Han pasado 105 años de la Revolución de Octubre acontecida un día como hoy en 1917.
Bajo la dirección de Lenin y con el amplísimo apoyo de obreros, soldados y campesinos, el pueblo ruso puso fin a la ignominia de la explotación y la miseria.
Tal y como lo detallara John Reed en su texto “Diez días que estremecieron al mundo”, durante la jornada del 7 al 8 de noviembre “los bolcheviques, a la cabeza de los obreros y soldados de Rusia, se apoderaron del poder del Estado y lo pusieron en manos de los Soviets”.
La Revolución tuvo como principal epicentro a la ciudad de Petrogrado, considerado el corazón mismo de lo que estaría llamado a ser el hecho más relevante del mundo.
La Revolución, al decir de Reed, se gestó meses atrás a la fecha que hoy se conmemora, “comenzó muchos meses antes, cuando se produjo la desorganización de la vida económica y del ejército rusos, término lógico de un proceso que se remontaba al año de 1915”.
En esos meses, agrega el destacado comunista estadounidense, “los reaccionarios sin escrúpulos que dominaban la corte del zar habían decidido, deliberadamente, el hundimiento de Rusia, a fin de poder concentrar una paz separada con Alemania”.
Las clases dominantes en los meses previos a la revolución, pretendían, desde el punto de vista político, “hacer de Rusia una república constitucional a la manera de Francia o de los Estados Unidos, o incluso una monarquía constitucional como la de Inglaterra”.
Dichos intentos se dieron de bruces contra la voluntad de las masas populares rusas que “querían una verdadera democracia obrera y campesina”, remarcó Reed en el libro donde describe, con lujo de detalles, los días heroicos que, a posteriori, constituyeran el inicio del primer Estado de obreros y campesinos del mundo.
“Las clases poseedoras”, reseña Reed, “viendo crecer el poderío de las organizaciones revolucionarías de la masa, decidieron destruirlas, costase lo que costase, y poner una barrera a la revolución (…) recurrieron a maniobras desesperadas. Para derribar el ministerio Kerenski y aniquilar a los Soviets, desorganizaron los transportes y provocaron perturbaciones interiores; para reducir a los Comités de fábrica, cerraron las fábricas e hicieron desaparecer el combustible y las materias primas; para acabar con los Comités del ejército restablecieron la pena de muerte y trataron de provocar la derrota militar”.
Dicho accionar en contra del pueblo ruso se constituyó de forma inmediata en “aceite” que, “arrojado al fuego bolchevique”, fue respondido por estos “predicando la guerra de clases y proclamando la supremacía de los Soviets”.
Desde su inicio, la Revolución de Octubre fue calificada como una “aventura”, sin embargo, lo que sí quedó claro a lo largo de los años es que la misma “abrió a las masas laboriosas el terreno de la historia e hizo depender todo, en adelante, de sus vastas y naturales aspiraciones”.
Hoy a 105 años de aquella gesta, siguen vigentes las palabras de Reed cuando señaló “independientemente de lo que se piense sobre el bolchevismo, es innegable que la revolución rusa es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad, y la llegada de los bolcheviques al poder, un hecho de importancia mundial”.