A partir de la publicación sobre fines de la semana pasada del Banco Central sobre la marcha relativa de la actividad económica durante el segundo trimestre del año, el Instituto Cuesta Duarte dio a conocer su tradicional informe sobre actividad económica del mencionado trimestre.
De acuerdo al mismo y a partir de la información divulgada, el reporte señala que la evolución del Producto Bruto Interno (PBI) da cuenta de una expansión del mismo del 7,7% respecto a igual trimestre del año anterior, así como de “1,1% respecto al trimestre inmediatamente anterior”.
Dicha variación “interanual de 7,7%”, explica el documento, “aporta poca información ya que la base de comparación está dada por el segundo trimestre de 2021, período en el cual todavía estaban vigentes un conjunto de restricciones a la movilidad y donde además se verificaron cifras récord en materia de muertes por coronavirus en nuestro país”.
En ese sentido se señala que “el crecimiento desestacionalizado en cambio, marca una leve aceleración en la tasa de expansión respecto al trimestre previo”.
Con respecto a lo que se prevé para el cierre del año el reporte del Cuesta Duarte detalla que “se espera que la economía crezca entre 4,5% y 5%”, que constituye “una tasa elevada para nuestro país”.
No obstante, se agrega, “parte del crecimiento esperado se explica por el efecto “rebote” respecto al primer semestre del año anterior, una base particularmente baja. En los años siguientes, las tasas de crecimiento se ubicarían en porcentajes más cercanos a la media histórica nacional, del entorno del 2,5% o 3% anual”.
Para el Instituto, si bien es posible “avizorar algunas luces amarillas que podrían amenazar a continuidad del crecimiento, una de las principales debilidades del proceso de recuperación económica es la desigualdad que lo caracteriza”.
Ello es visible “tanto en materia de sectores de actividad como en cuanto a componentes de la demanda” donde, “se observa una heterogeneidad importante en el crecimiento”.
De igual forma se señala que “la distribución de los frutos del crecimiento ha sido sumamente desigual, con sectores que han acumulado importantes ganancias mientras que, en promedio, los asalariados todavía no volvieron a los niveles de poder de compra que tenían en 2019”.
La situación, aclara el texto, “lleva a que coexistan visiones muy diferentes en cuanto a la marcha de la economía”, existiendo aquella de “quienes se han beneficiado claramente del proceso de recuperación; y por el otro, la de las grandes mayorías, que vieron disminuido su nivel de bienestar económico y se les hace cada vez más largo el retorno a los niveles anteriores”.
En la vida cotidiana de los ciudadanos el comportamiento de la economía representa “un cambio relevante en las condiciones de vida, lo que se expresa, entre otros, por la evolución de los indicadores de pobreza”.
En sus proyecciones para el año actual, el reporte señala que “se espera un crecimiento medio del entorno del 4,7%”, que sería “una tasa algo superior a la del año previo y que seguramente sea levemente corregida al alza de la mano de los datos del segundo trimestre de 2022”.
A partir de dicho escenario, se añade, “en el plano distributivo se observará una nueva disminución del peso de la masa salarial en el producto en la medida en que el crecimiento del empleo (2,5% según las proyecciones del gobierno) en un marco de salarios reales prácticamente constantes, crecerá en menor medida que los ingresos generados totales”.
En clave comparativa respecto a la situación existente en 2019, el estudio detalla que “la economía uruguaya tiene un Producto Bruto Interno que, en el segundo trimestre de 2022, se ubica 3,8% por encima del nivel prepandemia, mientras que la masa salarial real se encuentra entre un 2,5% y un 3% por debajo de su nivel de 2019”.
“Esto indica”, subraya el texto que ponemos a disposición de nuestros lectores, “que el desempeño de la economía durante la crisis, y en particular en el período de recuperación, no ha afectado ni a todos los sectores ni a todas las personas por igual; y mientras algunos sectores se ubican muy por encima de los niveles previos a la pandemia, otros todavía están por debajo”.
“La desigualdad en el proceso de recuperación implica por un lado un traslado de ingresos de los sectores asalariados a otros sectores, a la vez que dificulta la recuperación de otros indicadores sociales que hacen a la calidad de vida de las personas como son los índices de pobreza”, se lee en el documento que concluye enfatizando que “el problema entonces se ubica no tanto en el desempeño de la economía en términos macro, sino en la modalidad del crecimiento y fundamentalmente en la distribución de sus frutos, donde se pueden visualizar claros ganadores y perdedores”.