el que protagonizó, por el presente, pero también por sus propuestas para el futuro y los desafíos que este le presenta.
Esas dimensiones, el presente y el futuro, este año tienen un componente relevante: el electoral. Pero esto no solo no quita un ápice de importancia a la necesidad de la perspectiva histórica, por el contrario, plantea su necesidad con más fuerza.
En su edición del 6 de febrero de 1971, al dar cuenta de la fundación del FA, El Popular, en un concepto que luego retomaría con mucha fuerza Líber Seregni, líder histórico del FA, titulaba: “Ahora el pueblo al poder”.
Cuando este año el FA se plantea el desafío de recuperar el gobierno para el pueblo es fundamental que demos esta batalla política, sin duda central, incorporando esa perspectiva, la del poder. Es necesario replantearse esa tarea histórica del FA y recuperar el gobierno para el pueblo, es decir la administración del Estado, para transformar el Uruguay y la vida de las y los uruguayos y hacerlo teniendo clara y presente esa perspectiva larga que se trazara hace 53 años, la de llevar el pueblo al poder.
El FA nace como la expresión política unitaria de la izquierda, los sectores democráticos y progresistas de los partidos tradicionales, importantes sectores de la academia, la cultura y el arte y un destacado grupo de militares democráticos, de izquierda y revolucionarios.
El FA sintetizó décadas de acumulación de fuerzas de luchas populares. De las luchas obreras de principios del siglo XX; de la solidaridad internacionalista con la República Española y luego con Vietnam; de la unidad obrero-estudiantil, del encuentro de los trabajadores y la Universidad; del proceso de unidad sindical, con sindicatos únicos por rama primero y la central única después; de la construcción programática del Congreso del Pueblo; de la defensa de las libertades contra la represión de Pacheco, gobernando a punta de medidas de seguridad permanentes, respaldado por la oligarquía.
El FA es hijo de ese proceso histórico que tuvo al pueblo como protagonista. Fueron muy importantes la valentía, la capacidad y la generosidad de dirigentes de todos los sectores de la izquierda. Pero el FA no es hijo de ninguna genialidad aislada, es resultante de un proceso construido por miles. Su profundo arraigo popular fue decisivo al nacer, fue lo que le permitió resistir el embate asesino del fascismo y será hoy lo que le permita resolver las contradicciones planteadas.
El FA cambió el Uruguay en estos 53 años de existencia, 12 de ellos prohibido y perseguido por la dictadura fascista, cosa que a veces no se resalta lo suficiente. La unidad política de la izquierda y los sectores progresistas y su acción transformadora derrotaron y superaron a la principal herramienta política de hegemonía de las clases dominantes en nuestro país: el bipartidismo.
Durante más de 150 años a las clases dominantes les alcanzó con dos partidos para mantener su hegemonía política. El FA dejó esa herramienta en el olvido. Primero se vieron obligados a gobiernos de coalición, donde las llamadas divisas históricas se confundían, porque ninguna de las dos solas podía con el FA. Ahora tienen que apelar al invento de la mal llamada coalición multicolor, con 5 partidos. Eso demuestra que las clases dominantes siempre tienen mecanismos para generar nuevas herramientas de hegemonía, pero también demuestra la debilidad actual de sus instrumentos históricos.
El FA cambió el Uruguay con la acción de sus gobiernos, municipales, departamentales y nacionales, también con la de sus parlamentarias y parlamentarios, pero sobre todo con la lucha, unidad y organización de su militancia.
El FA sigue siendo hoy la principal fuerza política del Uruguay. Lo es porque gobierna tres intendencias de la importancia de Montevideo, Canelones y Salto; también lo hace en decenas de municipios; tiene la bancada más grande del Parlamento; todo eso es clave, sin duda, pero lo fundamental es que tiene los grados de organización, inserción nacional, barrial y militancia, más grandes de todas las fuerzas políticas de nuestro país.
