Reunión de Consejo de Transición de Afganistán con los Talibanes. Foto Telesur.

Afganistán: tumba de imperios

Derrota de Estados Unidos y la OTAN.

Por Rony Corbo

Desde Alejandro Magno, pasando por imperio británico, y ahora los Estados Unidos y la OTAN todos los que lo intentaron no han podido ocupar Afganistán.

Cuando el presidente de EEUU Joe Biden anunció 14 de abril que la presencia militar de su país en Afganistán finalizaría el 11 de septiembre de 2021, aniversario del atentado de las Torres Gemelas y el Pentágono en 2001, sabía que se exponía a una dura derrota militar y política, que podrá acelerar “el fin de ciclo” imperial.
Lo que Biden no dijo, es lo que si dijeron fuentes del Pentágono al New York Times, que miles de soldados, incluidos los Rangers de élite del Ejército que trabajan tanto para el Pentágono como para la CIA, permanecerán en Afganistán junto con los “contratistas civiles”. Aparte de las tropas y drones de vigilancia armados en las bases en los países vecinos.
Lo que sí está claro, es que esta derrota de los Estados Unidos en Afganistán reconfigurará el mapa geopolítico de Asia, donde China y Rusia intentarán estabilizar la zona.
El gobierno talibán ya aceptó entrar en negociaciones y se separa de las bases fundamentalistas de ISIS y Al Quaeda.

Un repaso histórico

Afganistán ha sido un lugar de importancia estratégica a lo largo de la historia. Aparte de una puerta de entrada a India, fue un lugar estratégico en la “Ruta de la Seda” y el comercio entre el mediterráneo y China, por lo que con el proyecto de la “Nueva Ruta” es un lugar estratégico para el gobierno de Xi Jinping.
Los británicos sentaron las bases para la extensión de su imperio encubierto en la región desde el Mediterráneo hasta Afganistán. Conquistaron gran parte del Medio Oriente, del Imperio Otomano, durante la Primera Guerra Mundial, cuando el sentimiento anticolonial en todo el mundo era poderoso. Pero dado que ya no era políticamente factible anexar territorios directamente como colonias, Gran Bretaña gobernó estas nuevas conquistas como «territorios de mandato», territorios que aún no se consideraban listos para el autogobierno y que necesitaban la tutela de las potencias vencedoras.
Allí, también, Estados Unidos intervino encubiertamente durante la Guerra Fría, financiando los antecedentes de las mismas fuerzas que las tropas estadounidenses han tratado de aniquilar desde el 11 de setiembre de 2001.
El 17 de julio de 1973, Mohammed Daoud Khan derrocó la monarquía, derogó la constitución de 1964 y declaró a Afganistán una República.
Con la Revolución de Saur en 1978, el Partido Democrático Popular Afganistán (PDPA) de orientación marxista-leninista tomó el poder y se creó la República Democrática de Afganistán.
Durante el gobierno socialista se reemplazaron las leyes religiosas, se declaró un estado laico y se promovió una nueva agenda de derechos para las mujeres, prohibiendo los matrimonios forzados y otorgando el reconocimiento estatal del derecho de voto de las mujeres.
Surgió así una importante líder feminista, Anahita Ratebzad, que integró el Consejo Revolucionario. Su planteo central fue: “Los derechos que las mujeres, por derecho, deben tener son la igualdad de educación, seguridad laboral, servicios de salud y tiempo libre para criar una generación sana para construir el futuro del país (…) Educar y esclarecer a las mujeres es ahora objeto de una estrecha atención por parte del gobierno revolucionario”.
Con la ayuda de la Unión Soviética, Afganistán modernizo su infraestructura económica (predominantemente su exploración y extracción de minerales raros y gas natural) y comenzó un rápido desarrollo del país.
La mayoría de las nuevas políticas del gobierno, chocaron directamente con los componentes islámicos más radicales, entre ellos los muyahidines, (en el seno de los cuales surgieron los Talibanes) quienes fueron apoyados por los Estados Unidos, especialmente por Ronald Reagan, y Arabia Saudita, quienes proporcionaron ayuda y armas por un valor estimado de 40.000 millones de dólares.
Los combatientes islamistas de Afganistán, financiados por los EEUU, entraron en guerra civil con el gobierno revolucionario. Tras la derrota de la URSS y su disolución, hay dos años de una cruel guerra civil, donde la mayor parte de Afganistán queda bajo el control de los talibanes, que instituyen políticas fundamentalistas y una represión generalizada de los derechos humanos, particularmente hacia las mujeres, pero también hacia los sindicatos, académicos y artistas, cientos son perseguidos y asesinados.
El 11 de septiembre de 2001, Al Quaeda secuestra aviones comerciales en EEUU para ejecutar ataques contra el Word Trade Center en la ciudad de Nueva York y el Pentágono en las afueras de Washington.
El 7 de octubre de 2001, las fuerzas militares estadounidenses y del Reino Unido comienzan la Operación “Libertad Duradera”, una campaña de bombardeos contra las fuerzas talibanes en Afganistán, comenzando la intervención imperialista de EEUU y la OTAN.

Una mirada geopolítica

Tras una ocupación de 20 años se produce la derrota de EEUU en Afganistán y su caótica retirada. Esto redibuja el mapa político en una zona estratégica de Asia, dándole a China y Rusia la oportunidad para proyectar sus planes de inversión.
El gobierno de Biden reconociendo la derrota, priorizará otros «frentes», como la región del Pacífico, provocando su salida un “ambiente de inestabilidad” en Asia Central, que complica a China y Rusia quienes trabajarán primeramente por estabilizar la región.
Rusia impulsa para Afganistán un “diálogo inclusivo, que involucre a todos los grupos étnicos y confesionales» como un paso imperativo para estabilizar la situación del país que se encuentra bajo control talibán, tras el arrollador triunfo militar de la milicia islamista, dijo el canciller ruso.
«Solo un diálogo inclusivo e integral, en el cual participen todas las fuerzas clave, puede ser un paso hacia la estabilización de la situación en Afganistán. (…) Hay que invitar a él tanto a los uzbekos, como a los hazara, tayikos y otros grupos étnicos y confesionales», dijo el ministro Serguei Lavrov.
Moscú debe garantizar la seguridad de Tayikistán y Uzbekistán, las repúblicas ex soviéticas que comparten frontera con Afganistán y donde el Ejército ruso realizó la pasada semana maniobras militares conjuntas con China. En esa línea, los rusos reforzaron recientemente con armamento su base militar en Tayikistán, país que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Afganistán.
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, se reunió con una delegación Talibán liderada por el mulá Abdul Ghani Baradar en busca de un pacto de no agresión. Wang dijo entonces que la «apresurada» retirada de Afganistán de las tropas estadounidenses y de la OTAN -iniciada el 1 de mayo- es un «fracaso», pero también «brinda una importante oportunidad para que el pueblo afgano pueda estabilizar y desarrollar su país».
Con la derrota del imperialismo norteamericano y la OTAN en Afganistán, los actores claves son China, Rusia, Irán y Pakistán. La alianza china con Moscú y con Teherán, le permitirá a China trabajar para asegurar estabilidad y paz en una región clave, para posteriormente fomentar el desarrollo en consonancia con los objetivos en la nueva “Ruta de la Seda”.

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