Gonzalo Perera
La única galería comercial que tenía La Paloma a fines de los 70’s, ubicada entre un conocido hotel y casino, y la agencia de la “ONDA”, pasaba por la entrada de varios boliches referenciales en el balneario, por un cine, una sala de “maquinitas”, e incluía una disquería. En verano, ya entrando en la adolescencia, yo andaba por ahí, una calurosa tarde. Como rochense, reconocía que lo que sonaba en los parlantes de la disquería eran “Los Zucará”, el dúo formado por Julio Víctor González y Humberto Piñeiro que es parte de la identidad sonora de generaciones de estos lares. Un hombre de mediana edad, con evidente aspecto de turista y mucho más de oficinista que de militar, se acercó a la encargada del local y le hizo notar, con buenos modales, pero en un tono audible, que la música que estaba sonando “estaba prohibida” y que se lo decía para “evitarle que tuviera problemas”. Superada la sorpresa inicial, hasta yo me di cuenta de que el visitante estaba confundiendo a “Los Zucará” con “Los Olimareños” (prohibidos entonces), y cuando la encargada le aclaró su error, el turista se disculpó y se retiró. Nunca más olvidé esa escena, porque ahí vi cuál es el mayor éxito que puede alcanzar una política represiva: cuando las personas se auto reprimen o lo hacen entre sí, incluso aunque sea por “evitarle problemas” al otro. Cuando lo prohibido cala los huesos así, ya no se necesitan las “chanchitas”, los jeeps con encapuchados ni el despliegue de soldados con bayoneta calada: el miedo domina la escena y hace que las personas por sí mismas se controlen y ejerzan control de las demás.
Pocos años después tuve la ocasión de ver la otra cara de la moneda. Era el 1 de mayo de 1983 y la consigna era recuperar las calles, las voces y consignas, y comenzar a mostrar que la dictadura ya era débil. Mentiría si dijera que no tenía miedo. Lo que entonces eran mis patas flacas, temblaban cuando poco a poco me iba acercando por calles laterales al Palacio Legislativo, hasta que un inmenso mar de gente y carteles llenaron los 360 grados de visión. Y la consigna “Obreros y Estudiantes, Unidos y Adelante”, me arrancó las lágrimas en plena calle, por todo lo que significaba como mensaje de continuidad histórica de la lucha popular en el Uruguay. Pero una de las cosas que más me llamó la atención fue la ostentosa presencia del aparato represivo en los tejados cercanos, sacando fotos, etc., en una actitud que básicamente más que documentar, apuntaba a hacerle sentir a la multitud “miren que están vigilados”. Multitud a la que le importó tres cuernos las fotos y los vigilantes y que hizo sentir que la dictadura se acababa, se hizo clamor al reclamar por amnistía, por los salarios, por las libertades conculcadas, por la educación pública. Ahí como suerte de reverso de la escena en la disquería, vi que cuando las personas perdieron el miedo, fundamentalmente por reunirse y de muchas flaquezas reunir una gran fuerza, no hay fotos, ni “tiras”, ni aparato represivo que te valga. El río de libertad estaba ya en sus nacientes y como el agua que baja de las sierras, podría demorar o tener que dar vueltas, pero ya nadie podría contenerla. Así fue, hubo que pasar todavía momentos muy duros, pero la dictadura tenía la suerte echada y se acabó.
Es de rigor homenajear con gran emoción hoy a organizadores, artistas, locutores, oradores y todo aquel que aportó su granito de arena para aquel histórico 1 de mayo de 1983. Una clara muestra de que la huelga general de 1973 no fue derrotada, sino que fue el primer gran gesto de resistencia que marcó la cancha, pues comenzó desde ese mismo momento a cimentar que persistiera, a pesar de las múltiples “tentaciones”, la adhesión de las clases trabajadoras al genuino movimiento sindical uruguayo ya fuera por el accionar clandestino de la CNT, como por el espacio legal que conquistó el PIT, hasta su fusión en el PIT-CNT.
Pero a la lucha y a los luchadores no se los homenajea con ditirambos, sino con más y mejor lucha.
Más cuando una vez más, esa suerte de manga de langostas que son las políticas del neoliberalismo asola nuestro pueblo.
Una semana atrás, nos focalizábamos en la lucha estudiantil y en defensa de la Educación Pública, tratando de no perder de vista el panorama general y la profunda unidad que es esencial a la lucha del campo popular. No hay una lucha de trabajadores, otra de estudiantes, otra de jubilados y pensionistas, otra de género, otra por la diversidad, otra ambiental. Si la lucha del campo popular se concibe como lo que debe ser, la expresión de rebeldía ante el poder, en su base material y en su expresión cultural-hegemónica, debe pensarse la lucha como un proceso único, que transcurre en todas las áreas imaginables: trabajadores, estudiantes, jubilados y pensionistas, género, diversidad, medio ambiente, etc. Nadie dice que sea fácil esa síntesis y despliegue; síntesis en identificar todas las luchas en la gran lucha y despliegue en atender todos los frentes sin descuidar ninguno, Pero sí decimos que es necesaria. También decimos que es la gran diferencia con versiones más recortadas o ingenuas, que hacen foco en un solo tema y prescinden de todos los demás, lo cual no debe ser motivo de condena a nadie, sino de sumarle, ganarle para la gran síntesis y despliegue. Por supuesto que la misma persona no puede dedicar mucho tiempo a todas las luchas. Por supuesto que es aceptable y más aún conveniente, que haya quien se instale más en una trinchera que en otra, porque el día tiene 24 horas para todos. Pero esa necesidad o conveniencia operativa y táctica, puede y debe estar acompasada por la visión de la gran unidad de la lucha popular como gestación de alternativas radicales, no de meros parches.
Llegamos al 1 de mayo, cuatro décadas después del 83, bajo una gran ofensiva de la derecha. Que tras mucho Gre-Gre, dijo “Goyo” y se animó a perpetrar un ataque gigantesco contra los derechos de los jubilados y pensionistas del Uruguay, con el Palacio Legislativo rodeado de gente que recordará a cada uno lo que hizo para sangrar a las clases populares, que de eso se trata. Derecha que ataca a los sindicatos, que ataca a la Educación Pública, que ataca a los derechos de género. Es frente a esos ataques que este 1 de mayo deber ser una nueva expresión de convicción popular de que se va a acabar, de que hay que reclamar fuerte y claro, que nada hay que temer si estamos juntos y unidos.
En aquel 1 de mayo enfrente teníamos al fascismo. Hoy, se nos amaga por aquí y por allá, pero al final, las posturas que el gobierno promueve, en casi nada difieren de lo que los neofascistas impulsan en Europa y América Latina. Si todos somos lo que hacemos, más que lo que decimos, lo que decanta de este gobierno no tiene nada que envidiar al gobierno italiano, o algunos actuales o pasados en la región: aspiración con turbina de recursos de los sectores populares para inflar las cuentas del malla oro, represión siempre que alguien ose desafiar el despojo.
Ningún pueblo es de bronce: hay momentos de aparente retroceso, pero hay avances muy profundos bajo superficie, en una suerte de nado en apnea, por tiempos prolongados. En el mismo Uruguay donde la música causaba miedo, todo el despliegue del aparato represivo no asustó al 1 de mayo del 83. En el Uruguay donde la publicidad vendió un inmenso despojo como cambio necesario, digamos nosotros cuáles son los cambios que las clases populares necesitan. La agenda del pelotón, y adiós al malla oro.
Foto de portada:
Concentración del PIT-CNT por paro general durante la votación de la reforma jubilatoria en la Cámara de Diputados del Palacio Legislativo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.