Por Fernando «El Perro» Gil
La emblemática frase de Aparicio Saravia («Hay orden de no aflojar»), con la que arengaba en el frente de batalla, fue objeto de mucho debate cuando tras el fallecimiento de Jorge Larrañaga, se pintó en la sede de la Zona Operacional V de la Jefatura de Policía de Montevideo. Hoy parece ser que la orden sería otra, de confirmarse lo que estampó un jerarca -hoy destituido y preso- de la Jefatura de Policía de Maldonado, tras una escucha telefónica que lo implicaba en delitos de abuso de funciones entre otros. La cuestión es que, tras la comparecencia del Ministro del Interior a la Comisión de Seguridad y Convivencia del Senado, fue consultado sobre el punto y desmintió tal directiva. Sin embargo, son muchas las cuestiones que ponen en duda -una vez más- los datos de delitos recientemente divulgados. A la comparación con FUNDAPRO y las toneladas de droga que siguen pasando por el puerto de Montevideo, se le sumaron las interrogantes emitidas por los miembros de la comisión entre las que el malestar de la DEA y la policía española son sólo algunas. Si bien el Ministro esbozó algunas respuestas, ninguna contó con el aval documental que diera por contestadas plenamente las mismas. El compromiso de seguir aportando información quedó plasmado, aunque a estar por los antecedentes del hoy titular de la cartera de Interior en su paso por el MTOP, las dudas tienen base y fundamento para seguir siendo dudas. La cuestión es clara: ¿hay orden de NO registrar denuncias?…
Bajaron los delitos
Antes de comparecer en la Comisión, el Ministerio del Interior divulgó las cifras de delitos correspondientes al primer semestre del año en curso. Y lo hizo -fiel a su estilo- con toda la parafernalia de arrogarse la hazañosa baja de los delitos sin otro fundamento que el cambio de autoridades y el respaldo a la Policía; con la misma fuerza policial, salvo las cúpulas, que llegaron con viejos libretos y absolutamente desconociendo los avances tecnológicos dejados por la administración frenteamplista. A tal punto que cobró notoriedad la expresión de uno de los nuevos Jefes de Policía reclamando por «el cuaderno de novedades», en tiempos donde el registro de denuncias es todo digital… o al menos lo era.
Es absolutamente inverosímil aceptar que la baja de los delitos se fundamenta en la mera acción policial de la misma fuerza que estuvo hasta hace muy poco bajo otro mando, salvo que se piense en un retaceo operativo promovido expresamente. No alcanza el tiempo de gestión que lleva esta administración, para atribuirse resultados como los difundidos, en un período tan exiguo, y sin más explicaciones que un envión anímico (porque, por ejemplo, los salarios lejos de aumentar, decrecieron). Desconociendo -además y en forma absoluta- un escenario de pandemia que trajo, (en todo el mundo), una reducción de la actividad criminal que acompañó la merma de la actividad social legalmente admitida.
Se expresó, por parte del Ministro, que la oposición reclamó por la baja de la movilidad para hacer frente a la pandemia, pero, al mismo tiempo, se argumenta que la causante principal de la baja de los delitos es precisamente la menor movilidad social provocada por la pandemia, con lo cual intenta plantear una inconsistencia argumental manifiesta de quienes le critican. Sin embargo, no se puede ser tan lineal y dejar de reconocer que hay -todavía- una notoria baja de la movilidad social que afecta el comportamiento del delito. Y basado en algo que las mismas estadísticas que elaboró siempre con absoluta independencia el Observatorio, demuestran.
Basta repasar estadísticas pasadas para ver los horarios de ocurrencia de la mayor cantidad de delitos y esos son los horarios comprendidos entre las 14:00 y las 06:00 (en 2018, el 44,5% de los homicidios, ocurrió entre las 22:00 y las 06:00, mientras que entre las 14:00 y las 22:00, fue del 34,4%; las rapiñas tuvieron el pico máximo entre las 21 y las 24 horas; en 2019, el porcentaje bajó al 33% en la madrugada mientras que en el tramo comprendido entre las 14:00 y las 22:00 fue del 44% de los homicidios cometidos). Horarios donde notoriamente la actividad hoy es menor (no hay espectáculos públicos masivos, no hay fútbol con espectadores, los locales gastronómicos cuentan con horario nocturno acotado por la pandemia, etc). Entonces, con ese panorama, despreciar los efectos producidos por el Covid-19, es menospreciar la capacidad e inteligencia de los uruguayos.
