Por Gonzalo Perera
Como todo quien se estrenó como ciudadano en Montevideo, a mí me llamó muchísimo la atención el despliegue de las mesas del juego de “La Mosqueta” en las jornadas electorales, al particular amparo legal de dicho día y que mediante rápidas maniobras manuales, libraba de muchas penas aplicables, como la de clara estafa, en cualquier otro día. Si estaba aquí o estaba allá la ficha, en el vertiginoso movimiento de manos quedaba eludido con la audaz apuesta de algún coaligado (al estafador) que ganaba “mágicamente” grandes sumas e impulsaba a apostar a muchos incautos, que perdían sus muchas módicas apuestas, uno tras otro, dando así rentabilidad al engaño.
Cualquier coincidencia con la realidad, es aplicación de una misma lógica.
Para empezar, un claro legado de la legislación nacional – en los papeles al menos y tanto como era posible- de la pureza del acto electoral, es la particular protección de la jornada de votación, donde salvo “in fraganti” delito, no se puede detener. Obviamente, “campana” mediante, resulta en un germinador de vivos y de los otros, sobre la base de varias maniobras muy evidentes, para dejar la gran ganancia a los primeros.
La base de la mosqueta es dónde está la verdad oculta (pelotita, para el caso) y no revelar jamás dónde está el “nudo gordiano”, respondiendo a razones muy mosqueteras.
A veces, los presupuestos se manejan como una suerte mosqueta extemporánea, fuera de jornada electoral. Pero sin romper con algunos esquemas básicos: aturdir por distracción y con algún “vivo” que ayuda a distraer,
Porque vaya si es mosqueta adjudicar todo problema, como una suerte de letanía, a la supuesta “herencia maldita” que en la realidad “pura y dura” dejó: máximo nivel de reservas, recuperación de salarios y jubilaciones por encima de la inflación, cobertura universal de salud, cobertura previsional de sectores muy postergados (domésticas y rurales), tratamiento desde la Oficina de Planteamiento y Presupuesto igualitario de todas las Intendencias Departamentales (fueran gobernadas por quien fuera), plataformas educativas en línea de acceso universal y un muy largo etc.
Si esa es una “herencia maldita”, cabe preguntarse qué gobierno no desea semejante “maldición”, vale decir.
Si sólo una de esas virtudes se cumplen ahora por el gobierno más pequeño de la historia, en el que sus propios votos no alcanzan un tercio y por ende, le debe el alma al mejor postor, que alguien se levante y diga.
Si no es así, que deje que se levanten los votos de los reales dueños del gobierno, que son sus socios colorinches, que poco a poco le cobran la factura y le muestran a quien pretendía manejar las perillas, que los dueños de la consola, son otros.
Luis Lacalle Pou logró una maravilla: ganó la presidencia, para gobernar por interpósita persona. No manda él, sino Sanguinetti, Manini, hasta incluso el prófugo Talvi.
Este particular marco- quien gobierna en realidad gestiona disensos, pero no tiene ni siquiera la penúltima palabra- ha gestado situaciones extremas.
Los medios de comunicación de masas en el Uruguay reposan en muy pocas manos. Acotadas al menos parcialmente durante los gobiernos del Frente Amplio, se propone liberarlas a plenitud en la actual iniciativa de Ley de Medios, y por ende cierran una alianza de hierro entre gobierno y medios dominantes, al punto tal que algunas publicidades comerciales se parecen peligrosamente a la propaganda gubernamental.
Ese respaldo comunicacional hace posible “La Gran Mosqueta”. Juego donde sólo gana el que lo propone y nadie más, pues muestra lo que quiere que se vea y oculta todo lo contrario, levantando (con sus socios), las apuestas inocentes condenadas a la catástrofe.
Ejemplo paradigmático es la temática de Derechos Humanos. Es obvio que el ex comandante Guido Manini Ríos debe responder ante la Justicia y que se comprometió a ello, por lo cual si su palabra vale un mísero cobre, debe simplemente convencer a sus coaligados de votar su desafuero. Si no lo hace, ni su palabra, ni la de la yuxtaposición colorinche vale absolutamente nada, y es uno más de tantos “mosqueteros”.
Pero además, y mucho peor, nos esperan cinco años de desgobierno, donde una persona que ni siquiera tiene palabra, juega un rol decisivo en la coalición colorinche, a la que puede quebrar cualquier día, con el retiro de su apoyo, sacrificando algún cargo, como el ministerio a cargo de su señora esposa, por ejemplo, clara muestra de lo que significa el nepotismo en su versión colorinche.
Por cierto, que Manini enfrente la Justicia no lo hace un héroe, apenas lo libera de la muy fundada acusación de ser cobarde o un cómplice, pero hasta el momento, sus coaligados no saben si lo prefieren calladito o con derecho a la palabra.
Mientras esto se procesa, los medios y el gobierno tratan de hacer un real circo con actas del 2006, cuya trazabilidad termina en personal de dirección jurídica del Ministerio de Defensa Nacional (parte del cual vinculado directamente al actual gobierno), mientras que el ministro García, acusa directamente a los gobiernos del FA de no llevar el tema a la Justicia. Su prueba: lo que una abogada le remitió a otra ( políticamente afín al actual ministro). Su contraprueba: como en ningún gobierno anterior, todos los abominables torturadores y asesinos, informes más, informes menos, terminaron en cana. Su punto indefendible: sale a agitar estas “pruebas” cuando se considera el desafuero de Manini. Dejo a cargo del lector decidir si esto no es un ejercicio de “La Mosqueta” política. Punto.
En el Uruguay no hay “archivos García”. El ministro en cuestión, es apenas el primero bajo el cual se ejecuta personal militar en una base militar. Es el ministro en cuestión que, como mera sombra de su superior real (Manini), reclama más oficiales generales en el presupuesto, los del mismo rango que detuvieron y encarcelaron a Wilson Ferreira Aldunate ¿Le suena el nombre, ministro, y sus posiciones un 16 de junio de algún milenio atrás, que es su distancia mental a 1984?
Pero en la política, siempre hay “ juego de la mosqueta”. Llamar la atención sobre lo que no es, para disimular aquello que vergonzantemente es.
Entró al Parlamento la Ley de Presupuesto Quinquenal. Insólita. Más Generales y Coroneles para el Ministerio de Defensa Nacional ¿Para qué? ¿Para enfrentar al Brasil de Bolsonaro, acaso? Para empezar, es un “amigo” del actual gobierno, Para seguir, si no lo fuera, militarmente, sería cuestión de 24 horas o mucho menos, unos generales más o menos, ocupar el Uruguay ¿Para qué un gasto inútil si los hay, injustificable si los hay, ridículo si los hay, cuando se invoca al “ahorro”?
Si esto no es “mosqueta” con la “mosca”, con el dinero público del cual el actual presidente vivió casi toda su vida pública con escaso presentismo.
Vamos al otro extremo, la Educación Pública: Incremento solicitados por la Administración Nacional de la Enseñanza Pública (ANEP) 16,7% de satisfacción (del orden de la inflación del un año), que seguramente en un quinquenio paupericen la ANEP, incrementos solicitados por la Universidad de la República 0% de satisfacción, una agresión insólita y completamente grosera, que mucho se parece a una condena de muerte.
Entre la mosqueta sobre las responsabilidades en materia de Derechos Humanos y la mosqueta con la “mosca”, es claro lo que nos espera.
Se viene un quinquenio de mucha mosqueta y particularmente con “la mosca”, querido lector. Será cuestión de recordar y convencer que es burda estafa, con cómplices que la alientan, pero que nunca jamás conducen a la felicidad popular.