Hay tres aspectos centrales de la multitud a destacar de este 8M: la enorme magnitud de la movilización, la unidad en que se logró realizar y el carácter popular de los reclamos planteados.
La magnitud que alcanza la lucha social siempre es relevante y hay determinados niveles de masividad que implican un cambio en la calidad. La marcha en Montevideo fue enorme, se extendió desde Plaza del Entrevero hasta la Universidad. Cientos de miles. Una marcha que se construye a sí misma, con oleadas que se integran en el camino, que van ensanchando el enorme río de compromiso y rebeldía. Las propias convocantes le llaman “la marea violeta”. Es una forma bien gráfica de definirla, tiene mucho de marea.
Hubo cientos de actividades preparatorias, en los barrios de Montevideo y en ciudades y localidades del interior del país y más de 40 movilizaciones en los 19 departamentos.
El 8M es uno de los días de mayor movilización en Uruguay y eso es mucho decir. Además, esa magnitud, tiene el gran mérito de la permanencia. El 8M es una fecha de una enorme densidad histórica, popular, es una fecha poderosa. Desde hace más de 100 años se conmemora, reivindica, la lucha heroica de las mujeres trabajadoras, de las obreras, por sus derechos. Obreras que en EEUU fueron reprimidas y asesinadas.
Tuvo a lo largo de este más de un siglo distintos momentos. A partir de 2015, en el mundo entero, arropada por millones de mujeres y por la lucha feminista y popular, la fecha se tornó nuevamente masiva, volvió a su escenario natural, las calles. Y eso no solo no ha disminuido, se ha sostenido y acrecentado.
Hay que magnificar en toda su importancia un fenómeno social de expresión de masas como este, en el mundo entero y en Uruguay.
El segundo elemento, que obviamente es condición necesaria para que se cumpla el primero, es la realización unitaria de la marcha. Hubo muchas consignas, casi tantas como manifestantes; distintas maneras de organizarse y participar, desde las múltiples formas que asumen los feminismos, las organizaciones sociales y populares y hasta de manera individual.
Pero toda esa diversidad, que también hace a la masividad del movimiento, se expresó en unidad, en una sola marcha, leyendo juntas sus proclamas. ¿Qué hubo diferencias? Claro. Es imposible que no las haya en una movilización de esta magnitud y calado social. Pero las organizaciones feministas, de mujeres, sindicales y sociales, lograron que la nota predominante fuera la unidad.
Esto no es común, ni en nuestro continente, ni en el mundo. Por eso hay que resaltarlo, valorarlo y cuidarlo.
El tercer elemento que destacamos es el carácter popular de los reclamos. “Lucha feminista contra el hambre y la opresión”, decía la consigna que presidió la marcha.
El PIT-CNT, que se sumó a la convocatoria mundial del Paro de Mujeres, le aportó, desde la militancia de las mujeres trabajadoras su perspectiva: “Feminismo de clase, anti racista y anti capitalista”.
La enorme marcha en Montevideo fue encabezada por las mujeres que sostienen con su esfuerzo y su dignidad las Ollas Populares. La coincidencia de todas las organizaciones feministas, de mujeres, sociales, colectivos y coordinaciones para que esto fuera así, es toda una señal del compromiso y de la sensibilidad de las mujeres uruguayas.
Es un mensaje claro, ninguna bandera se baja, ninguna reivindicación se subestima, pero este año entendieron necesario resaltar el compromiso con una de las caras más dramáticas de la desigualdad en Uruguay: el hambre. El hambre que golpea especialmente a las mujeres, las niñas y los niños. El hambre y la pobreza, compañeras inseparables provocadas por la desigualdad, la exclusión social y la explotación.
Además, quisieron, todas, expresar su solidaridad con las mujeres que sostienen las Ollas Populares, atacadas y perseguidas por el gobierno y las clases dominantes.
La confluencia de estos tres factores hace más poderosa a una fecha que ya lo es.
Los feminismos, el movimiento de mujeres, la inserción más amplia de las mujeres en las luchas y organizaciones populares, tienen muchas reivindicaciones, distintos énfasis, distintas referencias desde donde construyen su identidad.
