Este 21 de setiembre el Partido Comunista de Uruguay (PCU) cumplirá 105 años. Como cada año es imprescindible intentar transmitir el acumulado político y humano que encierran.
Para esa tarea es importante partir de una mirada de perspectiva histórica. 105 años es mucho tiempo, en cualquier circunstancia, pero lo es mucho más en un país que está conmemorando los 200 años del inicio del proceso de independencia. Es cierto que el impacto de las ideas y de la lucha por ellas no se mide solamente en términos cronológicos, pero no es menos cierto que es un dato relevante que más de la mitad de la vida independiente del Uruguay tuvo al Partido Comunista como uno de sus protagonistas. En realidad, las luchas populares, y luego específicamente la de las y los trabajadores, acompañan la construcción de Uruguay como pueblo y como nación desde mucho antes de la independencia y el Partido Comunista es, en última instancia, una síntesis nueva del acumulado de esas luchas.
Por eso, sin atisbo alguno de sectarismo, porque la lucha de las y los comunistas fue y es parte del amplio torrente de luchas populares, obreras, estudiantiles, asumiendo eso con orgullo y claridad, hay que decir que no se puede explicar la historia del Uruguay y su conformación como sociedad, sin las luchas populares y, dentro de ellas, sin el aporte del Partido Comunista.
Esta afirmación es polémica, claro está, y apunta a confrontar ideológicamente con ese discurso largamente hegemónico de que hay partidos e ideas que serían algo así como parte primigenia de la patria y otras recién llegadas y advenedizas. Pues no, 105 años de historia del Partido Comunista, y muchos más de luchas populares, obreras y de la izquierda, demuestran lo contrario.
Para hablar de la historia del PCU es inevitable reiterar algunos conceptos ya expresados en otros años y otros editoriales; reafirmar algunos elementos centrales que hacen a la identidad de las y los comunistas y su Partido y a su trayectoria.
Lo primero, es decir, claro y fuerte, que estos 105 años de vida del PCU tienen como elemento permanente la lucha. Nunca, en ninguna circunstancia, y hubo momentos muy duros, las y los comunistas dejaron de luchar. En estos 105 años si alguien quería encontrar a las y los comunistas debía, y debe, buscar donde nuestro pueblo estuvo y está luchando.
Son 105 años de organización, conciencia y lucha de decenas de miles de hombres y mujeres. El PCU ha sido, es hoy y se propone seguir siendo un partido de militantes, de revolucionarias y revolucionarios. El PCU es un Partido para hacer la revolución.
En segundo término, hay que referirse a las principales vertientes históricas que confluyeron en la fundación del PCU. Nos referimos a ideas, a proceso históricos, más que a fechas.
La primera, es el internacionalismo. Concebir la liberación de nuestro país como parte de la lucha del continente y del proceso de la emancipación humana. La identificación con la Revolución de Octubre, el primer intento triunfante de las y los oprimidos por gobernarse a sí mismos, fue y sigue siendo un elemento central de la identidad del PCU. El internacionalismo, como parte de la concepción ideológica, marxista-leninista, pero también como práctica política militante, también lo es. La solidaridad internacionalista, con la República Española, la lucha contra el nazismo y el fascismo, con Cuba, con Vietnam, con Nicaragua en la lucha contra Somoza, con Angola, con las y los pueblos del mundo que luchan por ser libres. Y el antimperialismo militante, parte fundamental de unir nuestra suerte a la de la segunda y definitiva independencia de los pueblos de nuestro continente.
La segunda, es el rescate del contenido popular de la revolución artiguista y el compromiso de llevarla a término.
La tercera, la búsqueda de fortalecer el peso de las y los trabajadores en nuestro país, y con ellos de los sectores populares. Para logarlo, dotarlos de un instrumento de lucha política, la forma más elevada de la lucha de clases y transformarlos en protagonistas independientes de la política nacional.
Esas señas de identidad han marcado toda la historia del PCU, basándose en ella, hubo un punto de inflexión relevante en 1955, en el XVI Congreso, del que en este 2025 se cumplen 70 años.
En él el PCU se planteó analizar la realidad nacional, sus bases materiales, su composición de clases, trazar una ruta teórica para su transformación, una estrategia, una táctica y construir una herramienta organizada para llevarlas a la práctica.