Fuente imagen: Ministerio del Interior
En esa dualidad discursiva de la que hacen gala muchos representantes del gobierno, asumen solo la parte que les conviene, pero olvidan dar detalles de toda la película. Si a esa baja notoria de la movilidad social en horario donde las estadísticas registraron un alto componente de delitos, se le suma el teletrabajo en muchos sectores de actividad laboral, (en los públicos fue cuasi total), que determinó que muchos trabajadores estuvieran más tiempo en sus hogares, se aprecia una drástica reducción de la movilidad de muchos trabajadores que quedaron en sus hogares, reduciendo las oportunidades de hurto de fincas. También esa baja de la movilidad los expuso mucho menos en las calles (principal escenario donde ocurren las rapiñas), pujando a la baja también en ese delito. En el caso de la violencia doméstica es igual, pero más grave y preocupante. ¿Quién se anima a denunciar cuando el enemigo está bajo el mismo techo todo el tiempo? Por si fuera poco, se atrevió a mostrarse un dato que está absolutamente en duda tras las infelices escuchas telefónicas del ex Coordinador Ejecutivo de Maldonado, dando directivas para no registrar dos abigeatos «porque si no, a fin de año, nos matan con las cifras». Y hay más razones que explicarían la baja de delitos.
En efecto, se le consultó en la comparecencia sobre el uso de las tablets para recabar denuncias. Siendo que hay muchos ciudadanos que han reportado delitos y que se los conmina a concurrir a una seccional para denunciarlos.
Algo que notoriamente desestimula la denuncia y empuja a la baja de las cifras. Se contestó que lejos de ello hay más en la calle e incluso en los patrulleros – estos ya contaban con las mismas, por lo que no es ninguna novedad- además, en el orden del 30% de las denuncias ingresaban por esa vía. Es decir, que había una mayor accesibilidad a denunciar los delitos en el lugar mismo de los hechos, sin tener que trasladarse a una seccional y sin importar la cuantía de lo sustraído, la idea era registrar todo para poder confeccionar los mapas de calor que organizarían la operativa policial posterior. Ese dato, de cuántas denuncias se ingresan por las tablets hoy, es crucial para conocer si realmente se siguen usando o no, porque no registrar denuncias también es una forma de bajar los delitos. No alcanza con que estén disponibles si hay orden de no usarlas.
Pero hay más…
Como si no fuera suficiente para preguntarnos sobre la realidad de la conducta criminal actual, se precarizó el registro con la eliminación de los becarios en muchas seccionales. Estudiantes que modernizaron la atención al público de forma ágil y eficiente, mejorando los tiempos de atención y el ingreso de la información al sistema de información policial (SGSP – Sistema de Gestión de Seguridad Pública). Con su eliminación volvieron a ocupar ese lugar policías que fueron retirados de la tarea ejecutiva para dedicarlos a tareas administrativas. Un paso atrás que no se justifica salvo que realmente sea cierto que bajaron los delitos y no se los necesite en el territorio, patrullando.
Algo que no es lo que parece en muchos barrios no solo de Montevideo sino del resto del país, donde los reclamos por mayor patrullaje son notorios y donde los delitos siguen afectando a los vecinos, trabajadores, jubilados y estudiantes.
Lo que sí parece ajustarse a la realidad es que los delitos desaparecieron de los noticieros y de las pantallas de TV.
Parecido no es lo mismo
Durante la comparecencia se habló de los homicidios y se manejaron cifras dispares que hicieron referencia a una especie de «FUNDAPRO frenteamplista», algo que dista mucho de ser correcto. Mientras el Ministerio cerró el semestre con 131 homicidios, la oposición hizo referencia a un trabajo de una consultora de medios (Global News) que reporta los homicidios difundidos en noticias de prensa a nivel nacional, reportando un total de 151 casos para este semestre de 2021.