Las une el rechazo común a las prácticas históricas de opresión y exclusión, la violencia machista, con su expresión más dramática y brutal: los femicidios. Pero también, como lo volvió a demostrar este 8M en Uruguay, hay una identidad común, compleja, contradictoria, pero clara, que incorpora las demandas por la igualdad en el salario, en la representación social y política, el reclamo de que se les reconozca el enorme esfuerzo de trabajo no remunerado en el hogar y en la sociedad, la defensa de la naturaleza.
Ellas expresaron sus reclamos, en las proclamas leídas, de la Plataforma 8M y de la Coordinadora de Feminismos, en la conferencia de prensa de la Secretaría de Género del PIT-CNT, en las miles de pintadas y pancartas, y hasta en los cuerpos.
En este punto se hace necesario reiterar conceptos ya expresados, que mantienen vigencia porque las operaciones contra el 8M, los feminismos y la lucha de las mujeres se mantienen. Decíamos hace dos años que el poder, que tiene en el patriarcado y la violencia machista un reducto que durante centurias fue central en la instrumentación, naturalización y sostenimiento de sus privilegios, ha desatado y mantiene una campaña de estigmatización y desprestigio contra los feminismos. Una expresión de ello es el invento de la llamada “ideología de género”. Esa campaña, que es tan añeja como el patriarcado y el machismo, tiene siempre un caballito de batalla: la denuncia de la politización del movimiento.
Según estas encendidas y ofendidas diatribas el movimiento de mujeres no debe radicalizarse y debe ser “puro”, sin la contaminación de “la política”. Una vez más, voceras de la derecha y de las clases dominantes, salieron a denunciar “la politización” de la marcha y a decir que no iban porque no se sienten representadas.
Cientos de miles de mujeres que se movilizaron, en todo el país, dieron la mejor respuesta a esa tragicómica denuncia de falta de representatividad de la marcha.
Igualmente es necesario responder con orgullo: el 8M es un día político, lo fue siempre y lo será en el futuro. Es un día de cuestionamiento del poder, en sus diversas formas y de denuncia de la violencia machista, de los femicidios, de los cuidados que se recargan sobre las mujeres y no son remunerados, de la injusticia de que las mujeres cobren menos salario por el mismo trabajo, del acoso, de la discriminación. Eso es político, claramente lo es.
Y por supuesto que también tiene un contenido de clase. Vale decir, tiene un contenido de clase la reivindicación de un feminismo comprometido contra la explotación, contra todas las opresiones, contra la desigualdad y también tienen un contenido de clase, opuesto, a las manifestaciones que cuestionan ese compromiso.
La lucha de las mujeres ha hecho mejor a la humanidad y lo está haciendo ahora. La conquista de derechos de las mujeres nos hace más libres a todos los seres humanos.
Hace más de 100 años, un lejano 8 de marzo, las obreras textiles en EEUU fueron con mucha dignidad a la huelga. Su reclamo era por igual trabajo igual salario, pero también por el derecho de los niños y niñas super explotadas y ya, hace más de un siglo, se sumaban a la lucha general de su clase y de la humanidad: exigían las 8 horas para todas y todos los trabajadores.
Unos años después, en la Rusia zarista, las obreras lucharon, heroicas, por la paz, por el pan, y por la libertad, para ellas y para todos, también en esta fecha y en homenaje a sus hermanas de clase de EEUU.
Luego, adquirió enorme relevancia en las luchas del feminismo y del movimiento de mujeres, el reclamo por el voto femenino. Enfrentando la represión y la incomprensión lucharon contra su exclusión de los derechos ciudadanos. Al hacerlo ensancharon el concepto restrictivo de democracia de las clases dominantes, que las dejaba afuera. Pero lejos de aislarse encabezaron la lucha más amplia por el sufragio universal, para que también votaran los pobres y los negros.
El 8M como fecha histórica y como expresión de la lucha feminista y del movimiento de mujeres siempre ha sido político y lo seguirá siendo.
La lucha feminista, como todas las luchas populares, adquiere más impacto transformador y también más densidad social cuando lo hace desde una mirada integradora de la lucha general de la humanidad por su emancipación.
Por eso este 8M día de lucha, día de reivindicaciones políticas y de clase, claro que sí, mostró la madurez del movimiento al colocar en el centro el hambre y la pobreza y la denuncia de una reforma jubilatoria que es un retroceso, porque generará más desigualdad para las mujeres.
Una gran movilización, con un enorme impacto, hay que lograr que se sienta, que perdure. 8M: Miles, rebeldes y unidas.