Rodney Arismendi, que encabezó el colectivo de dirección que encabezó es proceso resumió esa orientación como “una línea unitaria y de masas”. La concepción central de la misma, profundamente leninista, es que sea el pueblo organizado, a través de su propia experiencia de lucha, el que madure en su conciencia y protagonice la disputa por la hegemonía con las clases dominantes.
Esa línea, que tuvo como objetivo central la construcción de la unidad política y social del pueblo, se hizo patrimonio de miles y con su acción transformó la sociedad. De esa militancia conjunta con compañeras y compañeros de la izquierda y el movimiento popular, surgió como resultado la unidad de las y los trabajadores. La unidad de los trabajadores con las capas medias, en particular con las y los estudiantes y la intelectualidad. La unidad de la izquierda, primero en el FIDEL y luego en el Frente Amplio.
Como ya hemos señalado, estos avances no son obra exclusiva del PCU, pero no se pueden explicar sin la militancia comunista.
Ese acumulado histórico, enorme, de praxis revolucionaria, es el corazón de la historia del PCU.
El PCU llega a este 105 aniversario habiendo contribuido al enfrentamiento al modelo de la desigualdad y a la victoria popular que recuperó el gobierno nacional con el Frente Amplio, cuatro intendencias, mayoría en el Senado, la bancada mayoritaria en Diputados y consolidando al FA como la fuera política más importante del país.
Con la 1001 como segunda fuerza del Frente Amplio, una participación importante en el gobierno nacional, en las intendencias, la segunda bancada parlamentaria del Frente Amplio, presencia en 14 Juntas Departamentales y un peso reconocido de las y los militantes comunistas en el movimiento sindical.
Para un Partido revolucionario, que enfrentó dos dictaduras que lo persiguieron y buscaron su aniquilación, la crisis provocada por la caída de las experiencias del socialismo real en el este de Europa, la bestial ofensiva material e ideológica del neoliberalismo, ser una fuerza real en la sociedad, 105 años después de su fundación, es una victoria en sí misma.
Sin embargo, como hemos dicho en otras oportunidades, el PCU no se caracteriza por tener una visión autocomplaciente de sí mismo ni de los procesos que protagoniza.
En sus definiciones y en las Bases de Discusión hacia el XXXIII Congreso, se señala con claridad que siendo mucho lo construido y acumulado, no alcanza, es necesario fortalecer más el bloque histórico, político y social, democrático y radical de los cambios para disputar la hegemonía con las clases dominantes. Y para contribuir a eso se precisa un PCU más grande, más organizado y con más incidencia en la sociedad.
Para contribuir a trasformar la realidad a favor de una perspectiva popular con la lucha ideológica, política, social y con la acción del gobierno nacional y los gobiernos departamentales frenteamplistas.
Pero también para hacer un esfuerzo muy grande, teórico, político, militante, para reconstruir y levantar la utopía.
Al cumplir 105 años, una vez más, nos recordamos, que seguimos convencidos de la necesidad de construir una síntesis política y social superadora del capitalismo. La revolución, que es un cambio de una formación socio económica por otra; un cambio de clases en el poder y un cambio de los valores dominantes en la sociedad. Que es una democratización radical de todas las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Que es el humanismo radical hecho proyecto social y político. Es también una obra histórica, es conveniente y necesario repetirlo, sintetiza el pasado y lo supera, responde al presente y se proyecta desde él, pero supone un futuro, un futuro distinto, con libertad e igualdad, sin explotación.
Tenemos que afirmarnos muy fuerte en el presente, pero nunca debemos olvidar hacia donde vamos. Nuestro camino es acumular fuerzas, avanzar en democracia y construir, con el protagonismo popular organizado, la democracia avanzada, con rumbo al socialismo.
Estos 105 años nos encuentran con la mano tendida y el compromiso militante, construido con décadas de sueños, dolores, heridas, heroísmo individual y colectivo y la alegría profunda que da luchar por lo que se cree,
En estos 105 años levantamos las banderas rojas con la hoz y el martillo, símbolo profundo de unidad de las clases oprimidas, las artiguistas, las uruguayas, las del Frente Amplio, para, en unidad, construir un camino para hacer realidad la pública felicidad.