Estos cuatro años de gobierno de la coalición de derecha dejan como resultado un Uruguay menos libre y más desigual, menos democrático entonces. El FA hizo un proceso de autocrítica muy importante, que además se hizo en unidad, y eso no es un aspecto menor, sobran en el mundo los ejemplos de las organizaciones que se dividen o directamente se pulverizan luego de una derrota. Lo más importante es que esa autocrítica no se quedó en discursos ni en documentos, se hizo práctica. No solo se detuvo el proceso de deterioro organizativo y de decrecimiento en la participación, sino que se pasó a planificar la creación de nuevos Comité de Base y creció la participación militante, en todas las instancias del FA. Se ha hecho un gran esfuerzo por fortalecer el vínculo con las luchas sociales y las organizaciones que las protagonizan. Esta no es una relación sencilla, ni el proceso ha sido nunca, ni será, lineal. Lo que hay que destacar es que se han dado pasos superadores en dos de los principales aspectos criticados del período de los gobiernos nacionales y de la derrota electoral: la separación de la fuerza política con su propia militancia y sobre todo con los Comité de Base y la separación del FA con las organizaciones del campo popular.
Este año culminó un proceso muy valioso de elaboración programática, que tuvo una primera instancia en el Congreso del Pueblo y otra en el Congreso del FA, realizado en diciembre, que sintetizó una discusión de casi dos años, donde participaron miles.
Este año se produce el principal momento de síntesis política e ideológica de toda nuestra sociedad, que eso son las elecciones nacionales. Lograr que esa síntesis mayoritariamente sea a favor de la perspectiva popular, de emancipación social, es el objetivo.
Eso implica lograr una gran votación del FA en junio y una victoria en octubre con mayoría parlamentaria, también mantener las intendencias y los municipios que tienen gobiernos de izquierda y lograr otros.
Ese es el objetivo central de este año. La unidad política y social del pueblo es la principal conquista estratégica que hemos alcanzado. Conscientes de su valor debemos asumir la responsabilidad de cuidarlas y construirlas cada día. La unidad vale por sí misma, pero desarrolla todo su potencial cuando está acompañada del tamaño de pueblo organizado necesario para transformar la realidad. Es decir, adquiere materialidad transformadora.
Esa es la tarea que nos convoca a las y los frenteamplistas al conmemorar 53 años de esta creación heroica de nuestro pueblo: derrotar a los instrumentos políticos de las clases dominantes y llevar al pueblo de nuevo al gobierno.
Tenemos que lograr que se expliciten en la campaña electoral, en la discusión mano a mano con nuestro pueblo, los dos proyectos de país. Tenemos que denunciar el modelo de la desigualdad, de la inseguridad y la corrupción que han aplicado en estos tres años. Tenemos que evitar las trampas de querer llevar el debate público a donde ellos quieren, con sus ejes y sus campañas. Tenemos que denunciar que aumentaron los pobres y sobre todo las y los niños pobres y que eso es una vergüenza. Tenemos que denunciar que hay más de 500 mil trabajadoras y trabajadores que ganan menos de 25 mil pesos. Tenemos que denunciar que de las 50 mil viviendas que prometieron no hicieron casi ninguna y que este año, seguramente, van a hacer algunas para apelar al clientelismo más rancio jugando con la necesidad de la gente. Tenemos que denunciar que la salud pública está mucho peor y que la transformación educativa es un gran fiasco y que solo sirvió para que se promocione un candidato presidencial.
Tenemos que explicar el programa del FA, con paciencia, con claridad, sin miedo.
Y tenemos que organizar, desde todos lados, la movilización popular, política y social, el despliegue de todo el bloque histórico, político y social, democrático y radical de los cambios, del cual el FA es parte orgánica, para derrotar a las clases dominantes y su modelo de privilegio.
Tenemos con nosotros una historia hermosa y heroica que nos enorgullece. Pero la nostalgia no conquista avances en el presente ni abre caminos hacia el futuro. Hay que levantar las banderas hoy, con decisión, con fuerza y construir entre todas y todos una nueva y necesaria victoria popular.
Hay que llevar al pueblo al gobierno con el FA. Nada más y nada menos.