Por Gonzalo Perera
Para la inmensa mayoría de la Humanidad, Cuba es sinónimo de varios nombres, algunos que están entre nosotros y otros que se eternizaron en la memoria, como Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Fidel Castro, Raúl Castro, Ernesto “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos, Vilma Espin, Silvio Rodríguez, Chucho Valdés. Benny Moré, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Alicia Alonso y un muy largo etc.
Para quien anduvo por Cuba viviendo en una familia, trabajando, participando de la convivencia cotidiana, muy probablemente a la lista de nombres célebres se sumen otros, desconocidos para la inmensa mayoría, pero para uno muy asociados intelectual y afectivamente con “el verde caimán del Caribe”.
Para mí Cuba es todos los nombres célebres, pero también es Evelyn, Tania, Tatiana, Camila, Carlos, Ariadna, Walter, Jissie, Pablo y varios nombres más, algunos que están físicamente presentes y otros que son ya recuerdos imborrables.
Para mí Cuba no es una construcción intelectual o un concepto abstracto, es esas y muchas voces, rostros, vidas, que se desarrollan en los diversos barrios de La Habana, en Santiago, Holguín, Pinar del Río, Matanzas y en toda la isla. Sus vidas, sus sucesos e infortunios, sus alegrías y sinsabores, eso es básicamente Cuba para mí. Desde este punto de vista el bloqueo no es una inmundicia política y una ilegalidad flagrante, es sacarle a todas esas vidas las posibilidades de acceder a productos y servicios por la imposición de quien se auto-confiere el rol del custodio de la Tierra entera, contra la opinión de casi todo el planeta.
El próximo 26 de julio se cumplirán 68 años del asalto al cuartel Moncada, que por eventos fortuitos terminó en derrota militar y brutal represión por parte de la dictadura batistiana, pero que moral y políticamente comenzó a construir la victoria de la Revolución de los barbudos. Obviamente el 26 de julio es una de las fechas que uno identifica fuertemente con la Revolución Cubana, junto a algunas otras fechas notables.
Pero como los nombres, en una construcción popular heroica como lo es una Revolución, cada simple día es una victoria y es una fecha histórica. Cada día que se resiste al bloqueo, cada día que se superan las dificultades que el mismo genera, cada día que se resisten las operaciones y operetas montadas desde los Estados Unidos, cada día que se sigue pensando que Cuba hace lo que Cuba quiere, es un día de heroísmo. Porque obviamente es heroico enfrentarse en un campo de batalla para defender al pueblo cubano, pero también es heroico soportar que día tras día te priven de bienes y servicios, y que los mismísimos que lo hacen, pretendan “comerte la oreja” diciéndote que, si te rindes, entregas, entonces tendrás el oro y el moro. Y más heroico aún es soportarlo contestando siempre “No”. Por la inteligencia de darse cuenta de que quien te ofrece el paraíso tiene una inmensa parte de su población sumida en la pobreza más absoluta, sin acceso a vivienda, cobertura de salud, educación y seguridad, y que, por ende, tarde, mal y nunca puede prometer el Edén quien es indiferente ante tantas vidas en un cotidiano infierno. Pero además y sobre todo, por la dignidad, por el amor propio y a los demás, por no dejarse comprar porque lisa y llanamente, no se está en venta.
En estos días, fogoneados con una sincronicidad admirable por «influencers», twitteros, portales, medios hegemónicos, “artistas”, opinólogos, gobiernos que se cobijan bajo las alas del águila de cabeza rapada, se ha desatado una enorme campaña internacional para intentar (una vez más y van…) desestabilizar la Revolución cubana. Aunque uno ya tiene vista la película, es particularmente interesante el relato de algunos periodistas independientes presentes en Cuba, insospechables de comunismo, que han dicho claramente que hubo una protesta social, pero que la respuesta ante ella fue medida y que no tiene absolutamente nada que ver con “la represión masiva que lamentablemente es normal en América Latina”. Esta frase que la escuché y leí una y otra vez, instala las cosas en su sitio. Si de solidaridad con el derecho a la protesta se trata, y de denunciar represiones viene el asunto, cuántas declaraciones se deberían haber ganado Duque en Colombia, Piñera en Chile, Bolsonaro en Brasil, todos merecedores de un estruendoso silencio por parte de los muy sincronizados gestores del circo en torno a Cuba.
