Tanto María Corina Machado como Edmundo González Urrutia enviaron sus felicitaciones al candidato republicano Donald Trump tras su reciente victoria en la carrera presidencial de Estados Unidos. Como era de esperarse, sus primeros posicionamientos han tenido como objetivo proyectar cercanía y apoyo a la causa del cambio de régimen.
«Presidente Trump, el gobierno democrático que elegimos los venezolanos el pasado 28 de julio […] será un aliado confiable para trabajar con su administración», publicó Machado en su cuenta en X, al tiempo que indicó que se viven»días decisivos» y que tenía la certeza de que contaba con «el apoyo de los pueblos de las Américas y el de sus gobiernos democráticos para asegurar una transición a la democracia sin demora».
Por su parte, desde España González Urrutia, excandidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), envió su mensaje de felicitación identificándose ilegalmente como «presidente electo» de Venezuela y abogando por el «fortalecimiento de nuestras relaciones, siempre en beneficio de nuestros pueblos».
Los mensajes de ambas figuras, representantes del sector prointervención y prosanciones de la oposición venezolana, han buscado abrir una ventana de altas expectativas sobre el regreso del magnate estadounidense a la Casa Blanca, a la espera de que un eventual aumento de la presión, materializado en medidas coercitivas y otras acciones de desestabilización contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, los empodere nuevamente y los devuelva al centro de la agenda.
En las primeras de cambio la aspiración de este sector radica en que Washington siga impulsando la narrativa de «fraude electoral» surgida tras los resultados del 28 de julio, que ha perdido fuerza desde entonces y que parecía indicar que la cuestión venezolana se había diluído de las prioridades de política exterior de la Casa Blanca durante las últimas semanas de la saliente administración Biden.
Los mensajes de Machado y González Urrutia han estimulado una percepción de que el triunfo del republicano representa una «victoria» para este sector, en gran parte por la política exterior que adoptó la primera administración Trump contra Venezuela, cuando se intensificaron los mecanismos de asfixia económica, financiera y comercial, además de la implementación de acciones mercenarias.
Fue durante este periodo cuando reconocieron a Juan Guaidó como «presidente interino», y bajo esta figura de falso gobierno fueron secuestrados recursos y activos venezolanos en el extranjero por el orden de decenas de miles de millones de dólares, lo que incluye la importante empresa Citgo, filial de PDVSA en EE.UU.
Desde diversos medios mainstream se ha intentado marcar la pauta en la opinión pública en esta dirección, impulsando a actores específicos que han abogado por redoblar las maniobras de intervención contra Venezuela desde Washington:
«Es una victoria política tanto para Edmundo González como para María Corina Machado, quienes han sido durante mucho tiempo aliados del Partido Republicano. No cabe duda de que va a haber una reconducción de la política hacia Venezuela», dijo el politólogo de oposición Daniel Arias, consultado por El Tiempo.
A este contexto se suma el hecho de que los republicanos han obtenido la mayoría en el Senado, y están a la espera de lograr un resultado similar en la Cámara de Representantes, lo que les daría control total del Congreso estadounidense.
«De ocurrir, el senador Marco Rubio podría aprovechar esa mayoría para impulsar políticas más duras y contundentes hacia los gobiernos que enfrentan a Estados Unidos», dice el medio citando a Arias.
El mensaje que dejó Trump en su campaña
Estas expectativas, sin embargo, se ven matizadas por la incertidumbre sobre la postura que adoptará el empresario estadounidense en su segundo mandato, especialmente a la luz del balance negativo que dejó para su imagen política el fracaso de la estrategia de «máxima presión» y el fallido «proyecto Guaidó».
Este probable factor de reconsideración se fundamenta en el análisis de los temas que Donald Trump abordó durante su campaña electoral. Respecto al país caribeño Laura Dib, directora para Venezuela de la Oficina de Washington para Asuntos de América Latina, señaló a El Tiempo que «los pronunciamientos sobre este tema han sido, en realidad, muy superficiales».
