Marco Teruggi@Marco_Teruggi (*)
Trump volvió y lo hizo con todo: triunfo para la Casa Blanca, victoria en voto popular, mayoría en el Senado y tal vez también en la Cámara de Representantes. Un resultado soñado para quien un año atrás pasaba por los pasillos de tribunales frente a sus causas judiciales, y algún integrante de su partido Republicano todavía se animaba a hacerle frente en miras a estas presidenciales. Hoy no hay dudas: realizó un regreso por la puerta grande con ribetes hollywoodenses como intento de asesinato en plena campaña de por medio.
La dimensión de su victoria dejó perplejos a quienes esperaban una de las elecciones más reñidas de la historia de Estados Unidos, y largas horas de espera de los resultados con interminables conteos en estados bisagras. Nada de eso ocurrió: esos estados comenzaron a teñirse de rojo uno tras otro, en particular Pensilvania, clave en el ticket final. La velocidad en el anuncio del resultado graficó la contundencia del mismo que se expresa en los 292 votos ya conseguidos en el Colegio Electoral, faltan aún varios estados por contabilizar.
Por eso Trump festejó en plena madrugada en su bastión de West Palm Beach, en Florida, un estado pintado de rojo que también rechazó la enmienda por el derecho al aborto que se votaba allí como en otros nueve estados. Florida, antes swing state, es ahora un consolidado bastión republicano muy conservador cultural y políticamente, meca de las derechas más duras de América Latina.
La victoria o come back de Trump fue reconocida rápidamente por mandatarios como Emmanuel Macron de Francia, Pedro Sánchez de España, celebrada por otros como el presidente de la India, Narendra Modi, que felicitó a su «amigo Donald Trump», el presidente Javier Milei de Argentina con imágenes abrazado al republicano, o el expresidente brasileño Jair Bolsonaro quien se refirió al «resurgimiento de un verdadero guerrero».
El gobierno de Israel, por su parte, dio a conocer que el primer ministro Benjamín Netanyahu y Trump se comunicaron el miércoles telefónicamente, acordaron «cooperar para la seguridad de Israel» y conversaron acerca de la «amenaza iraní».
La gran derrota demócrata
Harris perdió el voto popular, algo que no le había ocurrido al partido demócrata desde 2004 cuando el entonces presidente George W. Bush le había ganado al candidato John Kerry. No solamente Trump le sacó ahora cerca de cinco millones de votos de diferencia, sino que la fuerza demócrata perdió alrededor de 15 millones de votos en comparación con 2020 con los números hasta ahora disponibles.
Visto en esa perspectiva, la victoria de Trump es inseparable de la dimensión de la derrota de un partido que llegó accidentado a las elecciones, con un recambio forzado de candidato presidencial a última hora por su baja popularidad y evidenciada incapacidad cognitiva, y la transición a paso acelerado de la poco sonada vicepresidenta a candidata presidencial Harris. El giro generó expectativas en su inicio, pero comenzó rápidamente a mostrar sus límites de competitividad electoral.
Harris asumió la candidatura y con ella los problemas de la administración. El intento de quitarse de encima las malas valoraciones arrastradas por el gobierno resultó ser una ingeniería imposible: Harris resultó ser la candidata del oficialismo en un contexto de baja aprobación y fuertes críticas en algunos sectores.
Una de esas críticas principales estuvo en la economía, en particular en la inflación, aunque haya tenido una desaceleración en los últimos meses, acumulando 2.4% interanual medido en septiembre. Esa valoración negativa, así como un recuerdo positivo de los años de Trump en esa materia, llevó a varios sectores, como parte de los latinos, a inclinarse por el republicano, una opción que podía percibirse en conversaciones callejeras en barrios latinos, y que se confirmó en las urnas, según la encuesta al pie de urna de NBC News que arrojó que 45% de los votantes apoyó al republicano, frente al 32% en 2020.
El malestar económico se ramificó en otros descontentos con Harris que alejaron a votantes: el relacionamiento del deterioro en los bolsillos con el apoyo económico y militar a las guerras de Ucrania y Oriente Medio, así como el rechazo a esos conflictos, en particular en el segundo, algo que se tradujo en grandes movilizaciones durante un año. Esto último generó una fuga de votantes, en particular jóvenes progresistas, árabe-estadounidenses, que forman parte de los millones que optaron por no votar a un partido que los defraudó.
Los intentos de la campaña de Harris por centrar el debate en su próximo gobierno, su historia de procedencia de la clase media, el derecho de las mujeres, la amenaza de Trump a la democracia y la necesidad de evitar «lo peor», no lograron compensar la mala valoración de un gobierno que termina derrotado.
Una fractura profunda
La elección reveló lo que se sabía: la profunda fractura de la sociedad estadounidense, donde más de 70 millones de electores volvieron a apostar por Trump, quien combina una discurso nacionalista, conservador, industrialista, con elementos por ejemplo explícitamente xenófobos o racistas. La otra parte, vencida en las urnas, no parece concebir cómo tantos estadounidenses hayan vuelto a apostar por que los designios de la presidencia queden bajo su mando.
Algunos datos sociales y etnográficos de la elección arrojan algunos indicadores más. Así, según NBC, Trump ganó con 59% entre los hombres blancos y 52% entre las mujeres blancas, mientras que solo obtuvo 20% entre hombres negros y 7% entre mujeres negras, una imagen prístina de uno de los cortes de la votación. Otro refiere a los ingresos: los más desfavorecidos, es decir con ingresos familiares menores a los 30.000 dólares anuales votaron en mayoría por Harris, los segmentos entre 30.000 y 100.000 por Trump, mientras que los más ricos por la demócrata.
Una primera conclusión al respecto es la permanencia del núcleo central de votantes de Trump: clases medias bajas, pauperizadas, en su mayoría blancas y masculinas. Se trata del sector que perdió con la globalización, al que Trump le promete un futuro que se encuentra en su memoria del pasado, similar, por ejemplo, a quienes votan Marine Le Pen en Francia.
El nuevo gobierno de Trump seguramente ampliará la fractura profunda de la cual él mismo es un emergente y catalizador. Aún debe conocerse cómo será su gabinete, los políticos en áreas claves, si Elon Musk, tan alabado por Trump, tendrá finalmente una parte del gobierno a su cargo, para así saber qué políticas implementará, cuánta distancia existirá entre las promesas de campañas y su gobierno.
Por el momento Estados Unidos, procesa la noticia que pone fin a meses de suspenso y campañas milmillonarias. El país votó y pronto comenzarán a verse las consecuencias dentro de las fronteras y en un mundo marcado por guerras, colisiones y reordenamientos de poder.
(*) Tomado de Público y Página 12
Los números
Donald Trump ganó las elecciones en EEUU, obtuvo 295 electores del Colegio Electoral, necesitaba 270, mientras Kamala Harris logró 226. Trump también ganó en el voto popular logrando 72.730.346 votos, el 50.9%, frente a los 68.066.147 de Harris, el 47.6%.
El Partido Republicano ratificó su mayoría en la Cámara de Representantes, 206 frente a 192 Demócratas, pero además logró también la mayoría en el Senado, 52 a 45.