Nadie dice que en Cuba no haya dificultades ni que todo lo que esté mal en Cuba sea consecuencia directa del bloqueo. Nadie que haya convivido con los que día a día viven y hacen la Revolución afirmaría algo así. Ahora, sí corresponde decir varias cosas. Para empezar, que me digan qué pueblo se banca un bloqueo tan inmoral y prolongado como el que soporta Cuba, que agrede derechos de terceros países y que cada vez parece intentar apretar un poco más al pueblo cubano (a todas esas vidas y rostros). Para seguir, al presidente Biden, que catalogó a Cuba de “país fallido”, le preguntaría “por casa cómo andamos”, ya que en el país que gobierna hay millones de personas sin un médico que las atienda, sin alimento asegurado y millones de jóvenes para los cuales la educación mínima, básica, es inaccesible. En esos mismos rubros, en Cuba, no hay ningún caso. Tanto es así, que, pese al bloqueo, existe la capacidad de desarrollar no una, sino cinco vacunas contra el COVID-19, en un país de algo más de 11 millones de habitantes. Eso no se hace sin materia gris bien nutrida intelectual y materialmente. Al presidente Lacalle Pou y al canciller Bustillo hondamente preocupados por la situación en Cuba, les diría que no se inquieten, que en la isla la alimentación, la atención de salud y el acceso a la educación son derechos universales, que se preocupen más bien por los 400 mil uruguayos que pasan hambre, por las decenas de miles de gurises que se están cayendo del sistema educativo porque se cortan becas, programas de formación, apoyos para transporte, o porque la situación familiar obliga a dejar de estudiar y buscar alguna changa. Si a uno de esos 400 mil que pasa hambre en Uruguay, o de las decenas de miles que no pueden seguir estudiando, se les diera la posibilidad de vivir en Cuba… ¿qué se creen que elegirían? Y lo mismo vale para los millones que viven en la miseria gobernados por Biden.
Disculpe, querido lector, porque es evidente que estas palabras vienen con algo de rabia, de calentura. Pero si no fuera así, si no vinieran de las tripas, no serían fieles a lo que uno siente y piensa. Porque uno no odia, sino que ama. Ama a Cuba, a su cultura, sus tradiciones hermosas de siglos, sus talentos y también a tantas personas que sabe lo que han apretado sus dientes y cuánto los seguirán apretando para construir cada día SU Revolución. Ama a su amor, el que lleva a Cuba a siempre compartir lo que no le sobra, porque no es así que se mira el mundo desde la Cuba revolucionaria. Que de Cuba no salen misiles, ni tropas de ocupación: salen brigadas médicas, socorristas, ayuda humanitaria de todo tipo (aún hacia los propios EEUU cuando sufren alguna catástrofe). Por eso cuando se ataca, agravia y desprecia a lo que uno ama, se siente en las tripas. Genera rabia, obviamente, que nadie es de mármol, pero también la más absoluta solidaridad. Solidaridad que siempre debe ser concreta, como las 200 mil jeringas para contribuir con la vacunación, como se hizo este martes frente a la embajada de Montevideo.
Esta nota es, invocando a Silvio, “por quien merece amor”: por todos los rostros y nombres, los célebres y los otros, atesorados para siempre.
Enlaces con la cobertura del Portal de EL POPULAR de la concentración en la embajada de Cuba:
https://elpopular.uy/acto-de-solidaridad-con-cuba/
https://elpopular.uy/el-popular-en-la-calle-discurso-de-la-dra-yanina-dos-santos/