En su ambigüedad, Trump hizo énfasis en los efectos de la migración venezolana hacia Estados Unidos, y se hizo eco de la estigmatización de los venezolanos como supuestos delincuentes, mencionando al Tren de Aragua.
Precisamente, las declaraciones de la PUD estuvieron dirigidas a resaltar este componente del discurso del hoy presidente electo de EE.UU. Después de felicitarlo por los resultados del 5 de noviembre y ratificar el deseo de Machado y González Urrutia de que el próximo gobierno estadounidense apoye la «transición pacífica» (pseudómino de golpe de Estado), la coalición opositora destacó:
«En Estados Unidos más de 545 mil venezolanos migrantes, que huyeron de la crisis en nuestro país, hacen vida y construyen cada día con su trabajo un mejor futuro para ellos, sus familias y para la nación que les dio la bienvenida. Es necesario que sigan y se profundicen las políticas que permitan su integración y protección».
El matiz migratorio de la PUD es de importancia y dibuja un escenario laberíntico para la oposición en general, en sus distintas corrientes y expresiones organizativas, con respecto a Trump.
Se ha comprobado la relación de causalidad entre el recrudecimiento de las sanciones de EE.UU. y la intensificación del flujo migratorio desde Venezuela, un factor que implica una calle ciega para el sector extremista que promueve agresiones económicas. Al hacerlo, estarían también estimulando la salida de venezolanos del país en un contexto restrictivo y amenazante con respecto a la migración reinaugurado por Trump, que ha prometido operativos de deportaciones masivas en más de una oportunidad.
Por otro lado, enfatizar públicamente la cercanía con el republicano traería consecuencias políticas negativas para la oposición de cara al deterioro de las condiciones de los migrantes venezolanos en EE.UU. Esto es lo que subyace a la digresión de la PUD, que pareciera querer evitarse correr con un costo político y reputacional que no preocupa mucho a Machado.
Ante el abismo, mirar con incertidumbre
Además de lo comentado anteriormente, no todos en el universo antichavista piensan lo mismo sobre el presidente electo estadounidense. Al laberinto con respecto al binomio sanciones-migración, se agrega un clima de fragmentación de criterios en ciernes.
En el otro lado más moderado del espectro opositor, al que tampoco le hace ruido un cambio de régimen y tiene un historial de apoyo a conspiraciones y medidas económicas impulsadas por Washington, parece anticiparse que el regreso a una estrategia agresiva contra Venezuela, carente de canales de negociación y acuerdos, los perjudicaría como fuerza política.
En esta corriente se encuentra Henrique Capriles, quien también se pronunció en redes sociales sobre la victoria de Trump refiriéndose indirectamente a las sanciones y en clara oposición al tono celebratorio marcado por Machado y González Urrutia. Ahí destacó que «ninguna medida que debilite el tejido social de los venezolanos será exitosa», y señaló la necesidad de «una nueva etapa de relaciones en la que la negociación avance».
Los enfrentamientos internos en Primero Justicia, que hicieron a Capriles renunciar a la junta directiva, son representativos de las consecuencias de haber abandonado los canales de diálogo y, en cambio, seguir la estrategia de presiones económicas y desconocimiento institucional encabezada por la responsable de Vente Venezuela.
A su vez el gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales, otro actor político de la oposición que desde los resultados del 28 de julio se ha desvinculado de la agenda de María Corina Machado, se limitó a felicitar la elección de Donald Trump sin emitir ningún comentario adicional.
Las posiciones encontradas dentro de la oposición respecto a sus expectativas sobre la dirección que tomará la política exterior del gobierno estadounidense en los próximos cuatro años también ponen de manifiesto las divisiones preexistentes, en un entorno ya crítico para ese sector: una dirigencia disgregada ante la estrategia de un Guaidó 2.0 con Edmundo González, sin un rumbo político definido para el 10 de enero de 2025 ni para el cronograma electoral de ese año, y sin siquiera tener certeza de si María Corina Machado se encuentra dentro de las fronteras del país.
Fuente: https://misionverdad.com/venezuela/empieza-el-laberinto-politico-del-antichavismo-con-donald-trump