Las comparaciones son odiosas y más cuando las diferencias de criterios son abismales. FUNDAPRO no usaba los criterios que sí utilizan quienes llevan el registro hoy y que son los mismos que utiliza el Observatorio del Ministerio del Interior. Algo que no hacía aquella organización colorada que contaba como homicidio los casos de delincuentes abatidos por la policía en cumplimiento de la ley, por ejemplo.
Es cierto que, al no tener acceso al sistema de información policial, es imposible hacer un correcto y exhaustivo seguimiento y solo se puede recurrir a lo que se publica en los medios (que por cierto han mermado notoriamente la importancia que dan a la crónica roja hoy día, dificultando más aún el control y seguimiento del tema).
Hoy es notorio que hay menos celo en cubrir los delitos, incluidos los homicidios. Se han dado casos como el homicidio de un masculino que fue advertido entre los fallecidos por el Covid-19… claro que llamó la atención el disparo de arma de fuego que tenía en el pecho quien estaba reportado entre las víctimas de la pandemia. Dato que no apareció en los eventos policiales, sino que se coló entre los correspondientes a información sobre coronavirus. Casos aislados -como el del ex coordinador de la Jefatura de Maldonado, o el del actual Jefe de San José: «Yo soy el que digo lo que se publica y lo que no se publica», según reportó El País en nota hace tiempo- que instalan la duda razonable de si en verdad son fruto del error, del accionar inescrupuloso de malos policías, o hay una verdadera instrucción de no registrar delitos para generar esta sensación de seguridad que tratan de representar en números.
Se argumentó que el Observatorio sigue integrado por los mismos funcionarios que vienen de la gestión frenteamplista, como si las dudas planteadas tuvieran como destinatario el trabajo del mismo. Nada más alejado de la realidad, una realidad que bien conocemos por haber estado allí. El Observatorio trabaja sobre las denuncias que se ingresan al SGSP, si hay orden o desidia funcional, o como se le quiera llamar, para no registrar eventos, el trabajo del Observatorio reflejará indefectiblemente una realidad que no es tal por cuanto no representa verdaderamente lo que ocurre en la realidad. Algo tan simple como difícil de creer que no lo entiendan.
Ahora se habla de la conformación de una especie de GACH en seguridad integrado por académicos y expertos en seguridad, si sus recomendaciones son tenidas en cuenta, será una excelente iniciativa, pero si repite lo actuado en materia sanitaria, sufriremos los efectos de igual manera por más diagnóstico o recomendación que haga.
Que la seguridad debiera ser una política de Estado no hay dos opiniones, se intentó en gobiernos anteriores (hubo hasta un acuerdo multipartidario durante el gobierno de Mujica, que se cumplió en su totalidad pese al abandono de la oposición de entonces, hoy en el gobierno). Datos que todavía pueden verse en la web de la cartera. Para lograrlo hay que tener ganas de dialogar sin engaños y sin hacer del punto una cuestión puramente electoralista porque a la larga la realidad será la que determine si realmente hubo o no mejora en la seguridad de los uruguayos.
Hoy el escenario de pandemia está en franca retirada y la vieja normalidad nos pondrá en plena actividad más temprano o más tarde. En ese escenario será posible medir los resultados de forma equilibrada y poder comparar si realmente los delitos bajaron o fue solo una sensación térmica de la que tanto hablaron antes. Hoy están al frente, y empiezan a sufrir las mismas problemáticas que tanto criticaban al punto del agravio, sin que reciban -en cambio- igual tratamiento de parte de una oposición que sigue tendiendo la mano para construir políticas públicas.
Si no se entiende que la seguridad es una cuestión de todos, seguiremos teniendo los mismos resultados porque ni la varita mágica (ni la goma de borrar), alcanzan para bajar realmente los delitos que sufre la gente.
el hombre leía un dato,
el perro olfateaba un registro…