¿Dónde están los periodistas policiales?

Sin llegar al extremo que recuerda Gabriel en su cuenta de Twitter, es posible caer en esa lógica al momento de interpretar la información que generan los profesionales de la información. Mucho más aún en los tiempos que corren, donde son muy pocas las excepciones que intentan hurgar hasta el fondo para llegar a conocer la verdad, ese diferencial que implica acceder al conocimiento cierto y veraz de una información que merece la calificación de noticia.

Son tiempos difíciles -sin duda- para muchos profesionales de la comunicación que sucumben ante la línea editorial impuesta, con el riesgo de perder su fuente laboral. Tristes ejemplos se acumulan en estos dos años y poco de gestión multicolor donde a la orden presidencial al director del SECAN («tenés que sacar alguno más», ante el cese de la inquisitiva periodista Georgina Mayo junto a varios contratos cesados en la comunicación pública), le han seguido extrañas desvinculaciones (asociadas a similares iniciativas), como el caso del ex director de informativos de Subrayado, Eduardo Preve.

Tiempos en que se asiste a una extraña desaparición de los periodistas de las noticias policiales, por ejemplo, quienes eran ávidos promotores de la crónica roja en redes sociales (replicadas luego en sus espacios informativos), y que ahora han mutado a un fervor oficialista que justifica cada homicidio y se preocupan más del prontuario criminal del occiso antes que del móvil mismo del crimen…

De cronista a presentador

Quien no lo recuerda con su frondosa cabellera en medio de un operativo policial, (advirtiendo hasta a los propios delincuentes), que en pocos minutos esa zona se llenaría de policías. El inconfundible Nano Folle hacía un móvil en ocasión de haberse enterado de una «primicia» sin reparar en que darla advertía no solo a la ciudadanía sino también a una delincuencia que era el objeto del operativo aquel día. Cuando la Policía llegó a allanar la vivienda donde se reducían objetos robados y se desguazaban motos, la mujer del buscado expresó: «mi marido escuchó a Nano Folle en el noticiero decir que vendría la Policía y se fue…».

De aquellos episodios tan mediatizados entonces hasta ese bizarro y absurdo ejemplo reseñado, pasamos a otra fase muy distinta en que la noticia criminal mudó su espacio y su vigencia a cambio de una disfrazada seguridad que se vende muy bien por la pantalla chica. A espaldas de una pandemia que incidió de forma evidente en la conducta criminal, hoy es imposible ocultar una realidad que rompe los ojos y se lleva la vida de más de un uruguayo por día. Una desgraciada realidad que no horroriza ni genera los espacios de indignación mediática de no hace mucho tiempo atrás. Hoy, todo se reduce a una seudo normalidad en que nos mienten que está todo mejor mientras en los barrios sigue imperando la inseguridad sin solución aparente en el corto plazo.

Mayor es el asombro cuando escuchamos argumentar a las autoridades de turno, sobre las causas del aumento de los homicidios sin que a ningún periodista (salvo honrosas excepciones), se le ocurre interpelar que esos mismos argumentos eran los que tanto le criticaban a Bonomi, a Guarteche, a Jorge Vázquez y al propio Mario Layera, cuando intentaban explicar el aumento del delito más grave de nuestro ordenamiento jurídico. Hoy, son de recibo sin reclamos ni críticas, ahora valen como argumentos. Y está bien que valgan porque inciden, pero eso no explica la hipócrita justificación de quien hoy los utiliza sin que sienta ni un mínimo de vergüenza.

También resulta extraño asistir a la desaparición mediática de los profesionales de la crónica roja, esos que ya no usan (ni abusan) de las redes sociales para criticar una gestión y -en cambio- se animan a justificar los procedimientos que antes cuestionaban a los mismos protagonistas. Porque se olvidan que los procedimientos siguen siendo los mismos y los que los realizan (policías) también, por tanto no resisten archivo al comentar positivamente lo que antes criticaban por ser otra la gestión al frente.

Pero, «a río revuelto ganancia de pescadores»; esas actitudes periodísticas dejan el campo a disposición de nuevos comunicadores que hacen gala de su profesionalismo antes que nada. Cuadros jóvenes que han tomado la posta y son de los pocos que hoy hacen seguimiento de la crónica policial con el celo que la misma merece y la ecuanimidad que otros han abandonado por no chocar con la autoridad de turno.

No se trata de etiquetas ni de poses, simplemente de mantener la ecuanimidad a la hora de informar y no depender de una línea editorial o una preferencia político-partidaria para ser más o menos condescendiente con el entrevistado. Es notorio advertir, en muchos espacios de información, cuánto cambia el talante de la entrevista según quien sea el entrevistado. Y, en esos espacios, el oficialismo cuenta con una claque que lo apaña mientras que la oposición corre en desventaja y se la trata como si aún fuera gobierno.

Algo similar con lo que pasa con la crónica roja, que en poco tiempo dejó de ser la estrella informativa para pasar a tener menos espacio y relevancia en la agenda noticiosa. Una relevancia de la que los periodistas estrella tienen mucho que ver al bajarle el perfil o -directamente- aceptar sin cuestionamientos la versión oficial (dada por voceros que hablan sin mayores fundamentos).

Pero hay riesgos, siempre se corren riesgos.

Uno de esos riesgos es que cuando quedan espacios vacíos otros los ocupan, y -seguramente- cuando quieran recuperarlos será muy tarde. Mucho más si «los nuevos ocupantes», dan señales de profesionalismo en el tratamiento de la información sin importar quien esté al frente del Ministerio del Interior…

el hombre seguía las redes,

el perro escuchaba la radio…

Julio Fernando Gil Díaz «el perro Gil»

Compartí este artículo
Temas