Una ola entre los dedos

Gonzalo Perera

Para la gente de mi edad, llamada incluso “generación sándwich”, debido a que en realidad es un paquete de generaciones de todos aquellos que no votamos en 1971 pero votamos en 1984, hay varios hitos inolvidables, donde sin duda uno de ellos es el 1º de mayo de 1983. Cuando una inmensa multitud recordó qué significa en Uruguay el día internacional de los trabajadores, a pesar de aquellos personajes que se exhibían desde azoteas vigilantes, algunos ostentando sacar fotos a la multitud, como para recordar que “nos estaban mirando”.

Otra fecha, quizás menos recordada, es la del 24 de enero del 2002. Cuando el PIT-CNT, pocos meses antes de la hecatombe uruguaya y tras muy poco de la argentina, decidió marchar a Punta del Este, reclamando políticas muy diferentes y la renuncia del ministro Albero Bensión al frente del MEF. Pero el entonces Presidente de la República, el Dr. Jorge Batlle, decidió que tal marcha no podía molestar al turismo de Punta del Este. Unos 15 kilómetros de autos, una quincena de miles de uruguayos marcharon hasta algunos centenares de metros de la barrera social impuesta por el Dr. Batlle, recibiendo el apoyo de las multitudes locales y unos cuantos hermanos argentinos cacerola en mano. No hubo ningún incidente, pues frente a la provocación gubernamental, con centenares de efectivos de choque a apenas tres cuadras de la muchedumbre, el firme y consistente accionar de la central sindical, jamás “entró” en la trampa.

Por ese entonces yo vivía cerca de Avenida Giannatassio, y mi hija mayor era aún muy pequeña. Con ella, con los vecinos, tambores, carteles, nos acercamos al cantero de la Avenida y saludamos a los compañeros que venían de Montevideo u otros lugares. Y no sé que gritábamos, no sé que bandera enarbolábamos, no sé qué consigna era la que se había escrito en el pizarrón del barrio para saludar la patriada. Lo que estoy seguro es que los lagrimones surcaban mis rostro, la garganta se anudaba y el corazón se inflamaba con la adhesión a la movilización, pero además a la convicción de que a las nuevas generaciones correspondían otras reglas de juego, muy diferentes. Entendí que, más allá de la legitimidad electoral, no debe haber quien pueda ignorar las reivindicaciones de las inmensas mayorías populares y trabajadoras.

Ese día de enero, Juan Castillo condujo la oratoria a unos 300 metros de la represión preparada y hubo alguna provocación aislada, pero nada pasó. No podemos saber qué hubiera pasado si el en ese entonces ministro Bensión hubiera dado lugar a un jerarca menos fundamentalista y más político. Quizás nada, claro está, porque estructuralmente Uruguay estaba dinamitado y con mucha carga de la situación Argentina. Pero las soberbias declaraciones sobre la inmutabilidad de ministros y políticas, los uruguayos de cierta edad, ya sabemos que anticipan relevos. A menudo relevos de emergencia, como fue el caso en 2002, que el Oráculo Ernesto Talvi anunciaba desde un año atrás como de despegue para la economía uruguaya. Que si despegó nunca jamás encontró pista donde aterrizar y se hizo mil añicos, y ese “detalle”, el hoy Canciller no precisó adecuadamente en sus augurios.

¿Cómo le fue al ministro Alberto Bensión y al presidente Jorge Batlle después de ese episodio? Seis meses después, Bensión renunciaba en medio de la mayor debacle financiera del Uruguay no-dictatorial. ¿Hace falta recordar su impacto sobre su o nuestra familia? Con o sin papeles en regla, aluviones de uruguayos jóvenes y capaces se fueron a Europa, USA, Canadá, Australia, etc. Con todo respeto pero claridad, si el Canciller Talvi emprendiera hoy un “vuelta a casa” con esa generación, con cuya migración mucho tuvo que ver, precisaríamos no unos cuantos sino varios miles de vuelos repletos…

A mediados del 2002 el tan denostado PIT-CNT reprimido por Jorge Batlle, demostró tener razón. Voló Bensión, voló la plata depositada en los bancos de la familia Peirano, se entrampó al BROU para pagar las cuentas rotas y el 99% del Uruguay se sumió en la miseria.

Los trabajadores tenían razón, el presidente soberbio no, y mucha gente sufrió, o incluso murió, por ese ciego y soberbio desborde de ego.

Sin comparar, lo que ni los que dictadores ni Jorge Batlle supieron entender, es que al PIT-CNT, en el Uruguay, conviene escucharlo, caramba. Obviamente, puede haber discrepancias, pero hacer oídos sordos es estupidez certificada.

Hoy, ante una emergencia sanitaria que no ha cedido, sino que en todo caso se ha agravado, el PIT-CNT, con responsabilidad ejemplar, resolvió no hacer acto de masas y pedir la cadena nacional de medios de comunicación.

Por un exceso de soberbia, que parece ignorar la historia repasada, en un gesto imperial, el Dr. Lacalle negó la cadena a los trabajadores organizados del Uruguay.

En discusiones en redes sociales me observaron que no se le daba la cadena a otras organizaciones y respondí que si eso refería a las cámaras empresariales, dadas las políticas económicas esbozadas y el frecuente “lapsus” del ministro Uriarte que dice «nosotros” cuando se refiere al sector de los grandes agroexportadores, entonces obviamente por las cámaras ya habla el propio gobierno, qué embromar.

No comparo al actual presidente ni con la dictadura, más allá de algunos apoyos que recibió, ni con el muy persistente presidente electo en segunda vuelta, Dr. Jorge Batlle. Pero parece demasiado torpe negar la cadena nacional de radio-televisión al PIT-CNT el 1º de mayo. Hay quien piensa incluso que es provocación, y no encuentro refutación, salvo que la CNT, el PIT y el PIT-CNT, desde 1966 en adelante, dictaron clase sobre provocaciones, cómo no entrar en ellas y responder a la altura justa del provocador.

La más reconocida afición del Dr. Lacalle es la de practicar surf. Evidentemente aunque sea de forma intuitiva, algo de hidrodinámica, sabe. Para decir las cosas bien claras, y ante la perspectiva de la lejana oscuridad del 1983 y de la soberbia y hambruna del 2002, más allá de firuletes y cortes de olas, si se propone contener una ola con su mano, seguro que no serán sus dedos los vencedores.

El Dr. Lacalle, con una pandemia que cada vez maneja de manera más confusa, con la eventualidad (que nadie desea) de un posible empeoramiento de la situación sanitaria por su falta de decisión para enfrentar a las cámaras empresariales, luce en cambio un rostro duro e intransigente ante el PIT-CNT y su más que pertinente, absolutamente inobjetable y responsable solicitud de cadena de TV ante este 1º de mayo. Allá el gobierno y por quien optó, las cámaras empresariales, claramente. Ignorando las responsables propuestas de los trabajadores, de la Intersocial y del FA para atenuar el efecto social urgente de una pandemia que cada vez maneja peor, más ambigua y caóticamente.

En cambio, los trabajadores, como en 1983 y en el 2002, debemos aguzar la imaginación para demostrarle a quien le guste o no , que aquí está la histórica convocatoria de la central de trabajadores organizados.

Si alguien es el surfista aficionado que pretende parar una ola con su mano, la clase trabajadora es el viento, el océano y la ola, la que vence a la más linajuda mano que se le oponga.

Foto. Trabajadores y trabajadoras en Tacuarembó preparando el 1° de Mayo

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