Gonzalo Perera
Hace 52 años se concretó en Uruguay un hito que, ya de partida, tenía características únicas en el mundo, y que, con el transcurso del tiempo, esa singularidad se ha acentuado aún más.
Se reunían en una misma organización política, con bandera, programa y reglamentaciones comunes, un conjunto de sectores políticos que incluían comunistas, socialistas, democristianos, anarquistas, grupos de batllistas, de nacionalistas, etc. Este sólo hecho, hacía del Frente Amplio un caso de estudio: para cualquier ciudadano del mundo, una coalición de semejante amplitud se hacía hasta difícil de creer. Pero, además, justamente, no se trata solamente de una coalición sino también de un movimiento, que a través de una densa red de comités de base generó no sólo espacios de participación sino de generación de identidad. De hecho, con el tiempo, grandes masas de uruguayos se irían definiendo como frenteamplistas, pero sin adhesión a ningún sector en particular, definiendo su voto en cada elección por circunstancias coyunturales, por el surgimiento de referentes carismáticos o diversas razones que hacían que, en dos elecciones distintas, la decisión pudiera ser diferente. Este fenómeno es riquísimo y también muy peculiar: los sectores no se disolvieron, siguieron existiendo, con sus matices propios, pero se sumergieron en la identidad frenteamplista, invocando el mismo programa y las mismas decisiones de los órganos de conducción del FA, en un acto de unidad tan profundo como sabio.
Naturalmente, nada tan rico surge por generación espontánea. Hubo un intenso trabajo previo, de gestación. Hay muy visibles hitos previos al menos desde 1962 y aún antes, y ese zurcido previo es objeto de estudio, reconocimiento, y genuina admiración. Pero nos parece de especial interés repasar el después del hito fundacional del 5 de febrero de 1971.
En un país convulsionado, con la feroz represión desatada por el entonces presidente Jorge Pacheco Areco cobrando vidas, con orientaciones económicas neoliberales dictadas desde USA instalándose en la región, el FA nació con una clara vocación antimperialista, latinoamericanista, liberadora, pacífica y de frontal oposición a la barbarie pachequista. La célebre frase del Gral. Líber Seregni “Paz para los Cambios, Cambios para la Paz” fue buena síntesis de esa postura transformadora, liberadora y pacificadora al mismo tiempo. Naturalmente, el FA molestó y mucho a la derecha, que lo reflejó incluso en varios actos de violencia política y en una sucia campaña basada en el miedo y los delirios fantasmales hacia lo que podría hacer un eventual gobierno del FA. Pero en el fondo de su pensamiento, quizás proyectando sus deseos, buena parte de la derecha consideraba que el FA no se sostendría en el tiempo y que, ante el primer tropezón importante, se fragmentaria en mil pedazos.
Aquí viene pues un segundo nivel de absoluta excepcionalidad de nuestro FA: su capacidad de enfrentar inmensas pruebas, desafíos y dificultades a lo largo del tiempo, sin perder su identidad. La más dura de todas las pruebas, obviamente, fue el enfrentamiento y resistencia a la dictadura que asoló nuestro país entre 1973 y 1984 y durante la cual el FA fue prohibido (“proscripto”, era el eufemismo de época) y ferozmente perseguido. Quien era reconocido como militante frenteamplista era reprimido sistemáticamente y una gran cantidad de compañeros pasó por la cárcel, la tortura, el exilio, incluso la muerte. Los prejuicios y obsesiones de los represores hicieron que la represión fuera particularmente dura con algunos, pero ningún frenteamplista se libró de algún grado de salvaje persecución. La derecha estaba convencida que, tras semejante tormento, no habría más FA, Pero cuando en 1982 la dictadura habilitó elecciones internas en los Partidos Nacional, Colorado y Unión Cívica, unos 70 mil votos en blanco indicaron a las claras que el FA seguía vivo, en las raíces misma del pueblo uruguayo. Ese extraordinario gesto fue el comienzo de la auto legalización del FA y la original coalición/movimiento salió de la dictadura mucho más fuerte aún, templada por los fuegos que debió atravesar.
Pero si esa fue sin duda la mayor y más dura prueba que debió superar el FA, no fue la única. Sin pretensión de exhaustividad, también hubo que superar que algún sector muy importante se fuera y no volviera, que algunos se fueran y volvieran, que otros que nunca se fueron pasaran por grandes crisis internas y un largo etc. Por si eso fuera poco, al llegar el momento de conducir el gobierno nacional y varios gobiernos departamentales, alcanzando logros muy importantes, las exigencias cotidianas de la gestión ocuparon a una gran cantidad de compañeras y compañeros, mientras que los comités de base, pese a que siguieron siendo vitales para la capilaridad y gran capacidad de respuesta de la militancia, quedaron de alguna manera por fuera de la vertiginosa dinámica cotidiana. Nuevamente, la derecha pensó que el revés electoral del 2019, tras una década y media de gobernar el país, harían trizas al FA.
La respuesta es que aquí estamos, con comités de bases activos, fermentales, con toda la vida orgánica del FA funcionando, con movidas muy revulsivas como la del “el FA te escucha”. Aquí estamos luchando, no por casualidad o milagro, sino por sentido de pertenencia y sobre todo, por la fuerza que da la Unidad. Y no hablamos aquí de la Unidad como una abstracción, sino como el motor de gestos muy concretos. Porque en Unidad, si, como es natural y humano, algún compañero pasa un momento fulero y siente que la energía se le agota, la fuerza y el afecto de los demás los sostendrán, ayudarán, lo harán “cargarse las pilas”. Porque en Unidad, debería ser posible que, en los actos más importante del FA, una sola persona (o muy pocas), hablaran en nombre de todo el FA. Porque las voces sectoriales son indispensables en la discusión interna, en el proceso de síntesis de las diversas visiones. Pero una vez que se establecen los denominadores comunes a todo el FA, las decisiones del FA como tal, una voz u unas pocas voces si se le quiere dar mayor variedad, alcanzan para expresarnos a todos. La Unidad Política de la izquierda es un principio rector y esencial para explicar la existencia, persistencia y resiliencia del FA. Pero se traduce en muchos hechos sencillos, de los que acabamos de mencionar un par de ejemplos.
Este 2023 debe ser un año de elaboración programática y acumulación política y social, entendiendo como siempre al “programa” no como un conjunto de consignas o un pulido texto técnico, sino como un conjunto de ideas fuerza acompañadas por la gente que está dispuesto a llevarlas adelante, a reclamarlas y defenderlas en las calles.
No se nos olvida que en aproximadamente 20 meses estaremos yendo a las urnas para elegir un nuevo gobierno. No es posible ignorar que muchas miradas ya apuntan hacia ahí y que los medios hegemónicos fogonean toda posible tensión que de ahí pueda surgir y sino, lisa y llanamente, la inventan. Como siempre jugamos en cancha embarrada, con viento y pendiente en contra. Pero siempre que pusimos nuestras energías en lo esencial, y no nos dejamos ni seducir ni doblegar por temas menores, fuimos capaces de remontar cualquier dificultad, y el breve repaso que hicimos da sobrada cuenta de ello.
Mirando a lo esencial pues, cumpliendo con el mandato de la rica historia del FA, debemos seguir sembrando Unidad, tarea siempre posible y necesaria ¡Que viva nuestro Frente Amplio!
Foto de portada:
Acto final de campaña nacional del Frente Amplio en el 2019. Foto: Nicolás Celaya /adhocFOTOS.